Dos tremendas e inolvidables experiencias fueron las que
vivencié el 22 de Octubre del 2013 en la ciudad de Córdoba, Argentina. Una: la
asistencia a la audiencia 90 del juicio por delitos de lesa humanidad en la Megacausa
La Perla, la otra: mi tercera visita a la D2 (Departamento de Informaciones)
donde me esperaban para entregarme documentación que habían encontrado.
I – La Audiencia
Llegué a eso de las 9.30 y en el hall de entrada se
encontraban los familiares de Vaca Narvaja
y algunos otros más con quienes me presenté y saludé con mucha emoción,
en particular con uno de ellos que es un colega psiquiatra quien me comentó, entre
otras cosas, que ya no ejercía más porque
se había jubilado. La fila iba creciendo de a poco al mismo tiempo que mi
inquietud por encontrar alguna cara conocida, junto a la emoción de lo que iba
ser mi primera vez en asistir a un juicio de estas características.
La entrada a la sala se iba demorando por lo que la ansiedad
y tensión por entrar se percibía en los rostros, en algunas risas que me
resultaban familiares o en la distracción – y tal vez necesidad en algunos –
que implicaba servirse de la mesa que ofrecía una merienda, ubicada en una de
las esquinas.
En tanto me trataba de imaginar cómo sería estar a metros de
los genocidas, recordando más con sensaciones que con imágenes muchas de las
cosas que había vivido en aquellas épocas. Pero mucho más predominaba mi
interés en observar y tal vez tratar de sentir empáticamente lo que le
acontecía a los demás, escrutando rostros y gestos, tal vez para sentirme más
acompañado.
En un momento nos hicieron pasar y el silencio fue
imponiéndose a medida que entrábamos y nos íbamos ubicando en las butacas.
Mientras lo hacía, me resultaba increíble ver - en la primera mirada que le di al sector donde
estaban los acusados, detrás de una
divisoria de vidrio - nada menos que
Menéndez, al “Nabo” Barreiro, Diedrichs y a Vergés, entre otros. También a una
mujer que en ese momento no supe identificar por su nombre y que después
recordé que era Antón. Habían muchos más a los que trataba de ir
reconociendo, en tanto mi mente hacia lo
posible para asimilarlo a la vez que mantener el registro de lo que se
constituía en uno de los acontecimiento inéditos de mi vida, cual era “ver por
mis propios ojos” a uno de los
grupos de seres humanos, seres humanos
si, de los más crueles, sanguinarios y
terroríficos de la historia.
La sola descripción de todo lo que pude escrutar en ellos me
demandaría hojas enteras. Si bien estaba ubicado a un costado la escena que se
presentaba parecía onírica. Se los veía con una tranquilidad asombrosa. Como cumpliendo
un trámite intrascendente. Algunos conversaban entre ellos. Otros leían. Los
más estaban callados semidormidos. Incluso alguno de ellos se durmió en el
curso de la mañana. Vergés como de costumbre haciéndose notar, parándose,
caminando, hablando en voz alta al punto que un miembro del jurado hubo de
llamarle la atención. El “Nabo” Barreiro saludando con los dedos en V y luego
inspeccionando notas y, aparentemente, intercambiando ideas con el que tenía a
su lado. Parecían un grupo de PAMI de
vacaciones al cual le había tocado ir a un teatro en el recorrido del día. Estarlos
viendo y asociarlos con lo que motivaba nuestra presencia allí, cual es el de
ser acusados por crímenes aberrantes, me requería de un esfuerzo que lindaba
una sensación despersonalizante, enrarecida.
Mucho más cuando comenzó el testimonio de Mario Ferrero en
relación al secuestro de su hermano José, de cómo se enteró, el peregrinaje por
las morgues (con la tremenda descripción
de sinnúmero de cuerpos apilados, mutilados), el dolor y desintegración de la
familia, la lectura de un poema de Juan Chabrol (desaparecido junto a su
hermano) que escribió siendo adolescente y sus palabras finales dirigiéndose a
los genocidas : “Voy a mirar a las personas sentadas en el banquillo de los
acusados –manifestó al terminar su declaración-, para pedirles que si les queda
un resto de humanidad digan dónde están los restos de los familiares y digan dónde
están los nietos. Las abuelas tienen poco tiempo ya y necesitan encontrar sus
nietos”. Todo ante la mirada y el silencio indiferente de los acusados en
contraste con la emoción, la angustia y el dolor de familiares y compañeros de
las víctimas, que nos mirábamos unos, se tomaban de las manos otros, palpitaban
nuestros corazones al unísono para sostenernos ante tamaña afrenta a la
dignidad humana. También algunos de los acusados se retiraron del recinto,
regresando algunos y otros no, haciendo uso de un derecho que les corresponde.
Uno de los que se fue al comenzar y que no regresó fue Menéndez.
Luego escuché el testimonio de Gonzalo Vaca Narvaja que relató cómo siendo un adolescente
presenció el secuestro de su padre, el abogado Miguel Hugo Vaca Narvaja, y la
brutalidad conque actuó la patota en la casa de Villa Warcalde donde vivían.
Luego la odisea de la familia para poder exiliarse, el asesinato de su hermano
Miguel cuando estaba prisionero en la cárcel de Barrio San Martin (lugar donde
también estuve preso) en un simulacro de fuga, el enterarse muchos años después
que al padre le había cortado (sic) la cabeza la cual fue encontrada en una
bolsa por los hermanos Albrieu, en fin, el horror en toda su plenitud.
Yo escuchaba y miraba a los acusados a la vez que recorría
mi mirada por la sala para compartir el momento, indescriptible por el
contraste, con los que estábamos presentes. La crueldad por un lado, el dolor
por el otro. Toda la historia se agolpaba en mi mente, pues entre los acusados
seguramente estaban algunos de mis victimarios, pero lamentablemente no
recuerdo sus nombres luego de tanto tiempo y aún no he podido acceder a los
expedientes.
Imposible trasponer en palabras las imágenes, recuerdos,
pensamientos, sensaciones que se agolpaban pero aún recuerdo las palabras de
Vaca Narvaja cuando mencionó que no tenía una palabra para “en que categoría poner
a estos tipos.
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II- La visita a la ex D2
Por la tarde del mismo día fui con mi hijo al Archivo
Provincial de la Memoria (ex CCD2), lugar siniestro si los hubo, porque justo
antes de viajar a Córdoba recibí un llamado de Gonzalo Parodi para comunicarme
que habían encontrado nueva documentación en relación a nuestra detención (con Mary, que después fue trasladada a la cárcel del Buen Pastor, y dos compañeros más que recobraron la libertar inmediatamente) en ese lugar.
Cuando llegamos - yo era la tercera vez que lo hacía, de la vez anterior di cuenta en http://lasbabasdelangel.blogspot.com.ar/2012/06/visita-la-ex-d2 - me
sentí muy distinto a las otras veces. Con más calma, sin percepciones
persecutorias y, algo que jamás pensé que iba a superar, sin miedo. Luego de
tantos años de terror, de pesadillas, entraba a “ese lugar” del Pasaje Santa
Catalina sin el menor atisbo de miedo. Maravillas de la vida y de lo que puede
la reparación aunque cueste.
Nos recibió Gonzalo con su habitual calidez y respeto y
pasamos a una de las dependencias donde empezó a mostrarnos la documentación
que habían podido recabar desde la última vez que estuve allí. Yo esperaba que
tuviera copias de mi prontuario y/o de los expedientes judiciales con mi causa,
cosa que me dijo no fue posible. Pero a cambio, me mostró y entregó copia de
las constancias de las órdenes de captura que habían librado para la Flaqui (*) y
para mí, una de las cuales caducó recién el año 1982, cosa de la que no tenía
la menor noticia hasta ahora. La impresión que tuvimos nos dejó sin palabras.
Yo hice una recopilación de todo lo vivido hasta ese entonces si saber que
estaba siendo buscado y un escalofrío me recorrió el cuerpo. Ya en alguna
oportunidad escribí y publiqué “Breve relato de mis visicitudes como terapeuta
durante la dictadura militar” (que se puede leer en http://www.lafogata.org/madres/breve.htm,
pero que estoy corrigiendo y ampliando),
y quien lo lea se dará cuenta de lo que estoy transmitiendo. Ahora, nuevamente
me enteraba, a décadas de mi detención, que sigo vivo por circunstancias que
nunca terminaré de entender, donde mi lucidez, experiencia, la solidaridad de
tantos no fueron ajenas, pero el azar, la contingencia, tampoco. También habían copias de documentos, como la libreta del secundario de Mary, que era increíble estarlos viendo. Tomé las copias, conmovido y con gratitud hacia el Archivo y tomamos aire, en silencio, tratando de asimilar tantas emociones juntas.
Luego recorrí con mi hijo, papeles en mano, los lugares
donde me habían tenido, donde le iba explicando lo acontecido.
Cuando salimos, tuve la plena sensación, la incomparable
vivencia, de que ya no estaba más en manos de mis victimarios, recobrando ahora
sí, mi añorada libertad.
Miguel Angel de Boer
Comodoro Rivadavia, Marzo 24, 2014. A 38 años del golpe.
(*) http://lasbabasdelangel.blogspot.com.ar/2011/08/la-flaquita.html
Aquí en La Pampa también se hizo un juicio, pero los relatos fueron terribles, parece mentira, una cosa es contarlo y otra es haberlo vivido... Que horror para esas personas que tuvieron que revivir todo eso con sus relatos... Quede impresionada... Me dio la sensación que es peor una tortura que un asesinato... Te saluda Perla de La Pampa
ResponderEliminarAunque con demora gracias por tu comentario Perla. Todo ha sido terrible sin duda. Abrazo
EliminarQue cosas más horribles pasaron y lamentablemente seguirán pasando. Que Dios nos proteja. Hermoso resúmen amigo. Gracias por compartir
ResponderEliminarMau
Gracias Maria Eugenia. Y que triste si, que sigan pasando. Por eso seguimos bregando para que Nunca Mas. Abrazo
EliminarLlego al blog por Claudia y es la segunda publicación tuya que hoy leo. Nada más conmovedor para este 24 que haberlo hecho. Las coincidencias, o lo que sea, o como se llame, me cruzan con 2 el 22 y La Flaquita...faltan las palabras por eso, simplemente, ¡salud por tu libertad!!!!
ResponderEliminarMi agradecimiento por tus palabras y brindis, querido Pedro
EliminarAbrazo
¡ Qué síntesis tu foto enarbolando los papeles a la salida - ahora si - de la D2!...
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