miércoles, 10 de julio de 2019

Los carapintadas, Jhon Lennon y Don Fulgencio (*)


Nuevamente los argentinos hemos padecido la ya reiterada puesta en escena de los carapintadas, emergente de las contradicciones insalvables que parecieran sufrir los militares. Víctimas de sus propios errores -básicamente de su mentalidad autoritaria y elitista y su desprecio por la igualdad ante la ley- se vieron conmovidos (aceleradamente luego de la “guerra sucia” y de la “guerra de Malvinas”) por una profunda crisis de identidad. En tanto los “civiles” -aunque pareciera que no todos- volvemos a vivir las consecuencias de esta verdadera “locura lúcida” que se repite, que nos angustia, nos cansa, nos harta, nos avergüenza y nos duele por quienes perdieron la vida en una desventura de la que no participaban. Las causas y motivos que posibilitaron esta “asonada bananera” se irán esclareciendo con el tiempo. Pero el hecho se produjo y no tiene punto de retorno.

John Lennon 

Se cumplen diez años de la muerte a manos de un psicópata delirante llamado Mark Chapman, de alguien que participó en la gestación de un fenómeno musical y cultural en la década del sesenta. Con los Beatles, Lennon revolucionó al mundo en aquel entonces. Apostó a los sueños, a la paz, al amor, al erotismo. En un planeta que sangraba por los cuatro costados con guerras inmorales (¿habrá alguna que no lo es?) y genocidios variados, Lennon trampeaba -casi con ingenuidad- tanta locura. Un joven de origen humilde, huérfano e inculto -un “chilote” de Liverpool- se transformó en un creador irreverente que testimonió lo válido de la vida. Su bella poesía, su música, su desfachatez surrealista, hicieron de él un símbolo de toda una generación, un modelo de alguien que decía que no todo estaba perdido, que la vida tenía sentido, que la desnudez no era mala. John Lennon fue el inventor de la Nostalgia de este siglo. Haciendo lo que sentía, con tolerancia y el respeto por las diferencias. Es una pena que lo hayan matado. Pero como tantos, eso no alcanza para que deje de existir. Y estoy seguro, se encuentra en un cielo de diamantes deseando que sigamos imaginando.

Don Fulgencio 

Era un personaje de historieta creado por Lino Palacio. Era “el hombre que no tuvo infancia”. Era un grande-chico. En una de las tiras, aparecía Don Fulgencio proponiéndole a su sobrino (un intelectual, un chico-grande) la idea de jugar a la guerra, a lo que el sobrino le respondía, con solemnidad, que esos juegos eran peligrosos pues conducían con el tiempo, a una mentalidad belicista. Don Fulgencio, sorprendido y con toda la tristeza del alma, solo atinó a decir: “...pero yo quería jugar a la guerra de mentirita, no a la de verdad...”

“La sangre no alcanza”

Escribí en un poema publicado tiempo atrás. Lejos estaba de mí pensar en que se estaba por derramar de este modo. Lamentablemente parece que es cierto. Hay quienes siguen creyendo que no alcanza. Que no es suficiente. Es hora de que se convenzan, como sea, de que la sangre y la muerte sobran en nuestra tierra. Que entiendan que estamos hartos. Podridos. Que, como Lennon, preferimos el amor. Que, como Don Fulgencio, nos gusta la guerra de mentirita. Que los otros, los que quieren la guerra de verdad y el odio -los Chapman- ya nos repugnan.

Miguel Angel de Boer


(*) Publicado en Diario El Patagonico cuando el levantamiento “carapintada” y posteriormente en mi libro “Desarraigo y Depresiòn en Comodoro Rivadavia (y otros textos) en sus 3 ediciones.


2 comentarios:

  1. Interesante tu escrito Si das recibes pero hay que ponerlo en practica.Siempre vemos todo desde afuera querido un abrazo amigo de FBook

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