sábado, 14 de noviembre de 2015

Thánatos (*)


    En un texto que data del año 1920 y que lleva por título “Más allá del
  principio del placer”, Sigmund Freud postula la existencia de las por
  él denominadas “pulsiones de muerte”. Hipótesis debatida en el curso
  de la historia del psicoanálisis, dichas pulsiones (empuje) darían cuenta, según
  Freud, de la tendencia que tiene el ser humano hacia su propia destrucción.
    Por oposición a Eros (“pulsiones de vida”) y en una lucha permanente
  por imponerse, Thánatos (dios de la muerte en la mitología griega) actuaría
  poniendo en juego la agresión y la destructividad en la búsqueda del retorno
  (psíquico) a un estado previo, de la ausencia absoluta de conflictos, en pos de
  la calma definitiva, de la inorganicidad, en fin, de la muerte.

    La historia
    De la humanidad, claro está, pareciera darle la razón al obstinado vienés.
    Con motivo de una carta que le enviara Albert Einstein en 1932 respecto a
  su inquietud por el origen psicológico de las guerras, Freud reitera sus conceptos
  y cierto escepticismo respecto a la posibilidad de que en algún momento de
  su evolución, los seres humanos pudieran llegar a convivir sin la necesidad de
  destruirse entre si (paradójicamente lejos estaba Einstein de imaginar el uso
  mortífero y devastador que le daría a sus descubrimientos, cuando planteaba
  su preocupación respecto de la paz).

    El desarrollo
    El desarrollo psicológico del ser humano está determinado por una secuencia
  que signa su existencia: nace inerme ante los medios que lo rodean, queda
  expuesto a frustraciones constantes; éstas generan una vivencia de displacer que
  deviene en agresión y sólo a partir de sucesivas experiencias de placer y satisfacción
  (amor y ternura) puede incorporar la capacidad de tolerar el dolor psíquico,
  superar los sentimientos de rabia y odio, para poder así dar curso a su capacidad
  creativa, como modo de expandir su mente en un sentido constructivo.

    La sociedad
    Requiere de un ordenamiento para lograr su subsistencia. Y del “gobierno”
  de la intrincada trama en la que se expresa la relación entre sus miembros,
  depende la regulación de sus tan variados y contradictorios intereses.
    La puja social, económica, política, cultural, está ensamblada en las necesidades
  de los distintos sectores sociales y de cada ser humano en particular. En
  tanto dichos intereses buscan imponerse por sobre los ajenos, surgen entonces
  las desigualdades y la injusticia.
    El desmembramiento actual del mundo “conocido” (con sus reglas de juego,
  sus precisas ideologías, sus delimitadas fronteras) sume al individuo en una
  atmósfera de desamparo y temor, donde nada pareciera brindar la seguridad
  de lo certero.

    La agresión
    Las pulsiones destructivas de muerte encuentran en este “nuevo” mundo
  amenazante, un terreno fértil en donde manifestarse.
    En la vida cotidiana, en el ámbito de la familia, del trabajo, del estudio; a
  nivel personal, en la intimidad, en las relaciones públicas y privadas.
    Y de tanto en tanto, hacen su ostentación más visible en episodios que,
  por su magnitud, convocan a una toma de conciencia ineludible por parte
  del conjunto de la comunidad, de la sociedad. En dichas circunstancias, nos
  vemos remitidos a nosotros mismos; puesto que nos inducen a determinar
  con responsabilidad hasta qué punto nuestras actitudes, nuestros actos -y los
  de quienes rigen nuestro destino- están supeditadas o sometidas a Thánatos o
  por el contrario, posibilitan que Eros logre su primacía.

    Miguel Angel de Boer
    Abril, 1992

    (*) Incluido en el libro: Desarraigo y Depresión en Comodoro Rivadavia y otros textos .

domingo, 6 de septiembre de 2015

Mi testimonio en el libro "Genealogía del recuerdo (Hacer aparecer las siluetas)" de Angelina Uzín Olleros (*) (**)



Seguir trepando la vida

Miguel Angel de Boer


Psiquiatra. Autor del libro Poemas y canciones.


¿En qué circunstancias usted ha tenido relación con la desaparición forzada de personas?

Indirectamente por primera vez en el año con motivo de la desaparición de Martins y Centeno a fines del 71 y luego el matrimonio Verd, Pablo Mestre y Mirta Misetich por ser los primeros desaparecidos que tenían que ver con la militancia de aquel entonces. Posteriormente durante la dictadura militar de 1976 a raíz de su accionar, en relación a amigos y compañeros que fueron apresados y de los no se tenía noticias. Aunque en realidad hube de enterarme realmente de lo ocurrido, su desaparición forzada, a partir del Juicio a las Juntas, y más precisamente por la publicación del Diario del Juicio, donde por primera vez supe lo que realmente había ocurrido. Tal el aislamiento en que me encontraba en la ciudad en donde vivía (y vivo aún) debido al control ejercido por las fuerzas de seguridad sobre mi persona durante todo ese período.

¿Cuál ha sido su situación en la dictadura de 1976: preso político, detenido desaparecido, exiliado?

A partir de los primeros meses del golpe fui detectado (al no haber podido concretar mi intención de ir al exterior luego de obtener mi título de médico) en razón de que se promovió mi nombramiento en el hospital estatal al que asistía circunstancialmente, lo que motivó mi expulsión y la aplicación de la llamada Ley de Seguridad.  A partir de entonces padecí un verdadero insilio, en el sentido de estar exiliado en mi propio país, debiendo soportar persecuciones, interrogatorios, amenazas, con un severo control en mis actividades y relaciones personales. Todo lo cual fue atenuándose con el correr de los años. He narrado esta experiencia en el texto “Breve relato de mis vicisitudes como terapeuta durante la dictadura militar”, que presenté en el 1er Congreso de Salud Mental y DDHH organizado por Madres de Plaza de Mayo.

¿Cómo define usted a la víctima, en su caso, y a partir de qué momento fue una víctima del Terrorismo de Estado en Argentina?

Considero como tal a todo aquel sobre quien se ha ejercido un efecto destructivo (físico, moral, mental, afectivo, económico, etc.) desde un lugar de poder, fuere cual fuere, dada la posibilidad, valga el término, de hacerlo. En tal sentido lo fui desde el momento en que se produjo el golpe, tanto directa como indirectamente. Aunque ya había padecido la cárcel y la tortura con anterioridad, pues estos métodos se aplicaron con mucha anterioridad al golpe del 76 y fueron, en gran medida, un preludio del mismo.

¿Cuándo deja usted de ser o de sentirse una víctima?

Nunca. Lo que no es lo mismo que superar la victimización, es decir, la identidad en que la uno es sumido en una situación traumática padecida, o sea su superación. Precisamente uno de los objetivos del Terrorismo de Estado fue no solo la aniquilación de los que consideraba sus oponentes, sino la de victimizar a los sobrevivientes y a la sociedad toda, como modo de impedir a largo plazo su cuestionamiento y más aún su derrocamiento y por sobre todo, la prosecución de un modelo de sometimiento mas allá de su propia existencia o ejercicio del poder por sus propios medios.

¿Ha participado en los Juicios a las Juntas o en los Juicios que se reabrieron después de la anulación de los indultos?

Si bien me fue planteada tal posibilidad en caso de ser necesario no he participado en ningún juicio hasta el momento.

¿Qué momentos pos dictadura destaca como más relevantes con relación a la justicia: el Juicio a la Junta Militar y la creación de la CONADEP; la anulación de las Leyes de Punto Final y Obediencia Debida, la anulación de los Indultos? ¿Por qué motivo ha elegido esa opción?

Todas fueron relevantes, tanto positiva como negativamente, aunque personalmente – y en mi práctica profesional también lo vivencié con pacientes afectados que atendía en ese momento– los Indultos fueron tremendamente impactantes por sus efectos traumáticos, así como su anulación tuvo efectos sumamente reparadores.

Una víctima ¿deja de ser víctima en algún momento o su destino será siempre marcado por ese momento de total indefensión?

Retomando lo que respondí en la pregunta 4, creo que nunca, pero sí la posibilidad de no quedar victimizado, dependiendo esto de la intensidad de lo vivido y de los recursos para tolerarlo y para su elaboración posterior, donde la Memoria, la Justicia y el castigo a los victimarios, esto es, la no impunidad por los actos cometidos, son factores de suma importancia para ello.

¿Cuál es la responsabilidad de la sociedad civil frente al reclamo de justicia por parte de los damnificados, los familiares y la restitución de hijos?

Varía según los distintos momentos o etapas y también los distintos sectores. Ha sido en parte víctima y en parte cómplice. Décadas de sometimiento y autoritarismo (ideológico, político, económico, religioso, cultural) posibilitaron las tremendas experiencias vividas. Pero sin lugar a dudas cuanto más profunda y amplia la toma de conciencia del conjunto, mayor posibilidad de que el reclamo logre concretarse satisfactoriamente.

¿Qué palabras destacaría usted con relación a su experiencia o a la de sus familiares en la historia reciente del país signada por la Dictadura en manos de genocidas?

               Con este poema de mi autoría:

RIMEMBERES

TIEMPO

Si te preguntan

cuanto te tuvieron
cuanto te torturaron
cuanto hace que te pasó  
                       
Es porque ignoran 

que allí donde se vive la muerte
                                              los días
                                                       las horas
                                                                los minutos
                                                                       los segundos
                                                                               son fugaces y eternos


ACLARACIÓN

Lo que ustedes tienen que entender
es que:
            como se portan mal
            les tenemos que hacer chas chas en la cola

Y…ahora hablá pibe…o te reviento…hijo de puta…!!!


 HIGIENICOS

I

Uno de ellos
agotado
dejó de pegarme
y se puso a lavar la vajilla
       (la puta que los parió,  aquí nunca limpia nadie)
Luego
acomodó las cosas
se secó las manos mirándome
con la mirada mirona
y continuó apaleándome
me / ti / cu / lo / sa / men / te

II

Me voy a dar una ducha dijo
          mientras se secaba la frente
          (tras haberlos torturado salvajemente)
porque si hay  algo que no soporto es este olor a judío de mierda que se  me impregnó en la piel

Regresó al rato
más fresco
y de muy buen humor


dios

En el preciso instante
de infligir
               el máximo dolor

un orgasmo


RESISTENCIA

Estaban convencidos de que resistía
porque me consideraban
            ideológica/política/moral/física
            y mentalmente
            fuerte
En tanto yo evocaba
            con mi cuerpo desolado
el ruido del mar
acariciando la arena y el pedregullo de mis playas

y una frescura luminosa penetró en mi pecho
encegueciendo de vida a la muerte


CUESTIÓN

El asunto es como lograr
seguir siendo
en medio del atroz desamparo del espanto


MONTAND

Cuando me los cruzo en la calle
me acuerdo de Ives Montand en La Confesión

Y siento pena
              por él

              por Montand


PARA COLMO

Uno cree que después de eso
al menos ya no habrán  mas dolores
tan dolorosos
en la vida


LA REVANCHA

No olvidarla
No olvidarlos
No olvidarnos

Seguir trepando la vida
Cabalgarla
Revolcarnos en ella

Hasta dejarla exhausta
De tanto vivirla


 (*) Editorial ARANDU. Goya, Corrientes. Argentina. 2015
(**) Presentado en el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti (ex ESMA), Buenos Aires, el 27/08/15



lunes, 20 de julio de 2015

Amiga (*)



Fui a conquistarte
siendo un niño asustado
y me recibiste
      sin tenerme en cuenta

 Me hiciste crecer
      a los golpes
y porque no
      a las caricias

 Te conocí de a poco
y me conociste
      a los saltos
Conocerte fue conocerme
y me dejaste
      abandonado

Te amé con toda mi vida
Te odié con toda mi alma

Me diste tanto
y me quitaste
       todo

Yo fui vos
y vos fuiste
        yo
Y aún recuerdo tu luna
tus fríos
tu regazo

Me alentaste
      y perseguiste

Te canté
      y me cantaste

 Me hiciste hombre
      me empequeñeciste

Supe del horror
      y la esperanza

Y quise olvidarme de vos
olvidándome
de mi
      sin poder

Y en mis noches de duelo
que son también de regocijo
porque aún no muero
      (y he muerto tantas veces que ni yo lo creo)
mi corazón me dice que
      Córdoba amiga
            todavía
                  te quiero.

Miguel Angel de Boer

(*) Poema que escribí hace ya varias décadas.

sábado, 21 de marzo de 2015

EL BRINDIS ("Adagio..) (*)



Confieso que ni bien comencé a ver las luces de la ciudad, ya próximos al aeropuerto, el miedo me invadió sorpresivamente al tiempo que se sucedían, una tras otra, imágenes de aquel entonces.

Si bien habíamos atravesado una ( "En mi país que tristeza, la pobreza y el rencor")inquietante turbulencia - que por un momento temí fuera un mal presagio -, supe que se trataba del mismo miedo de mierda que por mas de veinte años me había impedido regresar a mi querida Córdoba, la "docta".

Llegaba ahora sin saber con que me iba a encontrar luego de tanto tiempo, a la vez que con el entusiasmo de concretar un retorno ("Dice mi padre que ya llegará desde el fondo del tiempo otro tiempo") ciento de veces postergado. Aunque en verdad, mi anhelo era poder reencontrarme al menos con algunos de mis compañeros y amigos, y recorrer esas calles y plazas que tanto había añorado a la distancia.

Ya en tierra, una noche calurosa y estrellada me transportó inmediatamente a aquel verano del 67' cuando llegué por ("sobre un pueblo que sueña labrando su verde solar") primera vez, lleno de dudas e ilusiones, a estudiar medicina. Ya camino al centro y a medida que hacíamos el recorrido, para mi sorpresa, fui reconociendo calles y lugares que tenía por olvidadas definitivamente.

Fue así que, casi sin darme cuenta, y luego de contemplar embelesado la Plaza Vélez, cumplí con un deseo que me había prometido antes de salir de Comodoro: tomar una fresca cerveza al ("En mi país que tristeza, la pobreza y el rencor") borde de la Cañada, acompañado por mi hijo Manuel y atendidos por una joven, tierna y simpática moza, que me recordó el encanto y la frescura de las mujeres cordobesas. 

Bueno, no solo de las cordobesas.

Lo que vino después será motivo, tal vez, de otros relatos, porque quiero ahora compartir mi reencuentro con ellos: mis compañeros, mi familia, mis amigos.

Enterados de mi presencia el mismo viernes que llegué, quedamos en comer un asado el domingo al mediodía. Ignoraba quienes iban a asistir, lo que acrecentó aún más mi excitación ("Tu no pediste la guerra madre tierra, yo lo sé") y mi impaciencia. Si bien tenía alguna información, no sabía realmente quienes habían sobrevivido, a quienes se iba a poder ubicar y además habían transcurrido casi treinta años desde que nos viéramos por última vez, con muchos de ellos.

Tras haber pasado una noche bastante agitada, salí a la "reunión" con una mezcla de curiosidad y temor, de angustia y euforia, en tanto ("Dice mi padre que un solo traidor puede con mil valientes") los recuerdos se iban agolpando de un modo errático y vertiginoso, atravesando mi cuerpo y mi mente en un torbellino imparable.

Cuando me iba acercando a la casa, bajo un sol espléndido y un cielo azul como la vida, mi corazón comenzó a palpitar intensamente al ver ("él siente que el pueblo en su inmenso dolor") , maravillado, que todos me estaban esperando en la vereda y caminaban lentamente a mi encuentro.

Fue entonces que un fulgor indescriptible se desparramó por mi pecho, casi hasta el aturdimiento.
Porque me parecía imposible.
Porque tantos  años  tantos, tantos sufrimientos tantos, tanto dolor, tanto, tanto espanto, tanto, se desvanecían en un instante ante ese milagro que ("hoy se niega a beber en la fuente clara del honor") estaba presenciando: algunos de los seres mas queridos de mi vida, se encontraban, juntos, aguardando mi llegada.
Y allí, en la vereda de un barrio cordobés, me sentí, de golpe, el ser mas afortunado de la tierra.
Primero vino la Gorda, casi corriendo, con los brazos abiertos como para atraparme a la distancia. Con sus bellos ojos encendidos, exclamando mi nombre emocionada (y yo el de ella), hasta que ("Tu no pediste la guerra madre tierra, yo lo sé") nos fundimos en un abrazo tan profundo que nos llegó hasta el alma.
Querida Gorda.
Un poco mas allá se encontraban Juan (con su rostro siempre generoso y deslumbrante, a pesar de su evidente parálisis) con su esposa y una de sus ("En mi país somos duros, el futuro lo dirá") hijas, a quien yo conocí de pequeña. Y juro que los brazos no me alcanzaban para acunarlos en mi pecho.

Queridos amigos.

Después nos dimos un abrazo, que hubiéramos querido prolongar eternamente, con el Negro, con quien compartimos tantas cosas que no nos bastaría lo que nos resta de existencia para poder recordarlo.

Querido compañero.

Fue entonces que estallé en un llanto incontrolable, desgarrador, de dolor y de dicha. Con lágrimas que tenía acumuladas vaya a saber desde ("Canta mi pueblo una canción de paz") cuando, pero seguro que no menos de tres décadas, por no decir toda la vida.

Queridos compañeros.

Después hablamos, nos contamos, nos preguntamos: "pero que linda que estás", "te acordás la vez que.", "supiste que se murió la Negra Marta" "no me digas. puta madre..", "pero estás igual que siempre hijo de puta", "nunca supe como fue la muerte de la Flaqui","el Loco también está vivo", "yo de haber sabido donde estabas te hubiera entregado, porque me interrogaban poniéndole la pistola en la cabeza a mi hijo...quiero que lo sepas, perdoname.", "...dejate de joder...estamos todos juntos ahora,¿no?...", ("detrás de cada puerta está alerta mi pueblo") ,"y tu amigo...¿se murió?"..."bueno, en realidad se suicidó…", "no me digas…", "¿a vos también te torturaron en el Cabildo?" ,"yo de pedo no fui a parar a La Perla", "me acuerdo en el Cordobazo...", nos miramos, nos tocamos, nos besamos. Reconociéndonos. Redescubriéndonos.

Evocando y reconstruyendo un pasado que resurgía a borbotones con recuerdos que habían quedado sepultados hasta su inexistencia y que afloraban ahora intactos ("y ya nadie podrá silenciar su canción") o bien para ser corregidos, cotejados, comparados. Como si el olvido (ese olvido) los hubiera estado protegiendo hasta este prodigioso momento.

Deleitándonos con uno de los asados más sabrosos que comí en mi vida, en la mesa más bella del mundo, felices todos, hasta el infinito, de estar juntos otra vez.

La tarde fue transcurriendo ("y mañana también cantará") serena y apacible, como si no nos hubiéramos dejado de ver nunca.

Con la misma confianza y franqueza de entonces. Con el mismo afecto. Con nuestras vivencias intactas. 

Poniéndonos al día como podíamos. Haciéndonos regalos, mirando fotos, develando dudas, confusiones, malentendidos.

En tanto, seguíamos pendientes de la (“En mi país somos duros, el futuro lo dirá") televisión para saber los resultados de las elecciones en Uruguay, apostando a Tabaré y los tupas, claro.

¡Y yo enterándome, después de casi treinta y cinco años de habernos conocido, que el Negro es un bostero!

¡Y todos cagándonos de risa cuando le dije que de haberlo sabido lo hubiera batido para que se quedaran con un hincha menos!

¡Y yo conociendo a mis (“En mi país que tibieza cuando empieza a amanecer") sobrinos y a sus hijos, que con los otros chicos estaban disfrazados porque era Halloween, sintiendo que tiempos disímiles se superponían y entrelazaban mágicamente!

Y mas recuerdos. Y mas anécdotas.

Armando rompecabezas y rompecorazones.

Y mas abrazos. Y más besos. Y más caricias. Y mas miradas. Iluminadas. Dignas. Serenas. Transparentes.

A pesar de todo lo ocurrido.

O por ello mismo.

Fue así que, en un ("Dice mi pueblo que puede leer en su mano de obrero el destino que va a recorrer") momento, decidimos realizar un brindis.

Y lo hicimos: de pie, alzando nuestros vasos y copas, chocandolos unos con otros, con y por la emoción de estar vivos.

Brindando por todo.

Celebrando por todo.

Si, por todo.

Por todos.

Porque estábamos todos.

Porque no sé si para los demás, pero puedo asegurar que para mí no faltaba nadie.

Ni Mary, ni Marta, ni Alfredo, ni Raúl (" y que no hay adivino ni Rey que le pueda marcar el camino que va a recorrer") , ni Aldo, ni el Gringo Tosco, ni el Che (cuyas sendas pequeñas esculturas, realizadas por el magnífico artista Carlos Benavidez, recibí de obsequio), ni el gordo Varas, ni Mena, ni Papillón, ni el Cuqui, ni Nené, ni Yiyí, ni el Tano Carlos, ni Rubén, ni tantos que ya no están, pero siguen y seguirán existiendo, por siempre.

Porque brindamos por ellos y por nuestros sueños mas ("En mi país que tibieza cuando empieza a amanecer") apasionados.

Por todo aquello que compartimos, en las buenas y en las malas, con nuestras convicciones y nuestros ideales.

Por nuestra lucha.

Con alegría.

Con coraje y decisión, pero sin perder la ternura.

Jamás.

Y no la perdimos.

Doy fe.

Miguel Angel de Boer
Comodoro Rivadavia, Marzo, 2006

"En mi país somos miles y miles
De lágrimas y fusiles
Un puño y un canto vibrante
Una llama encendida, un gigante
Que grita: adelante, adelante.

En mi país brillará
Yo lo sé el sol del pueblo
Arderá nuevamente
Alumbrando a mi tierra"


Alfredo Zitarrosa

(*) Escribí la primera versión de este relato en Noviembre del 2004 con la idea de compartirlo en las fiestas de fin de año, pero fue cuando ocurrió la tragedia de Cromagnón y desistí de hacerlo frente a lo conmoción en que nos sumió a todos.
El tiempo ha ido pasando y siento que al cumplirse 30 años del golpe, puedo hacer nuevamente es Brindis con todos.
La foto con Mary (María Haydée Rabuñal, mi primera esposa, fallecido), es  del 74/75 aproximadamente.

miércoles, 18 de marzo de 2015

TO CALETA CORDOVA (*)

I long for that time
back then in Caleta
where life
was not nostalgia
of alcohol and parties
doors open
and a beautiful park
where I played

Afternoons resting
the smell of seaweed
motor boats populating
the green waters,
while a dinghy
spread its nets
accompanied
by a restless seal


Workers
planting fruit
opening tracks
for the next day
on gangplanks
or receiving
sleepless boats
taking the soul away

Mixture of languages
and customs
the whole world
had in my childhood
Spaniards Italians
or provincials
and even a Korean
along the beach

But the lobster
took everything
killing green
killing desire
even homes
were dissolved
along with them
hopes

I went looking for
my own story
and the memory of you
went with me
now I see you
still so tender
that the stars
dance and sing

Do not grieve
do not fade away
Women and men
still love you
honeys from heaven
move waves
so that you may vibrate
and be thus reborn

Miguel Angel de Boer

Caleta Córdova is located a few miles north of Comodoro Rivadavia. It was a typical "ypefiano" [Yacimientos Petrolíferos Fiscales] camp (before the privatization of the Oilfieds in the 90s. The poem is already decades old.


(*) Traducción de Robert “Bob” Gurney, Londres 14/03/15


A CALETA CORDOVA

Añoro ese momento
en ese entonces en Caleta
donde la vida
no era la nostalgia
de alcohol y fiestas
puertas abiertas
y un hermoso parque
donde jugué

Las tardes de descanso
el olor de las algas
barcos de motor que pueblan
las aguas verdes,
mientras que un bote
extendido sus redes
acompañado
por un sello inquieto


Trabajadores
plantación de frutas
la apertura de pistas
para el día siguiente
en pasarelas
o recibir
barcos de insomnio
teniendo el alma de distancia

Mezcla de idiomas
y costumbres
todo el mundo
tenido en mi infancia
Españoles italianos
o provinciales
e incluso un coreano
a lo largo de la playa

Pero la langosta
 tomó todo
verde matando
matando deseo
incluso casas
se disolvieron
junto con ellos
esperanzas

Fui a buscar
mi propia historia
y el recuerdo de usted
se fue conmigo
ahora te veo
siendo tan tierno
que las estrellas
bailar y cantar

No te aflijas
no se desvanecen
Mujeres y hombres
aún te amo
mieles del cielo
ondas de movimiento
para que pueda vibrar
y ser así renacer

Miguel Ángel de Boer

 Caleta Córdova se encuentra a pocos kilómetros al norte de Comodoro Rivadavia. Fue un "ypefiano" típico [Yacimientos Petrolíferos Fiscales] campamento (antes de la privatización de los Oilfieds en los años 90. El poema ya tiene décadas de antigüedad.

viernes, 13 de marzo de 2015

A CALETA CORDOVA (*)



         Añoro un tiempo
            allá en Caleta
            donde la vida
            no era nostalgia
            de alcohol y fiestas
            puertas abiertas
            y un parque bello
            donde jugaba

            Tardes dormidas
            aromas de algas
            lanchas poblando
            las verdes aguas,
            mientras un bote
            tendía sus redes
            y un lobo inquieto     
            lo acompañaba

         Trabajadores
            sembrando frutos
            abriendo huellas
            para el mañana
            en pasarelas
            o recibiendo
            barcos insomnes
            llevándose el alma

            Mezcla de idiomas
            y de costumbres
            el mundo entero
            tenía en mi infancia
            gallegos tanos
            o provincianos
         y hasta un coreano
            allá en la playa

            Mas la langosta
            arrasó con todo
            matando verde
            matando ganas
            hasta las casas
            fueron deshechas
            junto con ellas
            las esperanzas

            Me fui buscando
            mi propia historia
            y tu recuerdo
            me acompañaba
            ahora te veo
            sigues tan tierna
            que las estrellas
            danzan y cantan

            No te acongojes
            no desvanezcas
            mujeres y hombres
            aún te aman
            mieles del cielo
            agitan olas
            para que vibres
            y así renazcas

            Miguel Angel de Boer


 (*) Caleta Córdova esta situada a unos pocos km al norte de Comodoro Rivadavia. Era un típico campamento "ypefiano" (antes de la privatización de Yacimientos Petrolíferos Fiscales en la década del 90). El poema tiene ya sus décadas.







jueves, 26 de febrero de 2015

Acerca de la (mi) identidad (*)



“Sé quién soy o quién no era”
Ignacio Guido

“Ya me apuran los momentos
Ya mi sien es un lamento
Mi cerebro escupe ya el final del historial
Del comienzo que tal vez reemprenderá”
Barro tal vez
Luis Alberto Spinetta


                Camino ya a los 65 años, que no son pocos pero tampoco tantos como para dar por concluidas algunas cuestiones de la vida, y con la confianza de que al compartir el presente pueda resolver una de ellas que aún tengo pendiente, paso a  exponer  las inquietudes y reflexiones que motivan el título.
                Nací en la ciudad de Comodoro Rivadavia, Chubut, Argentina, el 3 de Marzo de 1950, en la casa de doña Adela Small, que estaba ubicada  en la calle Mitre, entre San Martín y Rivadavia, frente a donde ahora se encuentra el sanatorio de La Española. Ella siempre fue para mí la abuela Adela (era tía materna de mi papá),  pero todos la conocían como “la cigüeña de Comodoro” ya que fue una de las primeras parteras de la ciudad - en aquel entonces “el pueblo”-,  profesión  que desarrolló durante décadas. Por esas cosas de la vida, falleció en un accidente en uno de sus paseos a Buenos Aires  cuando vivía en mi casa en Barrio Muelle de Km 3, donde también  fue velada. Tuve entonces la oportunidad de compartir sus últimos años de vida y acceder así a relatos, historias y anécdotas  durante  mi adolescencia, cosa que nunca olvidaré y que tal vez algún día compartiré en algún texto. De sus padecimientos en  los campos de concentración  británicos en la guerra anglo-boer, de sus vicisitudes al llegar a las costas patagónicas, de sus viajes por el mundo, en fin, de la intensidad de la existencia de una protagonista de la historia comodorense y patagónica. Lo que no me dijo nunca la abuela, aunque me contó numerosas veces como había sido mi nacimiento (“y te tomé en mis manos y te alcé hacia el cielo para que Dios te bendijera  y te protegiera en la vida”),  es que yo era un hijo adoptivo o adoptado, según la connotación que se le quiera dar. Muchos años después pude inferir porque.
                La historia de cómo me fui enterando de mi adopción es la que suele acontecer habitualmente. Con las numerosas señales que surgen  y se van negando (físicamente no tengo el menor parecido con mis padres adoptantes ni  con ninguno de mis familiares; solo me parezco a mis hijos). Con simulaciones y comentarios sospechosos a mis oídos en distintas etapas de mi crecimiento. Con las habituales “cargadas” e incluso apodos - confusas para mi entendimiento cuando era un niño,” guacho” era uno de los más comunes- por parte de mis amigos de la infancia y del colegio. Con el control casi persecutorio de mi mamá por temor, después lo supe, a que alguien pudiera develar el secreto. En fin, con la atmósfera siempre enrarecida y despersonalizante que genera  la invalidación de las percepciones en pos de sostener lo arbitrariamente establecido y mantener en la ignorancia lo que, en realidad, es sabido. Posibilitado todo por un inexpugnable pacto de silencio.
                Viene a colación una anécdota que nunca olvidaré.
    Vivíamos en Caleta Olivia, provincia de Santa Cruz, a fines del  55 o comienzos del  56. En un descuido de mis padres ingerí unos tragos de Gancia con Fernet que estaban tomando en el clásico “vermouth” y tuve una inmediata borrachera. En el medio de la misma lloraba desesperadamente y no quería que mi mamá se acercara a la vez que le decía “vos mataste a mi mamá….salí de acá…vos mataste a mi mamá”, palabras que ella escuchaba, llorando también con desesperación, mientras mi papá trataba de contenerme. También años después pude entender su significado.
                 Debo decir que mis padres adoptantes Anna Jacoba Venter y Wietze Klaas de Boer (hija de dos sudafricanos ella, hijo de padre holandés y madre sudafricana él, pero ambos nacidos en Argentina) son sin duda mis verdaderos padres. Entendiendo por verdadero que mi crianza fue fruto de su amor incondicional, de su plena dedicación,  de sus convicciones culturales y religiosas, lo que hizo que me brindaran todo lo que estuvo a su alcance para mi desarrollo y crecimiento, cosa que agradezco con todo mi corazón porque me siento privilegiado por todo lo que he vivido hasta el momento, tanto para disfrutar con plenitud las alegrías como para afrontar dificultades tremendas con la fortaleza que hubieron de transmitirme. Generosos ambos. Criados en ámbitos inhóspitos en los campos patagónicos y en épocas duras. Trabajadores. Honestos. Con las dificultades propias de la época que les tocó vivir. Pese a que tuvimos no pocos conflictos siempre conté con ellos  aún en los momentos más difíciles (y de enorme peligro,  tanto para mí como para ellos, como lo fue cuando fui apresado durante mi militancia en los 70 y durante la persecución de la dictadura) y nunca voy a dejar de extrañarlos, a la vez que su recuerdo es una presencia que siempre me acompaña y rescato lo mejor de sus enseñanzas y la ternura que me prodigaron como nadie lo hizo nunca, tan especial y única. (1) Pero cabe mencionar que ellos tampoco me dijeron que era un hijo adoptivo. Pese a que por lo menos en una oportunidad, que fue cuando nació mi hermana Stella Maris, también adoptada (2), en que alguien de un modo muy fortuito me dijo “así que tenés una hermanita Miguelito… ¿y es adoptada como vos?”, y al ir con la novedad a mi casa no obtuve sino la explicación de que se trataba de una mentira y no debía darle importancia. Cosa que hice sin ningún reparo.
               Más allá de que como psiquiatra haya estudiado el tema en profundidad,  nunca terminaré de asombrarme de la simplicidad y complejidad del conflicto entre lo que se sabe y se niega, que básicamente es lo que implica la contradictoria  y ambigua vivencia de la adopción no develada. De la enorme tarea mental y emocional que conlleva, y de las numerosas consecuencias y efectos que tiene en la extensa red familiar, social y cultural que participa activa o pasivamente para impedir que lo que está a la luz se pueda ver, que lo que se oye con nitidez no se escuche y que lo que siente y se percibe se distorsione  o quede abolido. Aunque, aclaro, lejos estoy de atribuir todas mis dificultades, ni mucho menos,  al hecho de ser un hijo adoptivo. Por el contrario, me siento muy afortunado de serlo y no me imagino una vida distinta a la que he tenido, tan plena e intensa.
               Otra anécdota. Estaba en segundo año de medicina en Córdoba. No recuerdo en que materia, creo que Fisiología. Nos tocó estudiar los grupos sanguíneos. Hice los cálculos en relación al grupo sanguíneo de mis padres y me di cuenta que no coincidían con el mío. Tenía un dato cierto, preciso. Lo conversé  con ellos y nuevamente  lo negaron, lo que convalidé con mi silenciosa aceptación, sin ningún tipo de cuestionamiento.
               Ahora bien, aclaro que cuando me referí  al pacto de silencio no es un concepto que mencioné al azar sino que posiblemente constituye el eje de estas reflexiones  dado su efectividad y alcance, aún en estos días.
               Paso a desarrollarlo.
               Calculo que sería por el 78, en plena dictadura militar, cuando yo viajaba desde Comodoro  a Buenos Aires (haciendo caso omiso a la “recomendación” de no moverme de Chubut por parte de quienes me controlaban, es decir, los “servicios de inteligencia”) para hacer terapia y realizar mi formación de posgrado en psicoanálisis, psicoterapia y técnicas auxiliares en la clínica del Dr. Alberto Fontana (3), cuando se produjo un hecho sumamente significativo en mi vida.
        Ocurrió que en oportunidad de estar en una sesión con el Dr. Guillermo Kornblit (el inefable “Willy”, con el que aprendí mucho más que a ser un paciente) aconteció lo siguiente: al salir de la sesión, estando ya fuera del consultorio, me di cuenta – Willy ni se había dado cuenta – que me estaba llevando un almohadón del diván debajo de un brazo. Rápidamente, golpeé la puerta y se lo devolví, ante la perplejidad del Gordo que dijo “esto jamás me había ocurrido con un paciente”.  Obviamente salí desconcertado pero no le di mayor importancia salvo sentirme un tanto ridículo y confuso. Al otro día, intentando reconstruir lo sucedido, en un momento me propuso que me colocara en la posición que estaba antes de irme de la sesión. Al hacerlo se quedó observándome un rato y entonces me dijo  “lo único que se me ocurre es que pareces un jugador de rugby recostado con la pelota debajo del brazo”. El que me quedé perplejo, al escucharlo, fui yo. Luego de unos instantes reaccioné comentándole que tenía un paciente en tratamiento que era jugador de rugby y que había venido a la consulta por un conflicto con su… adopción.  Comenzamos a hilar más fino el resto de la sesión y Willy quedó convencido de que “yo no sé si lo serás, pero de que te sentís un hijo adoptivo no hay ninguna duda”.  (4)
        Ni bien regresé a Comodoro le dije a mi mamá que quería hablar con ella (mi papá ya hacía tiempo que había fallecido) y nos encontramos esa misma tarde.
        Así comenzó la conversación:
-                  ¿Por qué no me lo dijeron?-  le pregunté
                  ¿Y cómo te enteraste? - me respondió, antes que aclarase a que aludía mi pregunta.
Fue entonces que le transmití lo ocurrido en mi terapia ante el asombro y fascinación de ella. Luego de abrazarnos y llorar con gran emoción (puedo decir que casi sentí que la abrazaba por primera vez), me  contó  las pocas cosas que sabía sobre mi origen y nacimiento (5) y el porqué del silencio, al menos de parte de ella, (“porque papi no quería que te enteraras, pero además yo no te lo dije, porque nunca lo preguntaste en serio”) y del  gran alivio que sentía luego de tantos años de no poder decirlo. Yo entonces  tenía cerca de 30 años y ella alrededor de 70.
                Desde entonces en distintos momentos de mi vida investigué e intenté averiguar mi origen biológico por todos los medios a mi alcance. Esto es: durante años estuve preguntando, entrevistando familiares, conocidos, vecinos de distintos barrios en donde habíamos vivido, enviando cartas, haciendo llamados telefónicos,  mails, acudiendo a archivos, a algunos miembros de organismos de DDHH, recorriendo ciudades y pueblos, siguiendo cuanta pista estuvo a mi alcance, obteniendo hasta el momento solo datos probables, hipótesis varias y muchas historias posibles y otras casi fabulosas. Con el tiempo me di cuenta que todo era inconducente y decidí quedar a la espera.
                De lo que si pude estar seguro es de algunas cuestiones como por ejemplo de que soy uno de los pocos que aún no saben la verdad y de que muchas personas con que las he hablado tenían datos ciertos,  pero que algunos por convicción y otros porque no se animaron, prefirieron guardar silencio.
    Por convicción, porque en la época en que fui adoptado ser un hijo “ilegítimo” o  “bastardo” constituía un estigma, dado que testimoniaba una transgresión a las normas instituidas y las cuestionaba,  por cuanto una  adopción no era posible sin una red de complicidades que ocultara tal hecho,  es decir: el origen que debía encubrirse en pos de obstruir toda posibilidad de acceso a la verdad biológica. Cosa imposible si las hay. (6)
    Pero también porque como me dijo un familiar- contemporáneo de mis padres y  que con seguridad es uno de los portadores del secreto - cuando le pregunté si sabía algo de mi origen biológico:  “No sé para qué querés  saber, si lo importante es que tus padres son los que te criaron, y te aceptaron por vos mismo, sin averiguar de dónde venías, para amarte como su propio hijo, y cuando te adoptaron no solo ellos sino toda la familia te recibió sin reparos y te hizo uno más sin importar nada más, y averiguar o decir algo de tu origen era poner en duda el acto de amor de ellos y todos”. Palabras más, palabras menos. Es decir: lo afectivo y emocional como opuesto a lo legal,  la constitución simbólica de la identidad y de la pertenencia como contradictorio de la “concreta” constitución biológica (en una suerte de inversión del concepto de que “el yo es antes que nada un yo corporal”), como si lo biológico no entrañara una historia que lo complementa. (7)
    En cuanto a los que no se animan a dar a conocer lo que saben, indudablemente  perciben que hacerlo conlleva  el riesgo de hacer detonar  toda la trama de ocultamiento,  temiendo ser implicados en tanto partícipes del mismo.  El temor a revelar la “historia” pareciera proporcional a la magnitud de las infracciones, delitos o transgresiones, supuestas o reales,  ocultas en el secreto. ¿Hijo de madre soltera y padre casado? ¿De un patrón con la empleada? ¿De una dama con algún amante inoportuno? ¿De una prostituta con un “hombre de bien”? ¿De una joven traída de Chile por un matrimonio de una esposa infértil? ¿Dado en adopción o vendido? Son algunos de las variables que se me han planteado y de interrogantes  que dan cuenta de la enorme resistencia con que me encontrado en este arduo camino de querer saber cuál es mi origen biológico. (8)
                Como he mencionado no deseo abundar en detalles respecto a las consecuencias que ha tenido ignorar mi identidad biológica, pero quisiera  mencionar algunas cuestiones respecto a mi derecho a la misma.
    Derecho humano, si los hay, que me aún se me sigue arrebatando  y que me es vulnerado  injustamente, sin ningún tipo de reparo y con total impunidad. Y no se crea que no requerido la ayuda de profesionales del  derecho quienes me han planteado que todo es incierto. Que no hay garantías. Que los plazos han expirado. Que depende de quien tome la causa. (9)
    Invariablemente la respuesta ha sido la misma en todas partes. Mejor dejar todo como está. Para que andar hurgando en estas cuestiones que son cosa del pasado. Para que querer saber, más a esta altura de la vida. O sea: el sacrificio de la subjetividad (la mía) en pos de la “sobrevivencia” de una sociedad que no quiere asumir su grado de responsabilidad en la producción o construcción de la misma.
                Pero como no hay identidad individual que no sea a la vez producto una identidad social aún sigo a la búsqueda con el anhelo de que el silencio dé paso al compromiso con la (s) verdad(es).
    Estoy, sin duda, en tiempo de descuento,  pues  las posibilidades de un encuentro en persona con mis padres biológicos se van acortando y hago  público este testimonio con la esperanza de poder apropiarme íntegramente de mi vida, cosa a la cual también tienen derecho mis hijos, mi descendencia toda.

Miguel Angel de Boer  (**)

Comodoro Rivadavia, 9 de Agosto 2014 (fecha del cumpleaños de mi mama Anna)- 26 de Febrero 2015

DNI 7888294
Cel: 297 154 177547
               
            (*) Hace años que vengo pensando en escribir el presente y comencé a redactarlo hace aproximadamente un año. La cita de Ignacio Guido no es casual. Todo lo que aconteció con su aparición/recuperación me ha servido de estímulo para concluir el relato y la decisión de hacer público este testimonio (y pedido).
                (**) Apellido que se pronuncia: dəˈbur  en neerlandés o  debuur en afrikaans
(1) A ellos les he dedicado varios de mis poemas y relatos a lo largo de mi vida varios de los cuales se pueden encontrar en mi blog: www.lasbabasdelangel.blogspot.com.ar  . También fui miembro fundador y primer presidente de la Asociación de la Colectividad Sudafricana del Chubut, lo cual no fue ajeno a mi deseo de honrar su memoria.
(2) De lo cual yo ni me percaté, porque tantos mis padres como familiares (y creo que mis vecinos de Barrio Muelle también), montaron una escenificación memorable  para que no me diera cuenta de la situación. Recuerdo que una tarde mi mamá se fue porque “voy a tener a tu hermanita” y no regresó hasta el día siguiente. Me despertaron colocándola a Stellita en mi regazo y yo sentí una de las alegrías y felicidades más grandes de mi existencia, pues siempre había pedido por ella. Recuerdo también que después recorrí el barrio casa por casa compartiendo con una emoción incontenible y gritando  a toda voz “tengo una hermanita, tengo una hermanita” a mis vecinos. Fue un 25 de Marzo, instituido en Argentina como el “Día del niño por nacer”, y fui yo quien le eligió el nombre. También ella aún hoy ignora su origen biológico.
(3) De paso aclaro que guardo una gratitud infinita hacia Fontana y todo el equipo, pues fue el único que aceptó  atenderme luego de varios intentos que hice con diversos referentes de aquel entonces que me rechazaron tanto  debido a mi condición de ex militante como por efecto del miedo y terror imperantes. En ese  momento estaba exonerado de toda actividad profesional en el ámbito de instituciones tanto estatales como privadas porque me habían aplicado la “Ley de Seguridad”. De todo lo vivido durante la dictadura doy cuenta en un relato que se encuentra en la web “Breve relato de mis vicisitudes como terapeuta durante la dictadura militar”,  que estoy corrigiendo y ampliando para una próxima reedición.
                (4) Recuerdo haber salido de la sesión muy impactado, pues evocaba imágenes, situaciones, ideas que se asociaban, ahora innegablemente, a lo ocurrido. También recuerdo que entré en un negocio y el vendedor que me atendió (recuérdese que estábamos en la dictadura) lo primero que me preguntó fue si yo era militar. Cosa que me dejó turbado dada la situación que atravesaba. Ni que pensar si hubiera sabido, pues me enteré hace muy poco, que estaba con una orden de captura federal, además de  cual era una de las posibilidades de mi origen biológico paterno. También merece ser compartido lo que ocurrió con el paciente mencionado. Al enterarse de su adopción el proceso familiar que se desencadenó fue muy complicado, pues la madre no toleró que él quisiera saber cuál era su origen biológico. Tiempo después contrajo matrimonio y no recuerdo si luego de tener uno o dos hijos, murió en un accidente por demás increíble, llevándose – literalmente -  un poste por delante con una moto. Lo tengo entre uno de los recuerdos más tiernos por cómo era (simpático, locuaz, muy inteligente y afectuoso) y por lo que significó en mi vida. Tendría alrededor de veinte años, pues lo atendí cuando estaba terminando su secundario y lloré junto a su familia en su velorio y entierro.
                (5) Entre ellas que: “La abuela Adela nos avisó que ibas a nacer y fuimos con papi. Yo alcancé a verla a tu mamá. Era una morochita joven, muy linda. Estaba con los padres. Esperamos que nacieras y como cuatro horas después te llevamos a casa”. “No nos dijo quién era tu mamá ni tu papá y además no teníamos que preguntar nada, pero nos enteramos que ella podría haber sido de Santa Cruz, que los padres tenían una estancia, y que  había quedado embarazada de un hombre casado que podía ser….un militar, aunque habían otras versiones”. “La Abuela se llevó el secreto a la tumba”, dijo entre otras cosas.
                (6) En mi Acta de Nacimiento  no hay ningún dato que indique mi adopción, por lo que constituiría una apropiación ilegal, una sustitución, con participación y complicidad del Estado, pero que era común en aquel entonces y no se consideraba un delito en los términos en que se concibe actualmente.
                (7) La misma sociedad que enuncia de un modo absoluto que “parir un hijo que lleva la misma sangre” es la prueba indiscutible de la auténtica filiación, niega e impide a la vez, por todos los medios posibles, el genuino interés que puede tener un hijo adoptivo en conocer su procedencia biológica. Evidentemente no solo de sangre y ADN se trata.
                (8) Tanto a lo largo del ejercicio de mi profesión como psiquiatra, como en la ardua búsqueda que realicé en todos estos años, me encontré con un mundo paralelo en mi ciudad y en la región, que bien se comprende –al ir conociendo los actores en juego – se resiste a ser develado, y todo intento de ponerlo en evidencia genera una tensión que excede lo meramente individual, lo cual se manifiesta  desde las maneras más sutiles hasta las más grotescas.
                (9) En este sentido es auspicioso el Proyecto de Ley DERECHO A LA IDENTIDAD DE ORIGEN Y BIOLÓGICA presentado al Congreso de la Nación. 
 http://www.change.org/p/apoyo-para-que-se-trate-el-proyecto-de-ley-nacional-derecho-a-la-identidad-de-origen-y-biol%C3%B3gica



4-5 meses
6 meses
1-2 años
Con mi mamá

3 años
3-4 años
4 años

Con mi mamá (der de la foto), mi papá y sra e hija amigas (holandesas)
8 años
11- 12 años
Con mi hermana Stellita
Mis hijos cuando eran chicos: Emiliano (conmigo) y Manuelito