jueves, 24 de marzo de 2022

Algunos intentos

 

         El título viene a colación de las veces que intentaron recapturarme o secuestrarme en relación a mi militancia revolucionaria en los 70, luego de haber sido detenido en el Servicio de Informaciones que estaba ubicado en el pasaje Santa Catalina -pegado al Cabildo- en la ciudad de Córdoba, de donde luego fui trasladado sucesivamente: a la comisaría ubicada en el Boulevard Guzmán (1), luego a la Cárcel de Encausados de barrio Güemes (2) y finalmente a la Penitenciaria Provincial en barrio San Martín (donde lo que viví allí también merece otro relato) y posteriormente liberado.

            Cuestión que, luego de quedar “libre”, tuve que pasar a vivir en la semiclandestinidad por temor a que volvieran a apresarme, lo cual se me complicó, porque un tiempo después me alejé de la militancia “orgánica” porque entendí que los objetivos ya no eran posibles, tanto por las “condiciones” subjetivas como objetivas, cosas que ya se venían debatiendo hacía algún tiempo. (3). Es decir, a partir de entonces ya no contaba, por decisión propia, con la estructura ni el sostén de la organización y eso implicaba valerme con mis propios recursos.

            Sigo. Como yo me sabía en peligro, para “moverme” -como decíamos entonces - usaba una doble documentación de identidad: mi cédula original, legal, que usaba para poder presentarme a rendir las materias de medicina que me quedaban, y otra, falsa, para poder circular, con la que logré pasar más de un control sin problemas ya en dictadura. Documento falso, cabe mencionar, que había realizado por mi cuenta, claro, ya que era una de las cosas que me ocupaba en la militancia. (4)

            Tomé esos recaudos porque sabía, por la información que tenía, que no figuraba en ninguna lista de búsqueda “por derecha”, en ese momento. Toda una historia (5). Aunque después, mucho después - es decir hace pocos años - me enteré que había estado con una orden de captura a nivel nacional (tengo la documentación que me dieron en el Archivo de la Memoria de Córdoba), la cual se extendió hasta 1982, año en que ya ejercía hacía tiempo profesionalmente en Comodoro. Las razones por las que no fui capturado y/o desaparecido, aún me resultan incomprensibles, aunque tengo algunas hipótesis.

Pero, vuelvo a Córdoba y al motivo de este relato.

Como sabía que los “servicios”, principalmente la patota de Informaciones y “Sérpico” (6) - uno de los “cuadros” de la represión y miembro de la Triple A cordobesa, que había sido uno de mis torturadores y que se quedó con la “sangre en el ojo”) (7) - me estaban buscando, yo me movía permanentemente de un lado a otro, con el apoyo de la inolvidable solidaridad que recibí de amigos y compañeros que me alojaban en sus viviendas al haberme desvinculado de todo contacto vinculado a la militancia organizada. Si, recuerdo que mis queridos compañeros de la “orga” (uno de ellos el querido  Sergio “Tano” Bufano), me siguieron ofreciendo todo el apoyo (dinero, contactos, pasaportes, etc.) que estaba a su alcance para que me fuera del país, pues temían por mi seguridad y mi vida, cosa que siempre recordaré con todo afecto. Pero lo que yo quería era terminar mi carrera, por lo que preparaba mis materias y las iba rindiendo en la medida que podía, con solo una muda de ropa, mi guardapolvo y la libreta de estudiante y mis apuntes, trasladándome en una bicicleta que no tengo idea de donde la había obtenido.

            Pero voy al tema central.

El primer intento de secuestro o captura fue con motivo del entierro de Atilio López y Juan José Varas, quienes habían sido acribillados a balazos, precisamente, por la Triple A cordobesa (Comando Libertadores de América). Digo precisamente porque la patota de Informaciones, como mencioné, formaba parte de la misma. Atilio había sido líder de la UTA (Unión Tranviarios Automotor) y uno de los protagonistas destacados del Cordobazo, y posteriormente vice gobernador del gobernador Obregón Cano, ambos derrocados en el “Navarrazo”. (8).

El cortejo partía desde su casa en Barrio Empalme hasta el cementerio San Jerónimo. Como uno de los lugares de paso era la Plaza Colón, nos dirigimos hacia allí con algunos amigos y compañeros, entre ellos Norberto “Negro” Schiavoni (que estaba destrozado de dolor porque el Gordo Varas era uno de sus más queridos amigos), para brindarles nuestro homenaje. Fue entonces que la patota me identificó, justo en el momento en que ya empezábamos a dispersarnos y retirarnos de la plaza, y se me vinieron al humo. Ni bien me di cuenta, emprendí mi huida entre la multitud, rumbo a la Cañada. Iba a los piques por la calle 9 de Julio intentando escabullirme, pero ya cruzando la Cañada pude observar que estaban detrás mío, por lo cual aceleré mis pasos rumbo al centro. Mientras pensaba hacia dónde ir, llegué a la calle Rivera Indarte con la idea de ir hacia la Colón, pero antes de llegar a la esquina, al ver el cine, no dudé un segundo en sacar una entrada y meterme al mismo. Allí permanecí unos minutos, viendo si entraba alguno de mis perseguidores, al cabo de los cuales, todo transpirado, me asomé con precaución y, al comprobar que no había nadie, salí a paso lento hasta la Colón desde donde, luego de tomar varios “bondis” para asegurarme de que no me siguieran, llegué a la casa de unos amigos, ya no recuerdo de quien ni en cual barrio.

La segunda vez fue en la casa donde vivíamos con la Flaqui, hasta que ella decidió ir a Buenos Aires por un tiempo. De esto hice un relato que tal vez muchos conozcan (9).

El tercer intento fue en el entierro – otro- esta vez de mi querida Mary -María Haydée Rabuñal, la Flaquita (10) en el también, Cementerio San Jerónimo.

Al dolor tremendo -uno de los más grandes de mi vida - de su violenta muerte en Buenos Aires, se agregaron que no pude ir por sus restos y que mi situación se agravaba aún más dado que sabía que la persecución se iba a acentuar. No obstante, y pese a todas las recomendaciones de amigos y compañeros yo estaba decido a ir a despedirla en persona.

Antes de que yo llegara, algunos compañeros se adelantaron para “estudiar” el lugar por si me estaban esperando. Fue así que llegué cuando ya estaban introduciendo el cajón en el nicho donde solo se escuchaba el llanto de todos (aún recuerdo a Chicha, la mamá de Mary diciéndome “vos nos dijiste que iba a pasar” y el grito de dolor indescriptible de Eugenio, el padre, mientras yo miraba atónito el nombre en la placa de la tumba: “María Haydée Rabuñal de de Boer”) y el apuro angustiante por tener que quedarme el menor tiempo posible. En eso, alguien me avisa que la patota estaba llegando, por lo que, casi sin pensarlo, empecé a correr entre las tumbas sin mirar para atrás, para evitar no solo que me atraparan, sino que me “bajaran” de un tiro. No sé cómo, en unos minutos llegué a la casa de Rubén Oscar “Bencho” Ferro y su esposa Susana que vivían en Barrio Alberdi, compañeros de estudio de medicina, a quienes nunca voy a dejar de agradecerles la infinita generosidad y compromiso que tuvieron (aún a riesgo de sus vidas) cobijándome con todo su cariño en aquellos aciagos días.

No recuerdo si antes o después, hubo otro episodio que paso a relatar.

Yo iba en un “bondi”, cuando en una parada veo que sube uno de los de Informaciones que me reconoce. Rápidamente deduje que seguramente estaría armado e iba a intentar atacarme, por lo que puse mi mano derecha detrás de mi espalda simulando estarlo yo también. Yo ya sabía que ellos sabían que yo no era ningún “perejil” (11), por lo que – también supuse- no se iba a arriesgar así nomás.  No sé durante cuantas cuadras nos estuvimos sosteniendo la mirada, hasta que en algún momento en que se detuvo el ómnibus se bajó imprevistamente. Yo esperé apenas una o dos paradas y también descendí porque era “posta” que ni bien pudiera iba a dar el aviso (por suerte no existían los celulares todavía), y tomé el primer ómnibus que pude. Y nuevamente, hice varios cambios – caminando varias cuadras entre uno y otro, para ver si me seguían – hasta que llegué a no sé a recóndito lugar de Córdoba donde pernocté esa noche.

Más adelante, ya estando en Comodoro en plena dictadura fui “detectado” cuando trabajaba en psiquiatría en el Hospital Alvear y me “aplicaron” la Ley de Seguridad, por lo que no podía trabajar en ninguna institución pública (ni privada).

Lo que se desató después fue un verdadero infierno para mí y mi familia. De todo esto hice un “Breve relato de mis vicisitudes como terapeuta durante la dictadura militar” que presenté en el Primer Congreso Internacional de Salud Mental y Derechos Humanos organizado por la Asociación Madres de Plaza de Mayo y posteriormente en otros, que con el tiempo dejó de ser breve porque lo seguí desarrollando y que seguramente algún día publicaré en su totalidad.

 

Para concluir.

Creo que sobreviví gracias a una combinación, casi milagrosa, de habilidad personal y de práctica militante. Pues la preparación y la experiencia fue de menor a mayor, dado que arrancamos casi de cero hasta que, en el corto lapso histórico que duró toda esa etapa, llegamos a niveles de complejidad que ahora me parecen increíbles.

 

Pero también a que la solidaridad de numerosas personas, tanto por afinidad ideológica, pero mucho más por el afecto y el respeto más profundo, que me tendieron una mano y me acompañaron pese al riesgo que eso significaba, mucho más instalada ya la dictadura.

Compañeros, amigos, familiares, conocidos, colegas, pacientes, lo hicieron de las más variadas maneras, muchas de las cuales aún desconozco, puesto que mucho de ellos ya no están y no con todos pude hablar de todo lo que aconteció.

Por todos ellos, sigo viviendo.

Por todos ellos, sigo cantando.

 

Miguel Angel de Boer

Comodoro Rivadavia, 2020- marzo del 2022.

 

A 46 años del Golpe!

 

 

(1)   Aquí un relato de algunas vivencias en esa comisaría

https://lasbabasdelangel.blogspot.com/2011_07_17_archive.html

(2)   En donde participé de la huelga de hambre más prolongada (17 días) que hubieran realizado los presos políticos hasta ese momento, entre otras de las tantas vivencias que tuve allí, y que compartiré en algún comento.

(3)   Recuerdo que cuando tomé la decisión, escribí un documento interno donde fundamenté mi alejamiento y al que subscribieron numerosos compañeros. Muchos años después, ya en democracia, me encontré por casualidad con militantes que habían pertenecido a otras organizaciones, quienes me hicieron saber, muy conmovidos, que en parte seguían vivos porque también habían leído el documento cosa que los decidió también a “mandarse a guardar”. El eje del documento giraba en torno a las prácticas autoritarias crecientes y a la militarización de las organizaciones revolucionarias, en desmedro de la lucha política propiamente dicha, es decir el trabajo en las bases. Lejos estaba de imaginarme lo que vendría después.

(4)   Con esto de las dos cédulas la historia es increíble. Resulta que nos detuvieron (íbamos con la Flaqui y dos compañeros en un vehículo) porque al patrullero les resultamos sospechosos. En la requisa me encontraron las dos células porque no alcancé a tirar la falsa. De ahí a Informaciones y todo lo que sigue. Lo increíble es que era tal la confusión que se generó en el interrogatorio (eso hasta que allanaron la casa), que no sabían quién era, si el del documento real o el falso. Y yo, mutis, para ganar tiempo. Más increíble aún porque cuando quedo libre, no sé cómo, me entregan primero una de las cédulas y luego la otra, porque lo que las seguí usando hasta que me fui definitivamente de Córdoba.

(5)   Parte de la misma se puede leer en: https://www.deigualaigual.net/cultura/historia/4decadasdictadura/2016/676/la-noche-del-golpe/

(6)   Ver : https://lasbabasdelangel.blogspot.com/2014/03/2-el-22.html?m=1

(7)   Lo de “sangre en el ojo” ya lo mencioné alguna vez, pero viene a cuento agregar que: cuando parte de la patota fue a allanar nuestra casa, descubrieron de casualidad material que me comprometía y esto porque no encontraron lo más importante (de haber sido así, creo que hoy no estaría escribiendo esto), debido a que no dieron con el “berrete”, es decir un escondrijo ubicado tras una falsa pared.  Como yo no había dicho nada al respecto (ni sobre ninguna otra cosa que me comprometiera o comprometiera a algún compañero) se enfurecieron aún más luego del hallazgo.

(8)   Golpe dirigido por el jefe de la policía cordobesa teniente coronel Antonio Navarro y que fue un adelanto de lo que sería el golpe de estado. https://es.wikipedia.org/wiki/Navarrazo

(9)   https://lasbabasdelangel.blogspot.com/2013/08/mary-el-mantel-la-libreta-y-unas-pocas.html

(10)      https://lasbabasdelangel.blogspot.com/2011/08/la-flaquita.html

(11)      Es decir, un militante de base o superficie, sino que ocupaba (no estaban enterados de mi alejamiento) un rango importante en la organización que, también sabían, no era ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo) ni Montoneros, pero sí que era una de las principales por su historia y envergadura.