viernes, 15 de marzo de 2013

Mi perro se llama Boogie (*) (**)



Mi perro se llama así en homenaje a Boogie -el de Fontanarrosa- El Aceitoso (Boogie, no Fontanarrosa), aunque también es un nostálgico homenaje a esa etapa de mi vida en que las historietas conformaban una parte esencial no solo de distracción y entretenimiento sino también de mi formación intelectual, artística, afectiva, expandiendo mi mundo infantil y adolescente a fronteras inconmensurables. De paso recuerdo que cuando estudiaba medicina en Córdoba, fueron publicados algunos chistes de mi autoría, con el seudónimo de Rasputín e ilustrados por el incomparable Cognini, en los primeros números de la gloriosa Hortensia, lo cual doy a conocer públicamente por primera vez. Pero bueno, esa es otra historia.

Aunque parte de esa historia tiene que ver con el hecho de que gracias al humor del Negro, de Cris, de Cognini, del “Sati”, y de tantos otros, mas de una vez soporté momentos por demás difíciles en mi vida, cagándome de risa. Y no fui el único. Porque en realidad era nuestro modo de resistir lo adverso en esa etapa en que cambiar el mundo era un imperativo moral y ético para gran parte de la juventud argentina. Entonces iban de la mano la alegría y la ternura donde la risa y el humor animaban nuestro apasionado espíritu para la lucha. Porque hacer la Revolución era una alegría, una felicidad. Porque colmaba nuestras vidas con una plenitud que parecía ilimitada. Porque no se trataba solo de lo por alcanzar sino de lo que íbamos haciendo y construyendo (muy constructivistas éramos) diariamente en y por nosotros mismos: el proyecto revolucionario de convertirnos en un ser distinto para una nueva sociedad.

Después la luz quedó cegada por la mas oscura de las noches, y los ayes de pena dieron lugar al padecimiento, el horror y la tristeza. La crueldad de las crueldades y la maldad de las maldades cegaron vidas y corazones, y solo la inteligencia, la suerte, el coraje, y una pequeña llama, cobijada en lo mas profundo de nuestro ser, tan escondida que parecía por momentos haberse extinguido, nos permitió seguir existiendo, es decir sin renunciar a lo que habíamos sido.

Así la historia fue transcurriendo en nuestras vidas y nuestras vidas en ella, restañando heridas, recuperando vivencias, superando terrores y secuelas. Despidiendo a muchos que quedaron en el camino, para seguir por ellos y con ellos el recorrido.

Y fue en un momento muy difícil para mi- la enfermedad de uno de mis queridos hijos, que por un tiempo dijo basta - que, en plena pesadilla, fuimos juntos a buscar a Boogie, cuando era apenas un cachorro recién nacido.

Lo traíamos para casa y era tan chiquito que cabía en una mano; con un su hocico negro, sus manchitas como dibujadas, y su boca, pancita y patitas rosadas y tersas: un prodigio artístico de la naturaleza.

Vaya a saber que sintió al ir creciendo junto a nosotros. Pero como haya sido, nunca estuvo solo y nunca nos abandonó.

Con su caminar disneyniano, su gracia candorosa, su ánimo increíblemente alegre y tierno (sí, alegre y tierno), su inteligencia prodigiosa (¡que lucidez posibilita el amor en los seres sensibles y buenos!), sus gestos que siempre superaron con creces la palabra – al menos de muchos humanos que conozco – y su mirada. Aunque en realidad debiera decir: sus miradas. Por que Boogie tiene tantas miradas como circunstancias vive, percibe o imagina. Con una mirada se ríe, con la otra se apena; con esta disfruta de la música (¡y como!), con aquella curiosea e investiga las maravillas que le brinda el cosmos tales como: una hoja, una pluma, otro perro, a veces la tele, recibir a una visita, un papel volando, un caracol en el jardín (hubo un período en que se los comía como si fueran bombones), una gaviota en la restinga, el ruido del motor de un coche. Es decir todo aquello que se mueva o le atraiga.

¡Es tan amante de la vida, que yo me siento un privilegiado de que esté conmigo y que me quiera!. Porque mi hijo ya no esta con nosotros (ahora se encuentra estudiando en Buenos Aires) y Boogie se quedó con la idea – no tan equivocada – de que ambos dependemos para nuestra mutua subsistencia.

Con sus caprichos y terquedades, no se crea.

Supongamos que desee estar afuera. El se queda afuera. Haya viento o llueva, frío o calor; aunque caiga nieve y él apenas se pueda desplazar en ella. Me ha ocurrido que al llegar a casa, en pleno invierno, no lo pudiera encontrar en el patio creyendo que se había ido, cuando en realidad estaba acostado y mimetizado en la nieve - tal su blancura - como quien se encuentra recostado en una playa descansando a pleno sol abandonado a su tibio ensueño.
Y hablando de playa, si hay algo que le encanta es el mar.
La primera vez que lo llevé a conocer la restinga iba de un lado a otro pleno de curiosidad y asombro. Cuando llegamos al primer pozón (nunca había nadado) se metió y siguió caminando por el fondo hasta aparecer en el otro extremo de los mas pancho, con los ojos abiertos y sin atorarse con el agua. Increíble. Ahora opta: a veces camina bajo el agua y a veces decide nadar. Ignoro de que depende su decisión.

Boogie además de inteligente (comprende frases complejas) es muy sabio. No acepta a las personas deshonestas o falsas. Así como le ladra hasta a las piedras cuando le parece, es incapaz de hacerlo a alguien que sea bondadoso y sincero. Como si lo oliera. Aunque también, hay que decirlo, es tremendamente celoso y acepta a regañadientes que alguien se inmiscuya así como así en nuestra relación. Se trate de mis hijos o bueno... no solo de mis hijos. Cosa que queda superada una vez contada su aprobación, tornándose en un ingenuo y extremado confianzudo.


.Para él el contacto, por mínimo que sea, lo es todo. Claro que si puede extender su pata (es un adicto a dar la “mano” cada vez que puede) o sus patas o, mejor aún, treparse sobre uno, es el ser mas feliz de la tierra. Pero si eso no es posible, le basta el mínimo roce, apenas sutil e imperceptible, para que se sienta seguro, protegido e invulnerable y no hay nada que lo intranquilice o conmueva si descansa o se duerme en ese estado, así sea que el mundo se venga abajo. Tal la paz que lo invade e irradia.

Por eso digo que mi perro Boogie es uno de los portentos primorosos, deliciosos, que me brindó la vida.

Cuando me mira, cuando me abraza, cuando lo abrazo, siento que siente - y sentimos - que el cariño y el amor no son meras palabras. Siento que cuando me abraza y lo abrazo estoy abrazando el mundo. Y que eso que siento es lo que siento y sentí todas la veces que amé y me amaron y que en cada abrazo puedo recuperar lo que tuve aunque ya no lo tenga, que es lo mismo que tenerlo y que aún está a mi lado o conmigo para siempre.

Siento que mi perro Boogie (como cuando era chico mi perra Ada, y después mi perro Wagter), me enseña a cada instante a ser un poco mas humano. A no dejar de lado mis sentimientos, mis sensaciones, mi corazón, mi cuerpo, mi mente.

Casi imponiéndome, del modo mas afectuoso que se pueda concebir en un ser viviente, la certeza permanente de que así, como él lo transmite y lo expresa, debiéramos vivir la vida a cada instante.
Miguel Angel de Boer
Comodoro Rivadavia, Diciembre 2006.

 (*) El dibujo es de Roberto "El Negro" Fontanarrosa. Lo hizo después de haber anunciado que ya no dibujaba más ni bien recibió mi relato. La foto es una de las últimas que nos sacamos.
(**) El día de la fecha 15-03-13 me despedí de Boogie para siempre. "Chau Boogie...¡nos vemos!"

"Alma de diamante"



Ven a mí
con tu dulce luz
alma de diamante
y aunque el sol
se nuble después
sos alma de diamante
cielo o piel
silencio o verdad
sos alma de diamante
por eso ven así con la humanidad
alma de diamante

Aunque tu corazón recircule
siga de paso o venga
pretenda volar con las manos
sueñe despierto o duerma...
...o beba el elixir
de la eternidad
sos alma de diamante,
alma de diamante

bien aquí o en el más allá
sos alma de diamante
y aunque este mismo sol se nuble después
sos alma de diamante
alma de diamante

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