sábado, 14 de noviembre de 2015

Thánatos (*)


    En un texto que data del año 1920 y que lleva por título “Más allá del
  principio del placer”, Sigmund Freud postula la existencia de las por
  él denominadas “pulsiones de muerte”. Hipótesis debatida en el curso
  de la historia del psicoanálisis, dichas pulsiones (empuje) darían cuenta, según
  Freud, de la tendencia que tiene el ser humano hacia su propia destrucción.
    Por oposición a Eros (“pulsiones de vida”) y en una lucha permanente
  por imponerse, Thánatos (dios de la muerte en la mitología griega) actuaría
  poniendo en juego la agresión y la destructividad en la búsqueda del retorno
  (psíquico) a un estado previo, de la ausencia absoluta de conflictos, en pos de
  la calma definitiva, de la inorganicidad, en fin, de la muerte.

    La historia
    De la humanidad, claro está, pareciera darle la razón al obstinado vienés.
    Con motivo de una carta que le enviara Albert Einstein en 1932 respecto a
  su inquietud por el origen psicológico de las guerras, Freud reitera sus conceptos
  y cierto escepticismo respecto a la posibilidad de que en algún momento de
  su evolución, los seres humanos pudieran llegar a convivir sin la necesidad de
  destruirse entre si (paradójicamente lejos estaba Einstein de imaginar el uso
  mortífero y devastador que le daría a sus descubrimientos, cuando planteaba
  su preocupación respecto de la paz).

    El desarrollo
    El desarrollo psicológico del ser humano está determinado por una secuencia
  que signa su existencia: nace inerme ante los medios que lo rodean, queda
  expuesto a frustraciones constantes; éstas generan una vivencia de displacer que
  deviene en agresión y sólo a partir de sucesivas experiencias de placer y satisfacción
  (amor y ternura) puede incorporar la capacidad de tolerar el dolor psíquico,
  superar los sentimientos de rabia y odio, para poder así dar curso a su capacidad
  creativa, como modo de expandir su mente en un sentido constructivo.

    La sociedad
    Requiere de un ordenamiento para lograr su subsistencia. Y del “gobierno”
  de la intrincada trama en la que se expresa la relación entre sus miembros,
  depende la regulación de sus tan variados y contradictorios intereses.
    La puja social, económica, política, cultural, está ensamblada en las necesidades
  de los distintos sectores sociales y de cada ser humano en particular. En
  tanto dichos intereses buscan imponerse por sobre los ajenos, surgen entonces
  las desigualdades y la injusticia.
    El desmembramiento actual del mundo “conocido” (con sus reglas de juego,
  sus precisas ideologías, sus delimitadas fronteras) sume al individuo en una
  atmósfera de desamparo y temor, donde nada pareciera brindar la seguridad
  de lo certero.

    La agresión
    Las pulsiones destructivas de muerte encuentran en este “nuevo” mundo
  amenazante, un terreno fértil en donde manifestarse.
    En la vida cotidiana, en el ámbito de la familia, del trabajo, del estudio; a
  nivel personal, en la intimidad, en las relaciones públicas y privadas.
    Y de tanto en tanto, hacen su ostentación más visible en episodios que,
  por su magnitud, convocan a una toma de conciencia ineludible por parte
  del conjunto de la comunidad, de la sociedad. En dichas circunstancias, nos
  vemos remitidos a nosotros mismos; puesto que nos inducen a determinar
  con responsabilidad hasta qué punto nuestras actitudes, nuestros actos -y los
  de quienes rigen nuestro destino- están supeditadas o sometidas a Thánatos o
  por el contrario, posibilitan que Eros logre su primacía.

    Miguel Angel de Boer
    Abril, 1992

    (*) Incluido en el libro: Desarraigo y Depresión en Comodoro Rivadavia y otros textos .