viernes, 4 de febrero de 2022

Algunas consideraciones para el afrontamiento de la pandemia – 2da parte (*) (**)

 

“El psicoanálisis es la última en cuanto a fecha de las graves humillaciones que el narcisismo, el amor propio del hombre en general, ha recibido hasta el presente de la investigación científica.
Existió ante todo la humillación cosmológica que le infligió Copérnico, destruyendo la ilusión narcisista según la cual el habitáculo del hombre estaría en reposo en el centro de las cosas; luego fue la humillación biológica, cuando Darwin puso fin a la pretensión del hombre de hallarse escindido del reino animal. Finalmente vino la humillación psicológica: el hombre que sabía que ya no es ni el señor del cosmos, ni el señor de los seres vivos, descubre que no es ni siquiera el señor de su psiquis.” (Sigmund Freud)

“En tiempos de incertidumbre y desesperanza, es imprescindible gestar proyectos colectivos desde donde planificar la esperanza junto a otros”

(Enrique Pichón-Riviére)

 

Y se quedó nomás. Y hay para largo. Con o sin flexibilización.

                Y lo que parecía mentira se fue tornando cierto, no solo en cuanto a la amenaza y el efecto directo del COVID 19, sino por sus efectos subjetivos, familiares, sociales, económicos, como consecuencia de la única medida que hasta ahora pareciera efectiva para evitar su expansión y cuyo logro es fruto de la comunidad toda: el confinamiento social obligatorio (la cuarentena) y el distanciamiento, a la espera de que llegue la vacuna y se inmunice una parte importante de la población.

                Coronavirus, cuarentena y distanciamiento que fueron modificando la vida misma en todo el mundo, el cual muy probablemente no vuelva a ser “exactamente” el mismo. Un tsunami global en un mundo globalizado. Desigualmente globalizado.

                Y como en toda situación estresante de tal magnitud, el ir saliendo del impacto inicial, donde la sensación de “estar viviendo como en un sueño”, la despersonalización (sentirse raro) y la desrealización (sentir la realidad como extraña), fue dando lugar a distintos síntomas y comportamientos que podemos considerar normales ante una amenaza tan inquietante. Tanto por sus efectos directos (la posibilidad del contagio y/o la muerte) como también por su versatilidad, la falta de conocimiento sobre su verdadera naturaleza – más allá de saber que es un virus que se replica –, a partir de la vivencia que más angustia nos produce cual es la de la incertidumbre.

                Incertidumbre que produce desasosiego, incerteza, y una sensación de pérdida de control, no solo frente al virus, sino respecto al futuro, el cual es absolutamente imprevisible. Todo lo opuesto a lo que nos genera tranquilidad, seguridad y confianza.

                Pero, en la medida que fue transcurriendo el “tiempo de cuarentena”, el cual se fue tornando inasible, distorsionado, fugaz y lento a la vez, generando una desorientación y no pocas veces una confusión (1) como ocurre con todo encierro prolongado, muchos fueron adaptándose “exitosamente”, en tanto otros van padeciendo un agotamiento (2) que se torna cada vez más insoportable.

                Porque los efectos de la pandemia ya no solo dependen del Coronavirus y la posibilidad de contacto con el mismo, sino de los contextos personales en los que le toca vivir a cada uno. Esto es:  no todos estamos expuestos del mismo modo. No solo ante el virus sino también en lo laboral, lo educativo, lo familiar que, de verse perjudicados, incrementan aún más el estrés, pues dicha conflictiva comienza a predominar por sobre el temor al virus por el grado de desamparo, vulnerabilidad y desvalimiento que implica. (3)

                De modo tal que lo estresante se va tornando traumático. Esto es: que no solo sobrepasa (desborda) nuestras defensas psíquicas y emocionales, sino que se torna imposible de entender, de procesar, de hacerlo viable en nuestra mente para su elaboración y significación y en consecuencia para poder transformarlo en decisiones y conductas que puedan dar cuenta de ello.

Entre algunos de los hechos de sobrecarga traumática además de la enfermedad posible o consumada del COVID 19, podemos mencionar: las pérdidas, los duelos atípicos por la imposibilidad de realizar los rituales del mismo  (4), la lejanía de seres queridos por obstáculos de traslado,  la merma o quebranto económico por el cierre de negocios, empresas, cines, teatros;  la disminución o retrasos en los pagos de los salarios, la pérdida del empleo (5) no solo en PYMES sino en distintos oficios, artesanías, actividades profesionales; la imposibilidad de mantener los gastos mínimos necesarios, la ausencia o pérdida de cobertura social; la falta de los insumos básicos para vivir (alimentación, agua, etc.) o para realizar las tareas sanitarias adecuadas en contacto con el virus (elementos de protección de trabajadores de la salud), los desalojos, los femicidios, los abusos intrafamiliares, la estigmatización, el racismo, la xenofobia (lo que ocurre en EEUU es un ejemplo de lo que estoy planteando), el “bombardeo” informativo, entre otros.

                Es decir: si bien la cuarentena se muestra efectiva ante la pandemia hasta el momento, por un lado, también se van manifestando sus efectos traumáticos, por el otro. Algo que suele ocurrir en todo desastre y emergencia sanitaria como la que estamos viviendo, dado que no se trata solo un problema médico ni mucho menos ni sus consecuencias son solo sanitarias, como tampoco los modos de resolverlo.

                En otras palabras. La pandemia y la cuarentena van produciendo una “desconfiguración”, desestructuración o desestabilización de nuestro psiquismo. De un modo intempestivo, disruptivo, dada la multiplicidad de amenazas que se perciben. No ya solo el temor COVID, sino también al derrumbe económico y personal.

Los seres humanos necesitamos referentes cotidianos que nos orienten y sustenten, tanto en nuestras necesidades más elementales como así también para promover nuestro desarrollo y crecimiento y todo aquello que le dé sentido a nuestra existencia. Y en la misma medida su ruptura, su pérdida de continuidad – mucho más si es súbita- impone una readecuación, una readaptación de todos los vínculos de los cuales se nutre nuestra identidad, nuestra mismidad, nuestro sentido de pertenencia: personales, familiares, sociales, laborales, académicos, culturales, espirituales, etc. Es decir, todo aquello que nos constituye como sujeto.

Y todo ello ha cambiado vertiginosamente. Para los que han quedado separados y para los que han podido permanecer juntos. Para quienes toleran la soledad y para quienes el encierro se torna claustrofóbico. Así, hay quienes se integran y cohesionan y hay quienes se disgregan destructivamente. Favoreciendo una convivencia impensablemente armónica para algunos, y la peor de las intolerancias y abusos para otros.

               Cabe mencionar que si bien la comunicación virtual – que también llegó para quedarse - cumple una función que vaya a saber si alcanzamos a dimensionar en este momento, ésta no suple el contacto directo, cuerpo a cuerpo (vincular), inherente a la humanización misma, puesto que no es lo mismo estar con alguien que con la imagen de alguien (aunque, cabe acotar es un recurso inestimable cuando el contacto personal no es posible). Además, cabe agregar, en una gran parte del mundo no cuentan con ella.

                De modo que estamos ante un arduo trabajo psíquico que en la medida que lo realicemos colectivamente más se fortalecerá nuestra salud mental. Aunque hay quienes por distintos motivos van padeciendo crecientes estados de ansiedad y depresión (6), el abuso de sustancias, los intentos de suicidio (y también los consumados) (7) (8)y demás, tanto en adultos como en niños (donde se presentan conductas regresivas cada vez más frecuentes tales como incontinencia urinaria y fecal, fobias, pesadillas y terrores nocturnos, entre otros).

                Como mencioné al comienzo: hay para rato y es en serio. En pandemia y en pospandemia.

Esto es: bienvenidas las distracciones, los pasatiempos, el humor, los memes, pero la cosa viene complicada.

Se trata no solo de “aguantar” hasta que se termine la cuarentena (9) (es más, después de la cuarentena vienen extraordinarios desafíos para el mundo todo), sino de seguir viviendo, en la cuarentena y pese a ella.

Seguir viviendo haciendo lo mejor posible de y por nuestras vidas y la de los demás.

Solidariamente.

               

               Dr. Miguel Angel de Boer

Comodoro Rivadavia, junio 6, 2020

               

(*) Ver en este link la 1ra Parte  https://lasbabasdelangel.blogspot.com/2020/03/algunas-consideraciones-para-el.html

(**) Como pueden ver escribí este artículo en junio del 2020. Como me parece que puede ser de interés, tal vez testimonial, es que lo hago público en este mes de febrero del 2022.

 

 

(1)     Lo cual tiene que ver, entre otros factores, con los cambios que se producen en el Ritmo Circadiano (que se vinculan a los relojes biológicos, que son los que regulan distintas funciones como el sueño, la alimentación, temperatura, secreción hormonal, etc.), que, sumado a la pérdida de la rutina que se tenía en la pre cuarentena (con alteraciones en los horarios de sueño, excesos de pantallas, alimentación irregular y demás), reforzó aún más la vivencia de irrealidad. De ahí que el refugio en los recuerdos, mirando álbumes de fotos, videos, retomando contactos mediante llamadas por voz o videollamadas con familiares y amigos, se convirtieron en modos de tolerar la angustia que nos fue generando.

(2)     Coincidente con la etapa de agotamiento debido al estrés crónico (ver primera parte) se van exacerbando  o produciendo recaídas de quienes tenían un padecimiento previo (entre los que se destacan los ataques de pánico o angustia y los episodios depresivos, descompensaciones en el caso de las psicosis, etc.). o bien en la aparición de síntomas en quienes venían sintiéndose estables, lo cual genera un gran desconcierto. “Ahora que puedo salir no tengo ganas”, “empecé a trabajar, pero me canso muchísimo”, son algunas de las frases que se escuchan de quienes ya vuelven a la flexibilización. “Estoy harto, de mal humor, duermo cada vez peor”, “ya no aguanto a los chicos”, de los que aún están en cuarentena absoluta. Los efectos se van manifestando a corto, mediano y largo plazo, y van mucho más allá de que sigan persistiendo o no las causas desencadenantes.

(3)     Cabe agregar que el confinamiento prolongado también puede exacerbar las tensiones y conflictos personales y familiares dado el predominio de los componentes endogámicos de los vínculos al producirse una retracción en el contacto social.

(4)     Algo que jamás imaginé que habría de vivir con motivo de la muerte de mi hijo Manuel en la ciudad de Córdoba el 11 de junio, es decir 5 días después de escribir este artículo. Recién hace muy pocos días fue autorizada la cremación de su cuerpo (agregado el 16-11-2020)

(5)     Como ocurre con quienes tienen menores recursos. Y no me refiero solo a lo socioeconómico, sino también a lo cognitivo y emocional y al apoyo familiar, comunitario y sanitario de que se dispone, que son indispensables.

(6)     Y aun cuando muchos conservan sus trabajos o pueden ir recobrando sus actividades, lejos está de que esto implique una “recuperación” tal cual era AC. (Antes de la Cuarentena, al decir de Alfredo Grande)

(7)     Temas que estoy desarrollando en: https://www.facebook.com/migueladeboer/?ref=aymt_homepage_panel&eid=ARARRZWLJNhxUEQDDbh0OCdRgKuV1XrwmmbTkZgtk5C9AmDD1vQzK2DcnczV0awT19Dgl0IMP-SF_qda

(8)     De acuerdo a los datos de que se dispone (si bien no hay estadísticas precisas) tanto los intentos como los suicidios consumados han ido aumentando desde el comienzo de la pandemia, tanto en jóvenes como en adultos, sea por su vulnerabilidad o limitación de recursos emocionales o cognitivos sea debido a patologías previas (depresiones complicadas, pacientes duales – psicosis y uso problemático de sustancias, demencias, etc.), o por dificultades o pérdida de recursos económicos.

(9)     Que según se observa en el mundo irá concluyendo en la medida en que deje ser tolerable para la población, más que vinculada directamente al fin de la pandemia o la aparición de una vacuna.