El rostro se alzó,
la claridad lo iluminó.
Murmullos de amor
atravesaron su corazón.
No pudo entender,
el diáfano brillo que su alma recorrió.
Y así caminó,
queriendo ceder
las gemas más puras del ser.
Su mente pensó.
El cuerpo mismo recordó:
historias de sal,
ponzoñas de crueldad.
Su sangre sangró,
por vilezas sedientas de mal.
Y se estremeció.
Sintió que se ahogó,
con náuseas producto de odiar.
Su hueso crujió.
La demencia lo atrapó.
Bestias innombrables
danzaron a su alrededor.
Un feto asustado,
abría su mano con desesperación.
Y quiso morir,
no desfallecer.
(Acopio de memoria de la humanidad)
El tiempo pasó.
La orilla se arqueó.
Un pecho piadoso
por dentro advirtió.
La leche inefable,
al mar de la paz lo invitó.
Entonces...murió..
dejando de sí
lo más puro de él
¡Ay! un ojo lloró,
lágrimas sin consolación.
La tierra se abrió,
urgida de tanto dolor,
buscando el cabello
caricias de rocío le brindó.
La vida siguió.
Luto mutilado,
humeando recuerdos se resistió.
La carne clamó.
El alba despuntó.
La tumba invisible
gesto su exhalación:
astillas de esperanza
en almas taciturnas sembró.
Y así revivió,
pudiendo saber,
que su canto excelso nunca sucumbió.
El rostro se alzó,
la claridad lo iluminó.
Murmullos de amor
atravesaron su corazón.
Y pudo entender,
el diáfano brillo que su alma recorrió.
Miguel Angel de Boer
(*) Publicado en “Poemas y
Canciones” , Ediciones Útimo Reino – Buenos Aires – 2003 .
Crudo, dolorosamente crudo. Como la vida...
ResponderEliminarQué gran Poema!
Gracias querida Sandra! Abrazo
ResponderEliminarMuy bueno Miguel !! abrazos
ResponderEliminarGracias! Abrazo
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