El mar
alguna vez se le prendió del costado, haciéndolo vicioso de horizonte, después de haber aprendido, en el campo, a disponer del paisaje. Tal vez por
eso tenía los ojos tan profundos, de sal, de tiempo y de distancia, éste hombre
del que estoy hablando.
El mar
es un conquistador de espíritus. Estemos cerca o lejos, siempre nos alcanza.
¿Cómo entonces a él no lo iba a encadenar con sus anclas de ausencia?
Casi
toda su vida le dio el contramaestre, en el vientre salobre y desnudo del
muelle, donde olían los barcos a petróleo y se esparcían, entre las nubes, los
cuentos y las carcajadas.
¿Cómo
dudar entonces, que le dolió el descanso, que odió que lo jubilen, que le
quitaran lo suyo, esa dulce poesía que le encontró al trabajo?
Pero
disimulaba. Hablaba de libros, sueños, hacía proyectos, se la pasaba contando.
Pero ¿Quién no lo sabía? ¿A quién le cabían dudas que mucho del gigante estaba
templado en algas, en mangueras y viento, ese mismo viento que, de joven, solía
acompañarlo cuando recorría leguas al galope para ver a su amada?
Hay una
forma antigua de ser grande, hay algo que llevan estos tipos que crecen por
dentro, un modo de juntar los pedazos de su vida y las arman en esa mezcla rara
que llamamos alma. Y eso asoma. En la locura de treparse a las torres, de
pararse en las proas de las lanchas burlándose de las tormentas, danzando, de
no frenarse nunca ni con la edad ni con nada, menos aún si de ayudar se trata.
Le salía por los poros al grandote tozudo e ingenuo. Convencido que la vida era
para vivirla y que Dios estaba de su lado pasara lo que pasase.
Por
eso, hasta la muerte, cuando vino a tumbarlo, tuvo que pedirle permiso,
invitándolo respetuosamente a subirse a su coche de gusanos y olvido .Y solo
porque él aceptó, ya cansado, pudo llevarlo. Ya había fracasado otras veces,
sabiendo con quien se enfrentaba, mientras él se divertía, jactándose con sus
anécdotas, riéndose, aún de las penas.
Por eso
es preferible no decir nada. Es mucho tamaño, mucho esfuerzo para poder
apreciarlo con palabras.
Por eso
mejor callarse y recordar al hombrón en silencio. Así no queda el vacío, sino
el amor que él nos dejó por siempre. Eterno.
Miguel Angel de
Boer.
Comodoro Rivadavia, 17/06/99
(*) A mi padre: Don Wietze (Guillermo) Klaas (Claudio) de Boer. Nació el 4 de abril de 1912. Falleció el 23 de Julio de 1974
Mi papá
En la lancha de YPF (posiblemente en Caleta Córdova), el que está sin boina. El que está adelante es Diego Lezcano.
Demasiado fuerte para mi corazón nostálgico de un ayer inolvidable en aquel Caleta Cordova donde mi padre y en familia y CONTRA VIENTO Y MAREA supo remar contra las adversidades y salir airoso de cuanto desafío se le presentara en aquella inhóspita patriada que desde la nada dejó en mis rememoradas vivencias y recuerdos la grandiosidad de un padre super inteligente, creador, creativo, habilidoso, inventor y un artesano espectacular en todo lo que se le presentara ó necesitara para progresar y avanzar. Mucho hizo y mucho recuerdo y no me gustaría partir de éste mundo llevándome ésa historia de vida tan admirable al más allá. No sé como pero debería plasmarla en borradores aunque sea para dejar mis memorias en homenaje a un bravío luchador de las huestes patagónicas a conocimiento de muchos. FEDERICO TEODORO BAUMANN..., MI PADRE EL RUDO AVENTURERO DE UNA HISTORIA DE VIDA EN EL SUR.
ResponderEliminarLeo el comentario el Día del Padre. Mi homenaje para el tuyo con todo afecto
ResponderEliminar¡Qué lindo leer esto!
ResponderEliminarGracias!
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