miércoles, 26 de septiembre de 2012

EN COMODORO EN LA DECADA DEL SESENTA (*)



Tuve la oportunidad, y hoy sigo sintiendo que la suerte, de cursar mis estudios secundarios, en Comercial, en el Colegio Nacional Francisco P. Moreno (el “Perito”) entre los años ´61 y ´66, cuando a la "Chocha" Rossi como Vice-Rectora junto a Fidel Pérez Moreno como Rector interino, cargo que ocupó -¡y vaya si ocupó!- Francina Girardez después, les tocó en suerte la tarea de domesticarnos, porque si bien en aquel entonces íbamos, o mejor dicho nos enviaban, al colegio con el firme objetivo de estudiar, también es cierto que, en la medida que ganábamos experiencia, no fue a eso a lo único que nos dedicamos.

De esto se debe acordar bien el "Flaco" Zabaley, a quien tuvimos que "defender" para que no lo echaran, cuando en una oportunidad se puso a jugar con un "globito" un tanto peculiar (aún no se había descubierto el SIDA) en un recreo. En un arrebato de solidaridad, un grupo de temerarios nos negamos a entrar a clase y, en una franca y decidida actitud de rebelión, salimos al patio. Bastó que saliera la "Chocha" y nos dijera que si no entrábamos “se aplicarían amonestaciones colectivas”, para que el mástil quedara solo, y esto, porque se trataba de un objeto inanimado.

De otra cosa que no me voy a olvidar respecto a la "Chocha" es del uno que me puso en geografía: tuve el privilegio de ser el primer alumno de mi curso que pasó al frente, siendo esa mi primera nota del secundario. "Explique los eclipses" me dijo, ante la mirada aterrorizada de mis compañeros, a quienes yo observaba con la misma sensación que deben haber tenido los que se hundían en el Titanic al ver como se iban alejando los botes. "No sabe nada" concluyó la “Chocha”, después de las barbaridades que debo haber dicho descalabrado por un ataque de pánico. Lo que se me había eclipsado era el cerebro.

Pérez Moreno, del cual muchos se acordarán el apodo, también era profesor de gimnasia, junto con Tótaro, Taquías (después apareció Santacrocce) y la señora de Borelina, la cual nos sacaba zumbando cuando íbamos a ver a las chicas, mucho más cuando hacían gimnasia con unos bombachudos negros, lo que generaba una particular efervescencia en nuestra ya arremolinada libido. Y también estaba el inefable "Griego" Milathianakis, con quien teníamos establecida una guerra permanente. A él le encantaba detectar y destrozar paquetes de cigarrillos (aunque una vez me encontró unos importados y se los guardó) y nosotros disfrutábamos tratando, por todos los medios posibles, de entorpecerle las clases. Otra cosa que lo regocijaba -adicción que compartía con “Pistola”- era llevarnos al límite de nuestras fuerzas físicas. A veces nos mandaba a correr por un circuito que arrancaba en el gimnasio, seguía por la Yrigoyen (donde nunca pude evitar darle una mirada de recelo a "Casa Segretto"), bordeaba la laguna que había detrás del Hospital Regional, es decir la zona donde ahora se ubican la Escuela de Arte y Las Torres y, luego de rodear el "ex" Hotel de Turismo (que en realidad nunca llegó a ser tal, ni Hotel, ni "ex") concluía en el lugar de partida. Algunas de las variables que utilizábamos para boicotearlo consistían en caminar a paso lento todo el tiempo (creo que hemos llegado a tardar más de una hora en hacer el recorrido) acelerando desesperadamente el paso y haciéndonos los cansados cuando estábamos llegando. Otras opciones antiagotamiento consistían en: colarnos de algún vehículo en la ruta, o bien descansar, como si estuviéramos en un día de “camping”, debajo del Hotel, o sea: entre los pilares de las bases. Todo con el objetivo de engañarlo, cosa que casi nunca lográbamos. Lo cual implicaba que el "Griego", en castigo, no nos "largara" de clase hasta que no hubiéramos hecho unas cien flexiones de las comunes, o bien usara un método un tanto perverso y por demás gracioso que consistía en que hiciéramos solo diez flexiones un tanto singulares haciéndonos elevar las dos piernas juntas de espalda al piso, efectuando el conteo con una lentitud increíble. “Uuuuuuunnnnnnnoooo" decía, "dooooooooooosssssss" continuaba, y si alguien apoyaba los pies en el suelo antes de tiempo, vencido por el sufrimiento y el cansancio, debíamos comenzar nuevamente, con lo cual siempre terminábamos haciendo no menos de treinta o cuarenta. Muchas noches, luego de una de esas clases, me desperté sollozando abrumado por el dolor de los abdominales (el "tándem" según el "Griego"), atemperado por el auxilio de mi vieja que trataba de calmarme con masajes de “Untisal”. Por su lado, Pérez Moreno se extasiaba ante nuestras dificultades para realizar algún ejercicio, señalando cada tanto con el dedo y leyendo en voz alta el “Sitius, Altius, Fortius” que resaltaba sobre el fondo del gimnasio o bien explicándonos que, cuando trepábamos por espalderos con las manos en garra, “...sepan que una de las diferencias existentes entre los simios y el hombre es que el hombre tiene desarrollado el movimiento de oposición al pulgar”, agregando con sarcasmo “....así que no sean monos...señores....”, haciéndonos sentir, efectivamente, unos primates. Por suerte parece que nos estaba informado que otras de las diferencias halladas es la proporción inversa existente entre la masa encefálica y el largo de los intestinos, pues no es difícil imaginar que nos diría.

No creo equivocarme al suponer que tanto “Mila” como los demás profes de gimnasia, de haber podido, nos habrían arrojado a una isla pantanosa sin la más mínima contemplación, con el fin de evaluar nuestra capacidad de sobrevivencia y donde sin duda de algún modo igual nos la hubiéramos arreglado para pasarla bien. Pero, también hay que decirlo, hacer gimnasia nos permitía disfrutar de una suerte de "hapenning" continuo: en el baño nos pegábamos con las toallas haciéndolas restallar como un látigo con las puntas mojadas, nos tirábamos talco mientras nos duchábamos o le arrojábamos la ropa por la ventana a alguno que se distraía. Todo esto bajo el control y el asedio de una voz que nos repetía con cierto nerviosismo imperativo: “salieeennndoooo......... ...señooooooreeeeesss"....emitida por Chanampa, quien a veces era sustituido por Varas, que eran los celadores.

Algunos de los compañeros que tuve en gimnasia, con muchos de los cuales también compartimos distintos cursos, fueron: el "Loco" Briones, Hugo Abella (que vivía engominado), el "Flaco" Favre, Antonio Roqueta, el "Gordo" Zapata, Peralta, Saúl Sandoval (quien solía presentarse como SSSSS: “Saúl Sandoval Su Seguro Servidor”),Solsona, Raúl Trigo (con quien compartí parte de mi vida universitaria en Córdoba y a quien recuerdo con mucho afecto por su calidez y compañerismo, pese al dolor que siempre sentiré por su desaparición a manos de la dictadura instaurada en 1976), Bernárdez, Luis Dávalos, Laurora, el "Pelado" Miguel Ruiz, Perfumo, el “Gordo” Chabeldín, Antonio Méndez Cerca, Pérez “Patas” Ferre, Carlos “Tupi” García, Rosendo García, Patrociño, Roberto Williams, "Goyo" Glinski, "Fran" Coto (quien me invitó a viajar, por primera vez en mi vida, en avión - un AVRO 748 - hasta Trelew, en donde el padre tenía un hotel, y que recuerdo lo hicimos en compañía de “Los Fronterizos” y a mi me tocó sentarme al lado de uno de ellos, y me impresionó mas que ahora ir al lado de Sting), Enrique Nastri, Horacio Reigada, Carlos Pontes, “Tachín” Ferreyra, Oscar "Andy" Macías, Carlitos Godeken, Hermoso, Luis Tognón, Juan José Permuy, Aníbal “Petiso” Verdeal, Julián Sosa, Pardillos, Juan Gorosito, Pablo Sisto, Guillermo Ortego, Juan Carlos de Pablo, Eugenio Maders, Juan Carlos Linares, Aldo Bermond, Federico Pichl, Fonseca, Máximo Walsamakis, Marcelo Siri, Héctor Kazakevich, Etcheverrito, Roberto Tótaro (que tenía que padecer su calidad de sobrino del profe, quien no era precisamente muy amado por alumnado), Jorge "el Tano" Batinic (que tenía una "chata" con una bocina il sorpasso porque era “muy tuerca”, con la cual vivimos algunas aventuras algunos compañeros del curso, como ir a parar en "cana" a la Subprefectura - por meternos al puerto sin permiso- a excepción del que suscribe, porque a pesar de estar enyesado de una pierna logré escabullirme para cumplir con la riesgosa misión de avisarles a los padres de los capturados de la situación en la que se encontraban sus inocentes criaturas), Norberto Caminoa, Liberto Pardillos, Avila (que era al primero que nombraban cuando tomaban lista, je)y Aracena, entre otros.

Pero Fidel y el Griego, hay que reconocerlo, tenían una paciencia infinita. Tal vez fundada en una natural esperanza por la juventud o tal vez, lo he pensado, para no cometer un atroz homicidio y arruinar prematuramente sus vidas, gracias a lo cual muchos llegamos, incluso, a ser "Adalides".

Recuerdo un episodio cuando estábamos en el seleccionado de voley. Resulta que habíamos recibido pelotas nuevas (de cuero en aquel entonces) y Milathianakis se tomó la ardua tarea de explicarnos con lujo de detalles la necesidad imperiosa de tratarlas adecuadamente. Nos habló casi poéticamente diciéndonos que eran frágiles, delicadas, que no había que maltratarlas sino "acariciarlas con las yemas de los dedos” (sic) y cosas por el estilo. Comenzamos a jugar. Hacen el saque. Recibe el "Chino" Lorenzo (el hijo de Don Ramón), a quien no se le ocurrió mejor idea que darle un "voleo" con el empeine que casi la revienta. Juro que le noté un brillo criminal a "Mila", y también debo decir que me percaté del control que puede tener un ser humano, cuando por encima de sus impulsos más primitivos y bestiales logra darle prioridad a su vocación de servicio. Aún recuerdo el centelleo mortecino y gélido de su mirada, esa que se suele observar en alguien que entra en un fugaz desvarío, posiblemente en lucha contra la imposición de alguna fantasía que se le tornaba incontrolable (como partirle la cabeza, al Chino, con un bate de béisbol), pero que recupera su lucidez merced a un instintivo sentimiento de misericordia, semejante al que, pudiendo aplastar a un mosquito molesto se inspira, en el último instante, en un piadoso respeto por la vida. Asimismo, bien pudiera ser que el Chino ya estuviera incubando (y, sin saberlo ejercitándose en) su irrefrenable propensión al encarnizamiento con los árbitros de básquet. También recuerdo que al Chino todos le envidiábamos las "pilchas" que usaba, más aun los que, como yo, nos teníamos que comprar la ropa en la "Prove" del 3 (a crédito, por descuento por planilla, número de legajo:16794) y que nos obligaba dada su calidad, que no era la de Versace ni Armani precisamente, a ir parados, semidormidos, en el ómnibus de YPF que nos llevaba al “cole”, con el fin de no arrugar la raya de los pantalones, los cuales debían ser preferentemente grises combinados con un blazer azul (y preferentemente: calzoncillos “Casi”). Por mi parte solía levantarme como una hora antes para darles una planchada adecuada, y esto todos los días.

Aunque en el Perito fueron tantas las vivencias, que no puedo sino recordar algunas.

La cantina, atendida por Tanov y Ossés, en donde en el recreo "de quince" íbamos corriendo, desaforados, como una estampida de búfalos acosados por el fuego, para llegar primero, agolpándonos contra el mostrador (con la misma desesperación que tienen por escapar los ciudadanos de un país invasor, al ver que los portones de su embajada se cierran ante el avance triunfante de los rebeldes) de donde salíamos, victoriosos, con un pancho o un “sandgüich” en la mano (y la ropa llena de mostaza), producto honroso de haber ganado un partido al truco en la hora libre previa. Aunque también lo hacíamos durante las horas de clase con barajas en miniatura, haciendo las jugadas ante la menor distracción de los profesores. Con Miguel "Pacho" Romero y Pedro(a)"Pocho"(a)"Geniol"(a)"El Pelado" Farías, que ya en aquel entonces se sentía – y se sigue sintiendo - Gene Kruppa (mas aún después de haber visto la película con Sal Mineo), estuvimos años obsesionados por ver quien le hacía comprar a quien el preciado trofeo. De paso recuerdo, pues creo que no está demás decirlo, que Pocho era el prototipo del vago inteligente. Tenía por costumbre llevarse casi todas las materias argumentando que él, a diferencia del resto, solo estudiaba dos meses al año, cosa que era cierta porque salvo Gimnasia, que era lo que le gustaba, al resto se las llevaba todas y las aprobaba en Diciembre, siendo muy raro que le quedara alguna para Marzo. Durante las clases solía entretenerse escuchando radio con una “portátil” pasando el cable del audífono por la manga del saco (una especie de “radioman” ad hoc) y tenía la costumbre, cuando yo le preguntaba - fingiendo un ataque de tos para que los profes no se apiolaran - de ponerme al tanto del programa que estaba escuchando contestándome de la misma manera, es decir tosiendo, haciéndonos reventar de la risa, más aún cuando algún profesor comentaba: “¿qué pasa, señores? ¡Parece que hoy están todos resfriados!”. Pocho también se destacaba por ser un flor de tipo, casi todos los años fue elegido el mejor compañero, y por su casi natural carisma hubo de presidir el Club Colegial que organizaba entre otras cosas la Farándula, además de rifas y bailes, y también la publicación del “Peritolandia”, donde más de uno hizo sus primeras armas en el campo de las letras y la cultura (y donde además aprovechábamos para divertirnos y ridiculizar a los profesores sin que pudieran ponernos amonestaciones). El Club funcionaba en el subsuelo, de modo que tratábamos de hacer reuniones en las horas de clase para ir a jugar al truco o a la pelota con la excusa de que teníamos que organizar algo importante. En el subsuelo también hacíamos las reuniones de “Interact” (Internacional Action, rama juvenil del Rotary Club, o sea) donde formé parte del grupo inicial y también, cuando podíamos, utilizábamos las horas de clase.

En realidad escabullirnos de las clases constituía un arte donde cualquier artimaña era válida, desde ir a buscar el globo terráqueo o el diccionario a tranco lento hasta hacernos los descompuestos para ir a fumar al baño, y a más de uno recuerdo haberle visto una inconmensurable cara de felicidad cuando algún familiar lo venía a buscar en el medio de una prueba, fuera debido a que se le estaba incendiando la casa o bien para avisarle que había muerto algún pariente.

En las horas libres también solíamos entretenernos con juegos de alta complejidad intelectual tales como: “el ahorcado”, “el submarino”, el “ta-te-ti” o, en casos de emergencia, al “veo-veo” o al “papel – piedra – tijera “. Y en nuestras casas estaban de moda juegos como el Scrabel, El Estanciero, la siempre vigente Lotería y por supuesto el truco y la generala. (¡Ma que “Doom”, ”Lord of the Rings”, “Counter Strike”, “Evolution Soccer” o “Mafia 2” que valga! ¡Que se jodan ahora si se aburren!)

En el recreo de quince también se deben haber prefigurado muchas de las actuales familias de Comodoro. Se pactaban romances, se "desfacían" entuertos, se acordaban amores eternos, muchas veces merced a un exhaustivo trabajo de “gancho” (o “gamba” o “pata” o “pierna”) por parte de algún intermediario/a, siendo el escenario de llantos, frustraciones o felicidades. Todo lo cual se reflejaba en la hora de clase siguiente, donde algunos/as tenían la mirada perdida y el rostro iluminado por la dicha y otros/tras enterraban su cabeza en el banco tratando de decidir que hacer con sus vidas luego de una inesperada ruptura. He sabido de esos embates y otros similares, como cuando quedaba turbado (y sé que no fui el único) luego de verlas caminar juntas en la galería a Susana Tanov y Marta Adad, que iban al mismo curso que Ivanovich, Gladys Blanco, Eugenio Maders, Susana Berger, Maggie Hudson, Betty Pérez, Margarita García, Freddy Hallmayer (que fue uno de los primeros en ir becado a EEUU y volvió con entusiasmo arrollador porque hasta –él me lo contó- “una vez en un baile inventé un paso y todos me siguieron”) y Lidia Hernando, entre otros.

Las horas de clase, cuyo anecdotario demandaría un libro, con las cargadas a los profes y la inventiva puesta al servicio de ver como conseguíamos pasar el tiempo sin que nos hicieran estudiar.

Un día tuvimos prueba de inglés con Raquel "Missis" Simonato y, como de costumbre, nadie sabía absolutamente nada, salvo los que estudiaban inglés particular (con "Miss" Ritz por ejemplo) y... Delia Bellissomi, la abanderada del colegio, que iba a mi curso y que no sé como hacía pero siempre estudiaba todo por adelantado (he llegado a tener la fantasía de que los profes le consultaban los programas de las materias). Fue así que tuvimos la idea de trabar la puerta, destrozando el picaporte, antes de que llegara la profesora. Pero no contábamos con el tesón y la experiencia de la "ticher" (los que la conocieron saben muy bien de lo que estoy hablando), quien no tuvo mejor ocurrencia que hacer sacar el panel de madera de la parte de arriba de la puerta para luego hacernos pasar a través del hueco y tomarnos el examen previsto. Por supuesto a la única que le fue bien es a...Bellisomi y casi seguro también, a Mirta Manterola. De paso recuerdo que Raquel (la profe) me contó -siendo yo ya médico- entre tantas cosas, que cuando el Perito funcionaba en Km3, al lado de los cuarteles del ejército, ella solía ir a dar clase en pleno invierno caminando desde la loma, iluminándose con una linterna, muchas veces en el medio del barro, cosa, cabe decirlo, que no era infrecuente en la época. Alguno cruzaban El Chenque todos los días para ir a trabajar al campamento de YPF. Sigo con Missis. Recuerdo una oportunidad en que nos tocó, con ella, un "trimestral". En un acto de extraordinario ingenio le solicitamos con antelación que nos leyera el dictado que nos iba a tomar, "…para ir acostumbrando el oído, madam…" le dijimos, y aprovechamos para grabarlo con un “Geloso”. Luego de corregir las pruebas Raquel nos comentó que estaba asombrada por que en dictado todos habíamos salido poco menos que perfecto, agregando...."Che...¿no me lo habrán grabado, no?...". Muchos, pero muchos años después, en un homenaje que le hicimos en la SADE estando yo de presidente, hube de confesarle la verdad. (Y, agrego ahora que estoy aún corrigiendo estas notas, confieso la tremenda pena que me produjo su fallecimiento, pues contaba con que ella pudiera estar presente en la presentación de este libro, no pudiendo menos que decir: “Gracias, estarás siempre en nuestros corazones, querida Raquel”.(Rous is red, vaiolet is blu, siugar is suit, aen sou ar iú).

Aunque también algunos estudiamos transitoriamente algo de Francés y aún tengo presente algunas de las cosas que aprendimos (“Alouette gentile alouette...”).

Retomando con los distintos modos de evadir las clases, en la nocturna, según me contó en esa época Aldo "El Negro" Cocha, cada vez que había una prueba tenían por costumbre hacer saltar los fusibles, o sea que cada tanto el colegio quedaba a oscuras.

Ya en 2º año nos animábamos a incursionar en lo que después sería una interminable lista de anécdotas. Como cuando en Zoología, con la señora de Tótaro, nos tocó estudiar "El Pejerrey". Ese día la mayoría había llevado, por su encargo, un pejerrey. No sé porque motivo tuvimos hora libre. Sin saber que hacer por el aburrimiento, y en un momento de descuido de la celadora, empezamos a revolear "pescado" para todos lados. Llegué a mi casa, como la mayoría, con la ropa llena de escamas y un olor insoportable. O cuando teníamos "laboratorio" o "máquina" (léase: dactilografía) en el subsuelo con la señora de LLaneza. No sé porque extraño mecanismo cada vez que había alguna actividad fuera del aula, entrábamos en una especie de trance, descontrol y exaltación similar al de una secta delirante. Éramos capaces de hacer cualquier cosa que pudiera motivar la risa y la carcajada, se tratara de "bailar con los esqueletos" del laboratorio al son de "A mover el esqueleto" (una canción de moda), de romper las máquinas de escribir o de escondernos en los recovecos del colegio para que no nos encontraran, con un sentido del humor acorde a nuestro incipiente desarrollo mental en aquel momento.

Sirva de ejemplo una de las "chanzas" que me tocó vivir. Fue cuando me "pegaron" un chicle en la cabeza. Estuve en Preceptoría toda la mañana, donde las celadoras intentaron limpiarme el cabello infructuosamente, bajo la amenaza (¡que raro!) de que si no denunciaba a los autores iban a poner amonestaciones colectivas. Con el correr de las horas el enojo se fue atenuando y todo quedó en la nada. Menos mi cabello. Creo que fue en esa oportunidad que al otro día aparecí, cuando ya todos estaban formados mientras izaban la bandera – porque los que llegábamos en los transportes de YPF casi siempre llegábamos un poco tarde- con el pelo cortado "a cero" (en la peluquería Carrusca de Km 3). Aún tengo la impresión de que, al verme, casi todos reventaron de risa, incluida Francina. Por supuesto, durante un tiempo mis perspicaces compañeros me apodaron: "Lavilisto". (Já, já, já!). Para colmo en esa época aparecí con una campera un tanto llamativa color “azul electrizado” que creo me enchufó, valga el término, Silberberg en Tienda Costa Sud, a quien le pudo ocurrir de todo en la vida menos que un cliente se le fuera del negocio sin comprar algo.

Y tantos profesores que seguramente muchos nunca olvidarán.

El "Flaco" Lamberti (nos daba Contabilidad) que tenía la curiosa fijación de "designar"-esas eran sus palabras-, el primer día de clase, a quienes iba a mandar a examen (fui una de sus víctimas) y de quien nos solíamos vengar ensuciando el radiador, que estaba al lado del escritorio, con el borrador lleno de tiza, sabiendo que invariablemente se iba a apoyar en el mismo, gozando hasta lo inimaginable ver que la ropa le quedara a la miseria sin que se diera cuenta. De paso no me olvido de la cara que tenía el Flaco cuando se casó, y de la apoteótica despedida de soltero que se le hizo y de la cual muchos recordarán los detalles.(Pero no voy a entrar en esto de las despedidas de soltero porque sería de no terminar más). Raúl Martín, abogado, con quien organizamos un memorable "Juicio al Comunismo", el cual resultó absuelto por el jurado, que si mal no recuerdo estaba conformado por alumnos, donde el fiscal era Sigal, también abogado, quien, no sé de donde, logró conseguir como testigo a una cubana que se había exiliado luego del triunfo de Fidel Castro, y donde uno de los testigos de Martín, que oficiaba de defensor, fue Francisco "el Gordo" Salvador (tío de....Pocho Farías!!), que en esa época había viajado a la U.R.S.S., o sea a Rusia, enviado por YPF, y debido a que regresó con una impresión “favorable” (un pecado mortal en aquella época) quedó marcado como comunista para toda la vida (aunque sé que merecería otro libro las historias que tendrían para contar tanto él como Julio Ovejero). También recuerdo que el doctor Raúl Martín fue el único profesor que comentó su preocupación y pena por la caída de la democracia con el golpe dictatorial del 66 en contraste con la indiferencia generalizada, con mas apoyo que temor, que hubo ante aquel acontecimiento (“esto es algo que le va a hacer mucho daño a nuestro país” fue uno de sus comentarios). La entonces señorita Falicoff, a quien le debo haber aprendido a querer las Matemáticas. Padrós, un militar, que nos daba Contabilidad como si estuviéramos preparándonos para ir a Vietnam y que tenía la costumbre de tirarnos el humo del cigarrillo en la cara y de llamarnos deformando la pronunciación de los apellidos, lo cual traía algunos malentendidos. Como la vez que, estando yo muy distraído – ¡que raro! – dijo: “borre”, a un compañero que estaba en el frente, y yo, creyendo que se había dirigido a mi y con el mismo espanto de quien trata de escapar de debajo de la espesa capa de hielo de un lago congelado, me paré temblando y le dije: “perdón señor...¿podría repetir la pregunta?...” (a raíz de lo cual otro de mis apodos fue....“Borre” y motiva aún la cargada de mis ya, supuestos adultos compañeros). La señora de Cristofakis, por quien nos sentíamos muy seducidos, pero que cuando no estudiábamos nos aniquilaba con toda dulzura. La señora Rebollo Olazábal, que tenía el hábito de hacernos conocer los blasones de su familia, entre los cuales todos recordamos una histórica "Banderola" que llevaba a clase. Hércules Pinelli, que con ese nombre no podía ser otra cosa que profesor de Historia. La señora de Acosta, que fue víctima de la intolerancia política que imperaba en esos tiempos. El doctor Giménez Pecci, que también era abogado y siempre usaba moño (parecía una versión calva de Groucho Marx), especialista en cuadros "sinóppppticos" y para quien era muy importante que "pppronunciáramos corrrrrectamente el castellllliiiiaaannno" y que además solía tener variaciones en el humor – a veces llegaba muy chinchudo a clase – pero que al entrar tenía la gentileza de advertirnos diciéndonos: “hoy, señores..., tengan cuidado, que ando con la mostaza...” y nosotros nos cuidábamos hasta de cómo respirar, dado que empleaba algunos métodos para “tranquilizarnos” (y sobre todo calmarse él) tales como hacernos abrir y cerrar las manos con los brazos estirados hacia delante, lo cual nos producía risa al comienzo y un dolor insoportable luego de algunos minutos, ante la sardónica sonrisa del profe que se deleitaba ante nuestro sufrimiento; y hablando de castellano vale el recuerdo hacia el profesor "El Gallego" Peña. Y cómo olvidarlo, en Caligrafía, a la señorita. Aída Bassi ("René"), cuya especialidad consistía (además de no firmar el libro de profesores si no era con una lapicera “tinter cully”) en romper los trabajos que hacíamos debido a algún defecto que siempre, invariablemente, les encontraba. Aún tengo presente las noches de insomnio que pasé preparando "guardas" (muchas de ellas copiadas de la revista “Labores”), con la ayuda siempre generosa y abnegada de mi vieja instándome a desechar mis impulsos suicidas, con la angustia de tener que ir al otro día a la clase con la misma sensación con que deben haber ido los prisioneros de un campo de concentración a la requisa diaria por parte de sus carceleros nazis. Y me parece que también nos hacía dibujar La flor de Liz (digo me parece porque pasé parte de mi infancia y adolescencia dibujando La Flor de Liz). Otros que recuerdo son: la señora de Cuello, la inolvidable señorita "Chimi" Martínez, a la que una vez la esperamos con el aula invertida, es decir con todos los bancos orientados hacia la pared opuesta al pizarrón, o le colgábamos el mapa invertido (lo que hacía que permaneciera varios minutos desorientada tratando de encontrar algo, para luego decir:”...pero este mapa está dado vuelta....!!”), todo para ganar tiempo; Pereyra, la señora de Tótaro, que también nos daba Higiene y Puericultura, en charlas donde separaba varones y mujeres para explicarnos los misterios de la sexualidad humana de un modo un tanto, digamos, elíptico, mientras nosotros debíamos controlar las carcajadas tentados por las fantasías que se nos ocurrían y comentábamos en voz baja. También solía brindarnos charlas de “orientación” el Dr. Benito Espona. Y otros tantos como las señoras de Leiva, de Scocco, de Garutti (que tenía un particular aprecio por las oraciones "unimembres"), de Zambón (que estaba convencida de que la mayoría éramos esquizofrénicos), de Varando con quien practicábamos "coro" en el aula de música (a la Sra de Eisele la tuve en la primaria, en la Nº2), y que una vez fue reemplazada por Capdevilla quien nos hizo escuchar, a muchos por primera vez, el "Bolero" de Ravel(para la mayoría la música clásica se reducía a “Para Elisa” interpretada por Kalender); de Yapura, la “Porota” Díaz, de Luz Clara, de Santana, “Miss” Clifford y los profesores “Narciso Bello” Niella, Gargiulo, Tognón, Ibáñez (quien casi se desmaya de la risa cuando ante una pregunta le respondí: León Equis en lugar de León Décimo), Jones, Otamendi y muchos otros que están en nuestro recuerdo.

Del Nacional (porque en el Perito también funcionaban el Normal y el Comercial) rescato algunos nombres como el Ingeniero Ferrando, que tuvo un programa en los comienzos de Canal 9 (inaugurado en l961) cuyo nombre era El Hombre y la Ciencia y que veía todo Comodoro. Cosa que también pasaba con El Fugitivo (todos odiábamos al "manco hijo de puta”), Alma de Acero, Valle de pasiones, Los Intocables, El gran Chaparral (lloraba "Joss" y llorábamos todos, cosa que también ocurría con los “Ingalls”), Viaje al fondo del mar, Combate (donde los hijos de puta eran los alemanes), Kojak(al otro día andábamos todos con un chupetín en la boca), El Superagente 86, Caza submarina, Stoney Burke, El agente de CIPOL, El túnel del tiempo, Jim West, La caldera del diablo, Los picapiedras, Rumbo a lo desconocido ("nosotros controlamos la vertical..."), Los locos Adams, Crisis (donde hice mis primeras aproximaciones a la psiquiatría)o sea programas con gran contenido de identidad nacional. Aunque también veíamos todos los dibujitos animados y Operación Ja Já, La tuerca, Telecómicos, Viendo a Biondi y Tato siempre en Domingo (donde conocí a Piazzola). Entre algunas de las publicidades en boga que recuerdo estaban la de "Tunquelén" ("¿no vio la flecha no vio?") y la de "Odol" ("que lindos que son tus dientes.....") y demás que hacía el popular “Cacho” Fontana. Ah! Y tiempo después la señal de protección al menor estaba precedida por la despedida del padre Alegría ( ...”hasta mañaaanaaaa”....). Otros programas locales eran El Magazine de Mario Lanza y Trampolín al Éxito. Y hablando de la tele, recuerdo que lo primero que vi en un televisor propio fue un capítulo de una serie que se llamaba Los vikingos, que mas que ver había que adivinar, puesto que los que vivíamos en el “3” nos pasábamos orientando la antena cada dos segundos (para lo cual aprovechábamos al indio sioux que se usaba de señal de ajuste), lo cual motivaba más de una seria discusión, por no decir una guerra, familiar respecto a cual era la posición que permitía ver con mayor nitidez (“girala un poco a la izquierda!...”no…no tanto…”…”ahora un poco a la derecha”…”pero apenas…otra vez te pasaste…”..)

Aunque en aquel entonces seguíamos escuchando también la radio (antes de ir al cole: “Entre mate y mate se revive la tradición” era una fija)tanto Lu4 como Radio Nacional. Las chicas no se perdían los Radioteatros ("Palmolive del aire", entre otros, con las autorías de Alberto Migré y Nené Cascallar) con Atilio Marinelli, Julia Sandoval, Oscar Casco, Rudy, Elcira Olivera Garcés y Jorge Salcedo, y nosotros disfrutábamos del fútbol y las peleas; tampoco nos perdíamos La Familia Falcón, Doctor Cándido Pérez (Señoras), la Revista dislocada y, por supuesto, los ciclos de terror de Narciso Ibáñez Menta; y no pocos solían escuchar todas las noches a Ferreira Basso y su "Original manera de ver el otro lado de las cosas".

La radio era entonces una parte central de nuestras vidas. Estaba siempre encendida y conocíamos la programación de memoria. Entre las voces que nos acompañaron – y que perdurarán – cotidianamente recuerdo a Julio Ferro, Fernando Montellano, Jorge Canel, Elena Ada, Pilar de Moirón, Domingo Herrero, Lidia Mabel, Linda Cristi, Alfredo Sahdi, Elsa Zarcos (y su esposo Quiroga Burnett, con quien después también estuvo en la televisión), María Magdalena, Carlos Omar, Juan Carlos Negri, Mario José Bladilo, Aníbal “el Negro” Forcada (autor del poema “Mas allá del Colorado” y cuyo hijo durante años integró la banda de León Giego) y el “Beto” Oyarzún, que acuñó, en un esfuerzo creativo supremo, la tan recordada apertura: “¿Cómo están las tres juventudes?”.

Decir que era un medio de comunicación es poco. No sólo la información (como el increíble “Mensajero”, que todavía existe, con mensajes tales como: “Se comunica a Braulio, de Estancia La Mata, que Gertrudis ya fue operada y que su hijo viaja el Sábado con el alambre y la pieza para el molino”) sino un puente con el resto del mundo; vehículo de cultura indispensable que tenía presentaciones “en vivo” de artistas, radionovelas, obras de teatro, poesía, concursos, entretenimientos, deportes, que fueron jalonando nuestro aprendizaje abriendo nuestra mentes y espíritus. Donde quienes trabajaban en ese medio lo hacían con un apasionamiento, dedicación y respeto por el oyente, en fin, con un compromiso con su profesión, que muchos recordaremos como una presencia tan natural como el oxígeno en el curso de nuestra existencia.

Las revistas más leídas junto con El Gráfico, Así y Ahora, eran Radiolandia, Antena (Fotos: Annemarie Heinrich), Ecran y ellas también leían Nocturno (seguramente seguían los consejos de Tita Merello), Suspiros, Secretos, Vosotras o Idioliofilm donde solían aparecer Duilio Marzio, Elsa Daniel, Dora Baret, Bárbara Mujica, Erika Wallkner, Lautaro Murúa y Marcela López Rey, entre otros actores que luego jalonaron una nueva generación en el cine argentino, y tiempo después Atlántida y Claudia; entre las de actualidad estaban Leoplan, Panorama y Siete días (y too Tía Vicenta). Y por supuesto, cuando podíamos conseguirla, la increíble Life con esas fotos inolvidables.

Entonces existía únicamente Canal 9, en blanco y negro (o sea que del “zapping” ni noticias), y no solo veíamos las series. También disfrutábamos del box por ejemplo. Si habremos "paladeado" las peleas de Loche, Acavallo, el inaudito "Ringo" Bonavena, Monzón y esa "tanda" de pesados norteamericanos como Liston, Frazier, Norton, Paterson, Foreman y el grandioso, único, Cassius Clay (luego Muhammad Alí). ¡Ah!, y tampoco nos perdíamos Speedway International, que era un programa automovilístico. También se emitían programas locales como la inolvidable Justa del saber (en donde competían los colegios secundarios) y los noticieros con César Campoy.



Pero, siguiendo con los profes, la cuestión era que Ferrando mandaba a examen a medio mundo (los que se llevaron la materia tienen una clara noción de la vivencia que connota la palabra "caprex") y además tenía un hijo al que todos conocíamos como "Barullo". También estaban el profesor Mendoza (que se fumaba todo y usaba colonia Old Spice) y otros que también dejaron su impronta en el querido Perito y que contribuyeron, pese a todo, en nuestra educación. Contribución en la que también intervinieron "abnegados" preceptores y celadores : la señora de Derpich (doble mérito porque era además la mamá de Lalo), las señoritas Del Castillo y Estrade, entre otros, que trataban de "domeñarnos" en los primeros dos años porque sabían que partir de tercero ya quedaba poco por hacer. Y por supuesto "Tony" Parra, que además de ser celador nos acompañó en el viaje de Egreso, para "cuidarnos", junto con Lidia Rivas (¡muy cuidados estuvimos!) y Marcelino Guerreiro que era el chofer (y que “cuidó” especialmente a Mirta Manterola, a tal punto que después se casaron), y que merecería - el viaje - un relato aparte. Basta mencionar que en nuestro curso empezamos a juntar dinero en 2º Año; que la primer rifa que organizamos tenía de premio una "olla a presión" (tecnología de punta en aquella época; el número premiado lo vendió quien suscribe a la mamá de Andrés y José Martínez en Barrio Muelle), y dudo que alguna vez un grupo de estudiantes haya recaudado tanto dinero para un viaje de egresados, en toda la historia del colegio. Incluso hubo un intento de "intervención" por parte de las autoridades y algunos padres porque consideraban que era "demasiada plata en manos de menores”. Lo cierto es que estuvimos más de un mes recorriendo media cordillera y de regreso todavía nos sobraba plata, y algo de la cerveza también, que muy generosamente nos había donado don Jorge Neman. Aún no dejo de asociar con ese viaje temas como “Un hombre y una mujer” y “Blue moon” con los que bailábamos en los boliches de Bariloche. Y con algunas “otras” vivencias. Claro.

Del Normal no tengo presente a los profes, aunque me animaría a hacer una larga lista de las compañeras, todas descomunalmente bellas, de las que si me acuerdo y de las que creo que no me voy a olvidar nunca. Aún siento un ardiente escalofrío al evocarlo.

De las chicas que me tocó en suerte fueran mis compañeras recuerdo entre otras, además de las ya mencionadas Delia Bellisomi y Mirta Manterola, a Susana Esteban, Haydée Teresa García, Eddie Moscovic, Gisela de Luca, Angela Markotic, Marta Toldo, Sofía Perales, Silvia Bonzano, Marta Schneider, Mónica Medina, Angeles Arroyo, Beatriz Hernando, Luisa Gherscovici, María del Carmen Retegui, Ana María Fernández, Rebeca Oyarzo, María López, Mónica Premoselli, Nora y Adela Williams (las “Güiyan”), Margarita Moreno, y también Stella Maris Mercado, Mintegui, Zupanovic, Beatriz Cerruti, Estevao, entre tantas con quien compartimos las aulas.

Lo que no puedo dejar de mencionar, son los festejos del Día del Estudiante: las carrozas en la Farándula, como la que hicimos disfrazándonos de caníbales y casi nos congelamos del frío, pero sacamos el 2º premio y todavía recuerdo que ganaron los de Nacional con unos “cubos vivientes” –no sé si ese era el nombre- cuya idea fue del profesor Ferrando (¡así cualquiera gana!), los bailes, los torneos intercolegiales. Con esos equipos de básquet memorables entre quienes estaban Manuel "El Flaco" Vivas, que nunca hizo un "ful" y que siempre era un “ejemplo” de buen deportista; Mario Merino, los hermanos Rodrigo, los Corchuelo, los Aguirre, los Escribano, los Cristoph, Mario Olazábal, Salso, Freile; y también "Carli" Pontes, que tenía toda la “facha” del mundo, que nunca se despeinaba gracias al "Lord Cheseline" y fue uno de los mejores jugadores de básquet del cole (en natación quedó un tanto inhibido después de que el profesor Mora lo arrojara del bote, sin que supiera nadar, en su peculiar método de aprendizaje)y de Comodoro y cuyo padre, Don José Pontes, fue brutalmente asesinado, siendo uno de los tantos crímenes ocurridos en Comodoro que aún permanece impune; Roberto "Gofio" Otegui, Herber "El Alemán" Flagel, Horacio "El Enano" Reigada, Marcelino Vivas (sufriendo por ser el hermano de Manuel, "el destacado", cosa que el Griego-cuando no- se encargaba de recordarle), el "Flaco" Calabia, los Legari, Ivancic, Roberto Tótaro (que también sufría, pero por el hecho de ser sobrino del profe, quien no era precisamente muy amado por el alumnado), Raúl "El Chueco" Fuentes, Díaz Baehr, ”Boliche" Bark, Cano, "Pirincho" Pires, "Pacho" Romero, "Tachín" Ferreira, el "Gordo" Zapata, Luis Ruiz, el "Gordo Cocot" (en realidad Kokot, sobrino de doña Johanna Kokot de Avila, con quien estuve aprendiendo Inglés durante años en su casa de Barrio Destilería y que solía decirme: “Mike, para aprender el idioma tienes que acostumbrarte a pensar en inglés” y a quien le debemos entre tantas cosas un bello libro que testimonia la vida de los "boers" en los campos patagónicos a comienzos de siglo, y también bellísimos poemas), Carrizo, Nastri, Rosendo García, Walsamakis, Acevedo, y "Gilito" y "Fanacha" Alvarez, también avezados antagonistas del Griego y de Pistola. El que también siempre asistía a las clases de gimnasia era Manuel Barros y recuerdo la admiración que todos sentíamos por su natural entereza puesto que siempre presenciaba las clases pese a sus limitaciones por la “polio” y que seguramente el tomaba con total naturalidad.

De otro que me acuerdo es de Daniel Candel López a quien envidiaba porque "andaba" con Lilia Salso de quien me sentía secretamente enamorado. Algo similar me ocurrió con el "Mono" Goncálvez (y con “Chichín” Rebello) respecto a Susana Esteban (a quien en su cumpleaños de quince le regalé una pareja de "hamsters" que todavía se deben estar reproduciendo) y con Hugo "Otto" Arminchiardi respecto a "Marisú" Reigada. Pero no es mi intención, a esta altura, andar removiendo conflictos y resentimientos juveniles; aunque todavía me acuerdo la "alegría" con la que me recibía el "Gordo" Reigada cuando iba a visitar a su hija, suponiendo "oscuras intenciones" de mi parte (lo cual era cierto) y que más de una vez debe haber fantaseado la idea de tirarme al “zanjón” de la Urquiza.

Y por supuesto, el Picnic del Estudiante en Manantiales Behr.

Creo que debe haber habido menos excitación cuando se prepararon para ir a la guerra del Golfo que cuando nosotros nos organizábamos para ir al picnic del estudiante. Porque ahí la consigna era: "como pasarla mejor cueste lo que cueste". Piénsese en una horda de marineros suecos que llegan a tierra luego de seis o siete meses de estar en alta mar, o en los "hooligans" ingleses cuando perdían un campeonato por un penal mal cobrado, y se tendrá una remota idea de la atmósfera que se respiraba.

Todo estaba signado por la alegría y el ingenio. Ejemplo de ello son las canciones y entretenimientos que poníamos en práctica. Como cantar canciones mexicanas tales como "Cielito Lindo" (gritando como locos el "ayyyaayayaay" del estribillo), "Allá en el rancho grande", "Cucurrucú paloma", "La cucaracha" o "Adelita", "Yo vendo unos ojos negros", y, por supuesto, "Guantanamera" y "La Bamba”. Otra, muy pero muy ingeniosa, era cantar "La mar estaba serena" cambiando las vocales, empezando con: "la mara estaba sarana", luego: "le mere estebe serene" y así sucesivamente. Cuando promediaba nuestra creatividad lúdica y artística cantábamos "Angélica", "Zamba de mi esperanza", "Luna tucumana", "La López Pereyra" o las canciones que interpretaban "Los Hermanos Calo" y "Los Boyeros", y ya en el cenit, canciones en inglés tales como "Que será"( versión Doris Day: “..quei shará, shará...” ), “Oh Susana”, “Cuando los santos vienen marchando” (“ouuendesents, goumarchinin...”) o bien silbábamos la “Marcha del Coronel Bogey” y también las italianas como "A casa de Irene" (" si canta si ridi"), "Sapore di sale, sapore di mare", "Abbronzatissima (ah, ah, ah,..)" o el siempre vigente "Volare" o "Azul pintado de azul" versión Modugno. En esa época también cantamos hasta el cansancio "El Corralero" de Hernán Figueroa Reyes y otras de moda como “Acuarela del río” (alá-deri-vaelbotevá..), o “El jangadero”, “Puente Pexoa”, los temas del padre Alejandro (“Dios hizo la vaca con ella la leche.....”) y las canciones de María Elena Walsh. Una vez llegados a las "Captaciones" de Manantiales se hacían competencias y se acordaban amores a pesar del control obsesivo que ejercían los profes y celadoras cuando veían las parejas caminando rumbo al cerro. En fin, nuestro exuberante "espíritu" se manifestaba allí con toda su crudeza.

Y después el regreso, que era cinematográfico. Volvíamos, en camiones “Unimoc” que nos facilitaba el Ejército, además de los colectivos se entiende, haciendo una guerra de guerrillas con la comida sobrante -entre otras cosas- de camión a camión. Nos tirábamos con fruta, verdura, restos de asado, y hasta volaban botellas. Me acuerdo que en una oportunidad estuve durante semanas tratando de que Patricio "El Cabezón" Pereyra (el hijo del profe)-que en esa época se dedicaba a tirar la bala y el disco (y después, según me enteré, parece que se dedicó a casarse en forma reiterada- junto con la barra del gordo Alejandro "Alito" Lorenzo, no me atraparan para fajarme, porque me culpaban de haberle tirado un naranjazo al coche del gordo, un Valiant (en realidad uno de los tantos Valiant que tuvo en aquella época), que hizo que se fueran a la banquina con el parabrisas hecho pomada, y cuyo autor material, doy fe, fue el "Flaco" Andino.



Pero el Perito era parte de nuestra vida. Nuestra adolescencia era mucho más que eso.

Eran los cumpleaños de quince, invitados o "colados", adonde asistíamos a cualquier precio, como cuando fuimos al de Eddy "La Rusa" Moscovic y tuvimos que regresar caminando desde Kilometro 8 y llegamos casi congelados). O la vez que fuimos en barra, sin que nos invitaran, al cumpleaños de "Corcho" Kank, hecho del cual seguramente nunca se habrá olvidado.

Eran las horas interminables jugando por la "línea" y la consumición en el "Bowling Palace", ubicado en el mismo lugar de siempre, salvo que la Galería se llamaba "El Aguila" y estaba conformada por "Tienda Soraya" de Paco Cruz, "Moda Sport" y después "Barbarella", y adonde concurría una fauna - en todo el sentido del término - que hoy podríamos considerar histórica: el "Cata" Ness, "Picho" Gessler (quien solía ostentar un tatuaje de la Guardia Restauradora Nacionalista),"Cacho" Pedalino (que una vez casi desarma todo el bowling en una pelea de antología con Peters, ante la presencia de Millán que impedía que alguien interviniera; curiosamente creo que Cárcamo no estaba en ese momento) y otros personajes ya folclóricos del bowling como: Jorge Balcón, el "Petty" García, querido "hermanito" de Angela y Haydée e hijo de don Filavelcio y doña Dorotea (que me recibían en la casa con todo el cariño del mundo), pionero de los radioaficionados de la Patagonia, que tenía los equipos llenos de polvo porque decía que cuando los limpiaba funcionaban mal (de esto son testigos los hermanos Palacios) y de paso debo decir que Haydée tenía, y tiene, una de las voces más hermosas de Comodoro y que ya en aquel entonces nos deleitaba con sus canciones una de las cuales era esa que decía: “tengo la esperanza mas bonita al contemplar las mañanitas con tu brazo sobre mi hombro” y también “Cambá Poriajú”; los Ruiz Cobos, Juan Carlos De Brito que tenía la costumbre de romper los palos debido a la fuerza con que tiraba la bola, razón por la que los "parapines" se negaban a armarle la cancha (entre ellos estaba Jorgito Velázquez), y por supuesto: Renato "el Tano" Catacci, Stoyanoff, Chicha, Boris, Buckzak y Siracusa.

Entre los más chicos recuerdo a Claudio "Dito" Sícalos, "Quique" Soeetber, Enrique Ausías, "Tapón" Morales, Pedrito Quinteros, el "Negro" Rearte, Hugo César "Capicúa" Olivares, "Manolo" Cruz, "Quique" García, el "Petiso" Ureta, "Cacho" Lastra, el "Ruso" Ivancic (que nunca me quedó claro si era de los grandes o de los chicos), Alberto y Horacio Heredia, Lecito, Miguel Giovannini (que coleccionaba corbatas y pañuelos y con quien solíamos intercambiarnos la ropa), Renato Morales y "Lalo" Derpich, que en aquella época todavía no era un "stone" sino un "caquero" y a quien recuerdo con el pantalón "oxford" negro (tiro corto), pulóver rojo, saco "cuadrillé", de corbata y peinado a la "gomina" (tenia un “look very fashion”, tenía), pilchas que seguramente se había comprado en “Moustache” o “La Bocina”. Después, como el resto, se hizo "beat", con flequillo incluido, y más tarde: "hippie" (lo que no sé es si fue “punk” en alguna etapa) y con el tiempo, entre “otras” cosas, motoquero.

Entonces existían distintas categorizaciones, tales como: ser "in" o "out", de "la crema" o "grasa", “caté” o “mersa”, (mucho después vendría lo de “concheto”, “careta” y “groncho”, entre otros) aunque también se utilizaban términos como “garca”, “cabeza”, “cata” o “chilote”) y se usaba, por supuesto, un lenguaje acorde, como decir a cada rato: "me pasé" o "te pasaste", "que quemo", "te incineraste", "cortate las venas", "me quiero morir", "genial", "bárbaro" o "¿viste?", "o sea" y "es decir", repetidos compulsivamente. Después vino "me copé". Y también algunos modismos que a más de uno ahora le parecerán vergonzantes como: "fue un plato", "un corso", “un espectáculo” o "un show"; después vendría los mas modernos: “mató”, "que swing" o, ya en plena “psicodelia”, “que alucinante", equivalentes más moderno "me flasheó". También estaban en boga: "me saco una pestaña y te pincho un ojo" (ellas, cuando se hacían las enojadas); otra, más tecnológica: "¡pará la moto, eh!”) o también "me quiero suicidar", el más irónico "me quiero hacer el harakiri" o “que bajón” (después vendría “estoy con la pálida”) estos últimos referidos casi exclusivamente a dos muy originales conflictos que se expresaban con las también dos muy originales confesiones: "lo que pasa es que mis viejos no me entienden" una; “me hizo la pera”, “me pateó” (o” me largó”), “creo que me engaña", la otra.

Pero también éramos muy graciosos en nuestra manera de burlarnos. Si por ejemplo alguien estaba un poco "lentificado" (cosa bastante frecuente) habían algunas calificaciones básicas tales como: "dale Einstein" o "gansópolis", "que hacés, taraservis" o "bólido" (en alusión a personajes de historieta),"¿tomaste vivarachol?", "sos un plomo" o "dale, Gagarin" (“forro” y “nabo” surgieron bastante después). Otras, en referencia a un estado de confusión, también bastante frecuente, eran: "estás del tomate", o bien: "estás de la cabeza, del coco, del mate, de la nuca o de la azotea" (después aparecieron “pire”, “mambo” y “zarpado”, lo que ahora equivaldría después a "estás super crazy" o “se te quemó la gorra”). Muy ocurrentes, éramos. Otro tipo de cargada “estandar” era decirle "choclo" al que sufría de acné o si alguien era corto de vista, saludarlo con un:"¡Hola Magoo!!" o decirle “cuatro ojos” ( y a alguien muy morocho llamarlo "Kunta Kinte", a una gorda “Pochita Morfoni” y a un pelado Yul Bryner ).Y cuando se acercaba alguien que era "mufa", decíamos: "guarda que ahí viene Fúlmine" o bien cruzábamos los dedos formando una cruz como si estuviéramos ahuyentándolo a Drácula (otra era decir: “tirale flit” o “tirale pasto”). Muy "chistosos", éramos. También, y con motivo de una película que dieron por aquel entonces, surgió un muy perspicaz juego de palabras y de ideas que durante un tiempo se puso de moda y que consistía en desarrollar el siguiente diálogo: “¿Adonde vas?...al cine... ¿Qué vas a ver?...Quo Vadis... ¿Qué quiere decir?...Adonde vas... Al cine...¿Qué vas a ver?...” (je, je, je....¡que risa que nos daba! Lo mismo que cuando mencionábamos que habíamos visto: “La bala dobló en la esquina”, “El desnudo con las manos en los bolsillos” o “El paralítico en bicicleta”) ¡Para colmo los adultos nos recordaban, cada vez que podían, que estábamos en la "edad del pavo" o que "vivíamos en Babia"! (¡Chau Pinela!!!)

Con el tema de nuestros cambios biológicos había una especie de saña particular, fuera con los cambios de voz, fuera con las chicas cuando estaban "en esos días" o, perdón por el atrevimiento, con “el asunto”, que era el elegante (!) modo en que se mencionaban ciertas cosas sin nombrarlas (y al que nosotros los varones, siempre tan gentiles, aludíamos evocando a una especie piscícola muy popular en Noruega, el “Gadus morhua”, que suele prepararse ahumado y que aquí se consume con mayor frecuencia en Semana Santa) y les impedía (¡¿?!) bañarse - ¡y más aún lavarse la cabeza! – hacer gimnasia, bailar, saltar, es decir que salvo respirar, cualquier cosa constituía un riesgo para sus vidas y su estabilidad mental (muy lejos estaban todavía de la posibilidad de acceder a un "easy pack", al “always fashion”, al “Carefree”, “O.B” o “Days” y ni hablemos de las toallas higiénicas, por ejemplo); fuera con "la estatura", de lo cual puedo dar testimonio, lo mismo que "Torete" García o el "Portugués" De Souza, quien para colmo tenía un bozo que no terminaba nunca de concretarse en bigotes. Los que eran muy altos también sufrían el embate, por ejemplo, “bancarse” que se los denominara "Largo". En fin, había una especie de hipersensibilidad especial para captar las "modificaciones" aún más imperceptibles y ejercer el más feroz de los sadismos, justamente en la etapa en que nuestro equilibrio psíquico dependía como nunca de nuestra imagen estética, donde la aparición súbita de un comedón acneico, es decir una “espinilla”, en el rostro, o el descubrimiento de una anomalía corporal (la asimetría entre el tamaño de las orejas por ejemplo) horas antes de un cumpleaños de quince eran vividas como catástrofes frente a las cuales lo de Hiroshima era una anécdota menor.

Tiempo antes estuvieron los "petiteros" y los "bananas" que usaban pantalones "bombilla" - y yo, debo confesar, alguna vez usé "corbatines", "pulsera de identificación" y me sentía un transgresor supermoderno cuando usaba mocasines sin medias (cosa que mis viejos los desquiciaba). Digamos también que ellas andaban de "chatitas" y peinados "batidos" fijados con "spray" (lo que implicaba la tortura de dormir sentadas durante toda la noche con los ruleros puestos) o "vinchas", las cuales estaban terminantemente prohibidas en los colegios, créase o no. También estaba prohibido ir al "cole" de "vaqueros", es decir "jeans" (ni hablemos de ir con zapatillas, nuevamente créase o no); ellas también usaban "enaguas" o "combinación" y cuando ya eran "grandes", medias de "nylon" y maquillaje con pestañas postizas y pelucas incluidas. (“Later” aparecieron las "medibachas" o “can-can” y los zapatos con "plataforma"). Luego vino la "mini", el vestido “bobo”(de poliéster), la "maxifalda", y los anteojos para sol tipo "lunet". También se usaron los vestidos "bolsa" y en una época los pulóveres "gordos", que cuantos más gruesos mejor (después llegaron las camisas de “bambula”). Con la cuestión de la "mini" más de una familia estuvo al borde de la desintegración porque descubrían que tenían una hija que –por usar una mini- era "una degenerada", una "loca", una "perdida" o, según una expresión más moderna, una "reventada" que se hacía “la mosquita muerta”. ¡Ni hablar si además quería ponerse una "bikini“ o un “short” (que no era un “hotpant") y no me imagino lo que hubiera pasado si súbitamente se hubiera inventado el “fusó”, la “tanga” o los “hot jeans” (respecto a que a alguna se le hubiera ocurrido hacer “topless”, mejor ni pensarlo). La moda “verdad” todavía era ciencia ficción y el “unisex”(¿queeeeee???!!!!) apenas se insinuaba. Yo aún recuerdo la mirada dubitativa y perpleja con la que me contemplaba mi viejo, con ese gesto de abatimiento que tiene un padre al advertir que todo lo que hizo en su vida ha sido inútil e irremediable, cuando comencé a usar el flequillo a lo beatle.

Casi me olvido de mencionar a José "el Portugués" Pereyra que era todo un personaje. Ya en aquella época se contaban e inventaban anécdotas del "Portugués". Yo no lo presencié, aunque alguna vez pasé a buscarlo con la barra por la funeraria donde trabajaba, pero hay quienes aseveran que dormía en el mejor ataúd que había, porque según él era más mullido y cómodo.

¡Y cómo olvidarme de la música, de los bailes, de los asaltos"!

Solíamos prepararnos con bastante tiempo de antelación para encontrarnos un rato antes en alguna confitería o bien hacer unas líneas en el Bowling. Cuando podíamos tomábamos un “coche de alquiler” que era una especie de remis y colectivo al mismo tiempo, en donde el chofer aguardaba, en una parada, que se ocupara con distintos pasajeros y establecía el recorrido según al lugar al que iba cada uno, cobrándole el tramo correspondiente. Pero cuando no disponíamos de dinero suficiente, es decir casi siempre, utilizábamos los ómnibus (en aquel entonces existían las líneas 2,3 y 5; después hizo su aparición la 13 intentando imponer un innovador concepto de agilidad y puntualidad). O bien -bastante seguido- hacíamos “dedo”.

Los "asaltos" eran como la clorofila de la vida, indispensables para la existencia. Ellas llevaban la comida y nosotros el "Tío Paco" (no se me inquiera de porqué tenía que ser "Tío Paco", pero ese era el mandato inalienable). Con la música(que surgía de un "Winco" o de un "combinado" ¡no sé cómo hacíamos para arreglarnos sin un "dj"!), de nuestros hermanos de crianza Los Beatles (y los Rolling por supuesto). Pero también, para ser históricamente honesto, con Chubbi Chekker, Los Plateros, Elvis, Nat "King" Cole, Pat Boone, Brenda Lee ("jam sori, sou sori"), Harry Belafonte, Frank Sinatra, Paul Anka ("put ior ed on mai sssouuuulder"), Neil Sedaka (todavía tengo presente la emoción que sentí cuando una vez, pasados ya los años, me encontré con él en un ascensor en Río de Janeiro y no pude menos que saludarlo y abrazarlo) y orquestas como las de Ray Connif, Bert Kaempfert, Lawrence Welk, Herb Albert, Los Village Stompers, Fausto Pappetti y Frank Pourcel. Pero también, sigamos siendo honestos, Rita Pavone ("mio cuore, sstoii chofffrendo...") y toda la “onda” italiana, Trini López ("everibodiiorendsclapinnau...."), los Wawancó, el Cuarteto Imperial, los Cinco del Ritmo, Serenata Tropical, los del Club del Clan, Juan “Corazón” Ramón, "Quique Guzmán" ("yyyy... daaaame, daaaame, daaame, daaameee..."), José Feliciano, Bingo Reyna, Leo Dan (..."la conocí un domingo"... y "como te extraño mi amor..."), Yako Monti ("...que tienen tus ojos..."), Antonio Prieto (“blan-cayradian-tevalano-viá”...), Los Cinco Latinos, Eddie Gormie con los Panchos (también Armando Manzanero, Tito Rodríguez y un tiempo antes Lucho Gatica, Roberto Yanés o Rosamel Araya) y después Los Gatos, Los Shakers, Los hermanos Carrión, Los Iracundos, Los bárbaros y Sandro y los de Fuego, sólo por nombrar algunos de lo que constituía la "nueva ola". Pero, y a los fines de que no se me reclame por ciertas imprecisiones, debo decir que en la "barra" escuchábamos a Bob Dylan, Joan Baez y a grupos como The Birds, The Shadows, The Beachboys, The Dave Clark Five, The Strangeloves, The Kinks, The Yarbirds ("for you love"), a los que seguirían Zeppelín, Creedence y una lista que sería de no acabar, pues como se verá teníamos una conformación musical muy, pero muy muy amplia. A mi también me gustaba el Jazz (aunque lejos estaba de descubrir a Charlie Parker, Coltrane o Thelonius Monk por ejemplo) y el folclore "onda" los Huanca Hua, Tejada Gómez, El "Cuchi" Leguizamón y Jaime Dávalos, que escuchábamos emocionados con Alfredo “Ticky” Togel aleccionados por Hugo Covaro que acababa de llegar de Salta y que no se cansaba de contarnos la emoción que había sentido al contemplar el mar al amanecer, desde el Cerro Chenque, por primera vez.

Los asaltos eran un desafío que se desarrollaba en distintas etapas: bailábamos primero a los "saltitos"- aleteando con los brazos - y algunos temas "sueltos" como el rock, el twist o la cumbia (o lo que estuviera de moda como el “A go go” o el “Pata pata”). Cuando no bailábamos, escuchábamos los temas siguiendo el ritmo con la cabeza, moviéndola de adelante hacia atrás - similar a esos perritos que se colocaban de adorno en la luneta trasera de los coches - o bien balanceándola como un péndulo hacia los costados (¡Muy rítmicos, éramos!). Después el objetivo consistía en lograr "engancharse" con alguien para bailar los "lentos" o "suaves", lo que debía hacerse en el menor espacio posible (la medida patrón era: "una baldosa") para poder, permítaseme el término, "chapar" mejor, que mucho antes era “afilar” y que después se convirtió en "franelear", "atracar" y "darse con todo" y mucho, mucho después en los ya mas actuales "curtir" o "transar". El "summun", permítaseme nuevamente el término, era convencer a los padres de la casa para que nos autorizaran a bailar en penumbras, lo que se convertía en un parámetro de los "piolas" que eran (" los viejos", se entiende), más aún si nos dejaban fumar, en cuyo caso merecían "un monumento". A veces se nos ocurrían cosas como bailar "con la escoba", "jugar con las sillas" (donde el o la última en quedarse parado tenía "prenda") o ya en el límite de nuestra osadía, al peligroso juego de "la botella" (haciéndola girar en el medio de un círculo que formábamos) con "prendas" aún más audaces como "declararse" a alguien o, cuando ya perdíamos los límites: "besarse" - ¡wow!- “en la boca”. Es decir que éramos, como se podrá apreciar, unos "vivos" tremendos. Con decir que las chicas eran prudentemente advertidas de que tuvieran cuidado de tomar "Coca-Cola con "Geniol". ¡Como para que después el "Frente de la Familia" no adhiriera fervorosamente a la "campaña moralizadora" que implementó, si mal no recuerdo, el Tte. Coronel José Félix Arbeloa, que fue intendente durante el gobierno del dictador Onganía!. Aunque eso seguramente se debió a las "pateadas de tachos de basura”, a "tocar timbres de noche", a los furtivos encuentros que solíamos tener en el "parquecito de la costanera", donde el cuidador nos llamaba la atención cuando nos abrazábamos y nos retaba si nos besábamos (¡Oh Señor!) o - nuevamente rescato nuestra extraordinaria osadía - en la "biblioteca" municipal que funcionaba en el Hotel de Turismo, lugares elegidos también por quienes se hacían - ¡oh intrépidos!- la "rata". Es decir, todo muy “hard”, muy “heavy”. Muy “barderos”, éramos. Y si ahora se aburren, que se jodan.

Con los bailes, la historia era otra.

Estaban los que se hacían en el Club Gimnasia y Esgrima y también los del Huracán y el Luso (las ”matinés” del Huergo vendrían después). O los que se organizaban para juntar plata para los viajes de fin de curso. Como el que hicimos los de Comercial en el Centro Catamarqueño cuando lo trajimos a “Mister Trombone” ("A cabaaaallloooo....") cuyo nombre era Fredy Santamaría. Creo que Carlos "Caremo" Alvarengo aún tiene un “long play” de aquella época donde está incluido "Cabalgata". De paso aprovecho para reconocer públicamente que “Caremo” siempre eructó mejor que yo - pese a mis esfuerzos por ganarle- superándome en el timbre, en la intensidad y en la duración, pues si bien poco alegretto, lograba un sonido cavernoso muy particular y profundo, mas cuando también comparábamos las cualidades olfativas (para lo cual me atrapaba tomándome la cabeza fuertemente entre sus dos manos y expeliendo el nauseabundo vaho directamente a mi rostro), donde la mayoría de las veces no era difícil adivinar lo que había comido el día anterior. Aún persisten en mí huellas mnésicas de algunas otras de sus características (me refiero al eructo): amablemente áspero, profundo, casi cáustico, duro y más bien oxidado, acaremalado y expansivo. Y a tirar pedos también me ganaba, pero la descripción me llevaría un par de páginas.

Sigo. A Mister Trombone lo trajimos por intermedio del “Gordo” Novak, que casi nos engancha con los “T.N.T” que ya se habían disuelto, oportunidad en que literalmente empapelamos Comodoro con los carteles (no se llamaban afiches todavía) de propaganda y al final terminamos haciendo una verdadera orgía de harina y engrudo en la intersección de Mitre e Yrigoyen. Los que se deben acordar de esto son Carlos "Chicho" Marcikevicius (siempre con el pelo bien cortado), Eduardo "Wixi" Weidman y Eduardo "Yayo" Iglesias, que también tenía otros apodos (y nunca supe si era o no de River). No voy a entrar en detalles pero recuerdo a éste último cubierto de engrudo y envuelto en una nube de harina, mientras todos nos alejábamos de él con la misma celeridad de quienes se apartan de alguien que ha pisado una mina activada, tal el temor a su reacción. Y ya que lo menciono a “Joe” Iglesias, que era otro de sus apodos, recuerdo uno de los tantos episodios de sus increíbles ocurrencias y de quien fui una de sus víctimas. Resulta que estábamos en un recreo cuando de pronto se me acercó y en voz baja me dijo: “Petiso, vení, mirá lo que tengo en el bolsillo”, ante lo cual, introducir, como un imbécil, mi mano, y salir corriendo hacia el baño - para lavármela - invadido por una vergonzante sensación de asco, fue todo uno. “Yayo” también salió corriendo, pero para contarles eufórico y a los gritos a todos los que podía: “el Petiso me la tocó, el Petiso me la tocó”, mostrándoles a todos el forro roto del bolsillo. (¡jú, jú, jú! ¡que risa!)

Bueno pero retomando lo anterior cabe mencionar que las conversaciones que entablábamos en los bailes y asaltos era muy interesante: "¿De qué signo sos?", "¿trabajás o estudiás?", "¿que pensás seguir?,"("a mi me gustaría ser azafata" era una respuesta bastante habitual de parte de ellas), ¿andás con alguien?", "¿te gustan los Rolling o los Beatles?" "¿Rock Hudson o Cary Grant?" ¿Kildare o Ben Casey? (o: Marlon Brando o Paul Newman, Liz Taylor o Sophía Loren, etc.,etc.), "¿Los Chalchas" o "Los Fronterizos?", "¿Palito o Leo?", eran algunos de los modos clásicos de comenzar un planteo polémico sumamente atractivo. Si la cosa se profundizaba ya arremetíamos con... el.....sexo y uno de los temas preferidos: "la prueba de amor" y/o "la virginidad", con conceptos muy en boga y muy desprejuiciados tales como "quiero llegar pura o casta al matrimonio", ellas; "no le planteo nada sexual porque la amo", "si se entrega no es una buena mujer", "una cosa es una mina y otra mi novia", nosotros, etc. (Una legión de psicoterapeutas agradecidos) y posteriormente: "¿la píldora, si o no?". Cuando nos jugábamos más intelectualmente incursionábamos en la religión ("una cosa es Dios y otra la Iglesia", o sea) y la metafísica, en donde hasta éramos capaces de hablar sobre "El Tercer Ojo" de Rampa, y la, creíamos, literatura ("¿leíste Memorias de una princesa rusa?"...”¿y...La Impura, de Guy des Cars?...”). Es decir, temas muy cultos (muchas de las chicas se “volaban” la cabeza leyendo a “Corín Tellado”) y de gran nivel especulativo. Unos piolas bárbaros, éramos.

En fin, sentíamos que la vida era nuestra. Y sentíamos, con nuestra arrogante ingenuidad, que nos apoderábamos del mundo. "James Bond" era "un poroto" al lado nuestro. Nos creíamos unos “cancheros” bárbaros, unos “bacanes”, unos “playboys”; estábamos en la “pomada” (espero que se “cace” el concepto, o sea, es decir, no sé si me entienden...)

Como cuando los viernes y sábados nos encontrábamos en el Gran Hotel, ubicado donde ahora está Frávega y antes Pirulín Pirulero (y donde antiguamente estuvo el Argentina Hotel y también funcionó la Municipalidad en sus comienzos), para ver los espectáculos. Al lado se encontraban la librería La Real (donde vi por primera vez en mi vida “El Capital” de Marx, expuesto en la vidriera) y Tienda Rolymar del Sr. Romero, que tenía la costumbre de instalarse los domingos frente a su negocio con su esposa en un coche "De Soto" que era una maravilla, y que tanto él como su familia me recibían con todo cariño cuando nos juntábamos a estudiar con Pacho. Otros negocios que habían en ese entonces fueron la tienda El Hogar, El Choique, el hotel La Vascongada, Casa Freile (con su reloj característico), La Nueva Galera, Carioca, Casa Soeetber, Peletería Labor, Tintorería May, Casa Roselló, La Flor de Asturias, Casa Gorch, Casa Herrada, Casa Suárez, CILU, Casa Peralta, El Gastronómico, Zapatería La Sorpresa, Mueblería Smith Hermanos, Casa Electra, Hotel Comercio, Casa Castaño, La Tupinamba, Costa Sud y el Restaurant Las papas Fritas donde ocurrió un episodio que nos impactó a todos cuando Marcos Arenas mató a varias personas en una ajuste de cuentas y con quien mas de uno se sintió identificado.

En la confitería del Gran Hotel sentíamos que estábamos en Liverpool cuando actuaban “Jerry y sus Hi-Fi”, (por "High Fidelity", o sea, no sé si me explico) formado por Salvador "Jerry" Bellone en guitarra, Luis Costa en batería, Roberto "Chungo" Rodríguez en bajo y Jorge "Sammy" Osvaldo Carou en piano interpretando temas de Los Beatles; y a los que conocí muy bien, puesto que estuvieron "instalados" en mi casa de Barrio Muelle más o menos durante un siglo, lo cual no pasó desapercibido por los vecinos, entre otras cosas – además del aspecto, pues creo que fueron los primeros en usar el pelo “tan” largo, sobre todo Luis, en toda la historia de Comodoro – debido a que nos pasábamos escuchando la música “a todo volumen” (términos como “al mango” o “ al taco” estaban muy lejos de usarse todavía).

Tengo presente el nerviosismo incontrolable de Terzano cadavez que actuaban, cuando el "conjunto" o “grupo” (en esa época todavía no se llamaban "bandas") arremetía con "Twist y gritos" o con" Money" y nosotros gritábamos como locos a la vez que hacíamos ritmo con las palmas o bien golpeando todo lo que teníamos a nuestro alcance, como los vasos con las cucharas o directamente las mesas. Y eso todos los días. Allí también cantamos "La balsa" y temas por el estilo, pues fuimos testigos del surgimiento del "rock nacional" que generó una polémica que nos quitaba el sueño ("¡Rock cantado en castellano!...¿y eso qué corno es ...??!!!!"), que también se conoció como "la progresiva".

De Comodoro surgieron "Los Cadáveres", el primer grupo local con una conformación rockera de nuestra ciudad, integrado por Guigue Bazán (segunda guitarra y voz), Lito Córdoba (primera guitarra y voz), Alex Molina (bajo) y Juan Carlos “El Portu” De Brito (batería). Debutaron formalmente con motivo de un aniversario de Canal 9 en el Centro Catamarqueño, pero yo estoy casi seguro que lo hicieron antes en el subsuelo del Huracán, donde interpretaron para los amigos que estábamos presentes algunos temas como "Lucila", “Tutti Fruti”, “En el cielo” (....”con un angel.....”), “Dame una vez” (....”tan solo una vez....”) entre otros que tenían en el repertorio.

Después vendrían los "Papervanwriters"(sic), con "Pipo" Corchuelo (que después incursionó en el folclore conformando a los memorables “Hijos del Viento”) y "Pinky" Ramos, entre algunos de sus integrantes. Contemporáneamente fueron surgiendo muchos más que ya son parte de nuestra historia. "Grupo Uno", con “Jerry” Bellone, Luis Costa, “Canario” Quiroga, René Bersais y Néstor Martínez, que en realidad fue producto de un intento previo (un pre o proto Grupo Uno, de un conjunto en el que ensayaban el Negro “Cholo” Gómez (en aquella época todavía no era Oscar Gómez Castañón), Juan Carlos De Brito (a quien se le ocurrió el nombre sumando primero las edades de los que estaban presentes y luego los dos dígitos del producto final) Canario Quiroga y Julio Triviño, y al que después se fueron integrando los que le darían la conformación definitiva. Según parece uno de los primeros en “abrirse” fue el “Juanca” De Brito, “emboladísimo” porque se negaba a hacer otra música que no fuera rock. Y es muy probable que así haya sido; a mí me llegó a decir (en largas charlas que teníamos en lo de “Mami” - que era como todos le decíamos a Almeida, su mamá – y por cuya casa transitó medio Comodoro) que prefería cortarse las manos antes que tocar lo que no le gustaba. Y seguramente lo decía en serio. Otros conjuntos fueron: "Kascote" (conformado por “Pipo”,“Pinky”, Iglesias, Beto Martins y Jorge Agnese), "Dulce Azúcar"(Cadiz, Pavelka, Genov, el “Gato” Marinado, Jorge Liskewicks), "Revólver"(Domínguez, Almirón, Ortiz, Fernández), “Tramps” (Vera, Ojeda, Gallego” Plaza, Aguilar y después Raúl Ortiz), "Los Pipers"(Raúl Fernández, Calo en batería, Manolo Cruz y “Cunino”) y “Renacimiento” (Victor Caro, Cádiz, Marinado y Almirón) y que, según me contó el “Gato”, fue récord de entradas cuando actuaron en el Club Huergo por primera vez.

En el Gran Hotel también nos hemos reído hasta el cansancio con "Chasman y su muñeco “Chirolita", y los domingos al mediodía, algunos después de haber cumplido con el ritual de asistir a "la misa de once" (¡que angelitos!) en la Catedral, disfrutábamos como si fuéramos el “Sha” de Persia tomar una "coca", o ya más grandes un "vermouth", con "ingredientes" (es decir una picada).¡Otra que Onassis!

Yo, por mi parte, solía llegar del “Culto” (el equivalente de la misa católica) que hacían los Domingos en la Iglesia Reformada, fundada por los colonos sudafricanos en el año 1912),ubicada al costado de la Catedral, donde todavía sigue). En aquel entonces estuve dando clases en la Escuela Dominical para los mas chiquitos, entre ellos Leslie y Eddie Burón y los chicos de Hammond, y asistía los Sábados a la “Reunión de Jóvenes”, a la que iban: Guillermo Van Wyk y su hermana Cecilia, Enrique Botha, Carlos de Lange, Yolanda Eloff (y después su hermanita Raquel) que fue Reina del Petróleo, Molly Venter, Ketty Van Norden, Clotilde Visser, Anita Viviers, Olga y Walter Sorg, Vera Kruger, Antonio Wrigth, Andrés Norval, Enrique Kruger y su hermana Annie, entre otros. Si bien el eje de las reuniones era religioso (éramos expertos en el manejo de la Biblia y conocíamos cientos de versículos de memoria), abordábamos distintos temas que para la época eran novedosos y adonde cada tanto llevaba a mis amigos de la barra, los cuales quedaban impactados por la flexibilidad y apertura de los enfoques. Tengo presente el cariño y respeto que nos brindaban los Pastores que tuve la suerte de conocer, como Boonstra (su ida de Comodoro me produjo un gran dolor), Sydney Rooy y Louis Wagenveld, entre los que recuerdo y por quienes guardo un profundo afecto. Y tanto por Sydney como por Luis guardo mi gratitud mas profunda, porque estuvieron entre los que me brindaron, con gran riesgo, un apoyo inestimable durante la dictadura militar, en circunstancias por demás adversas para mí. Y respecto a lo que venía relatando, en las reuniones de jóvenes no solo nos juntábamos a charlar, sino que también nos divertíamos muchísimo (en la misma Iglesia o en nuestras casas) en un ámbito de camaradería y honestidad que atesoro con nostalgia.

Sigo con los bailes. Solían también actuar “orquestas” como "Los Peniques" (¿remember "el Tangolero"?), que según recordamos alguna vez con Oscar Colina (que ya en aquel entonces tocaba el saxo), estaba conformado por él y Antonio Pérez en saxos, Miguel Ángel Schneider al piano, Jorge Aramoni y Román, trompetas, el "Negro" Washington Machado en batería, Rubén Sudaide en bandoneón y maracas y H. Cádiz en guitarra y que allá por el 62`dió lugar a la "Indiana Jazz" (Colina, Pilepich, Alvarez, Maidana, Ruiz, Morero y Miguel Medina alias Ricky Nelson en voz) y posteriormente a "Setiembre" (con Colina, Vera, Soto, Mendonca, Luis López y Alberto Ceballos), que junto con los "Tíos Queridos" amenizaron el último baile de carnaval que se realizó en el Centro Catamarqueño. Otras orquestas que actuaron con anterioridad fueron "Los Cometas"(donde creo que estaba Budiño) y "Los Diamantinos"(en donde tocaban los hermanos Torres junto a Naida y Morey en batería), y con posterioridad otras como "The Dixie Swinger`s" y el "Círculo Amigos del Jazz". Entre los pioneros estuvieron los ya mencionados “Cometas” y “Los blacks stars”.

Durante la primera mitad de la década actuaban todavía las "orquestas típicas" entre las cuales recuerdo a la de Luis Marmo, que era de "Típica y Jazz" y solía presentarse en el "Club Sportivo Francia". Cabe recordar también a los inefables bailes del "Tiro"(Federal) con la música de Don Valdomero Terraza, con su hermano "El Pibe", su hija Carmiña y la participación de Galarza, Sibila en batería y, por supuesto, el "gordo" Colina.

Y aquí creo que no está demás una importante aclaración: el temor más siniestro que teníamos, y que en muchas oportunidades debe haber arruinado días o semanas de existencia a más de uno/a, se concretaba brutalmente cuando en un baile, una fiesta o un asalto alguno había "rebotado" o bien una de ellas había "planchado". Una angustia terrorífica que todos teníamos que enfrentar y/o sortear ante la ruina psíquica en que nos convertíamos ante el fracaso de un “levante”. (Otra legión de psicoterapeutas- previo tratamiento personal, no sólo por su formación- profundamente agradecidos.)

Pero no sólo era el Gran Hotel. También íbamos al "Austral" - donde siempre disfrutábamos de observar esas hermosas botellitas en miniatura que coleccionaba don Antonio Roqueta – o al glorioso "Pingûins Night Club" (después vino el "Frisco Bar” de Miguel Bal, con la participación estelar de “Tommy” Hernández en la barra) ubicado en el subsuelo del Comodoro Hotel, en donde más de una vez me estampillé contra el espejo que había al bajar por las escaleras, y donde en el 63 actuó Billy Cafaro. O la confitería del Comodoro (de los Wisenthal en aquel entonces) donde con Alicia y Cristina Lema - creo que estaban también Ruth Relly (y Lito, que era mas chico), Edgardo "Palomo" Pérez Ponce, Lucy "la Turca" Elguetta y seguramente Hebe Villagra, “Muñeca” y Marta Navarro - y toda una barra, le hicimos "pierna" a Marcelo Falcón en su primera actuación en público. Las que no recuerdo si estuvieron son Cristina Ruiz, Celia Ureta,”Noli” Fuentes, “Lita” Leske, “Pochi” Nicolao y “Gigi” Rua (que era de las más chicas) que también eran de la “movida” de aquel entonces. Los que es posible que estuvieran son Carlos y Elizabeth “Pototito” Gallo, pues el padre era el gerente. Y ya que menciono a la barra debo decir que la misma era mucho más grande y fluctuante de lo que parecía. En realidad todos nos encontrábamos en distintos puntos de intersección según las distintas actividades e intereses, tales como los bailes, los deportes o la música. (En el Comodoro también pasamos noches inolvidables en el Panorámico y aún perdura en muchos de nosotros la emoción que sentimos cuando nos reunimos allí al conmemorar los de la promoción 66 nuestros 25 años de egresados). Y - no me olvido - los boliches de Rada Tilly como "Sweet Helen", “Bijou” y "Ronanó", donde alguna vez nos quedamos hasta el amanecer en la playa refrescándonos los pies en el agua, sintiéndonos los dueños del cosmos.

También, como olvidarlo, estuvo ese predecesor del "underground" comodorense que fue "El Faraón". Ubicado en un subsuelo de la Tehuelches, en Km 3, he presenciado las cosas más insólitas (de las que también fui protagonista) en el campo de la expresión musical y otras "manifestaciones" juveniles, en ese lugar. Recuerdo el dúo que hacían Luis Costa (después de “Jerry y sus Hi-Fi y antes de formar "Grupo Uno", en ese entonces vivían en mi casa en Barrio Muelle) con "Jerry", usando una guitarra eléctrica amarilla- que semejaba una yema de huevo – y tan solo con un redoblante y un platillo como base. Con ese "equipo" (otra que Roger Waters y esa “boludez” de The Wall) se animaban a interpretar los temas de los Beatles, de los Rolling o "Jinetes en el cielo" o lo que hiciera falta. Lo que me sigue impresionando con el paso del tiempo, es la cantidad de gente que pasó por allí. Algo así como que el que no estuvo alguna vez en "El Faraón" no conoció del todo la noche juvenil de aquella época.

Como tampoco la conoció el que no se "metió" - o por lo menos lo intentó si es que era menor de edad - en algunos de los boliches de la calle Belgrano (pero esa es otra historia, que tiene que ver con otras anteriores como haber ido a la "loma" a "debutar" con la "Quecha"- ¿o "Kecha"?- a la cual no llegué a conocer; dejo a los lectores veteranos que le den la explicación correspondiente de lo que aquí menciono a sus respectivas familias), entre los que cabe mencionar: el Bagatelle, el Texas, el Flamingo, el Follies Bergere, La Gruta (en donde actuó Pedrito Rico), el Southland, el Moulin Rouge (...."con Perla Valdéz - vedette - y Alina Cortés, ¡¡La alondra... de Chile!!!...."), en la zona del centro y El cuartito azul, el Mono, el Maracaibo, el Congo Belga y Las Cinco Monedas ubicados en la loma, que surgieron como hongos en la época de los “contratos” durante la presidencia de Frondizi, para que los petroleros, principalmente los yanquis, tuvieran lugares de sano esparcimiento.

Pero respecto al “debut” que mencioné caben algunas explicaciones. Habían dos lugares “legalmente” instalados en donde realizarlo. Uno, conocido como “El Grande” ubicado en las inmediaciones de las calles Pastor Schneider y San Martín y otro, “El Chico”, situado a la vuelta. Además de la “Kecha”, trabajaban allí, entre otras, la “Osa” y la “Turca”. Según me dijeron, era todo un ritual: llegar, elegir, “cabecear”, pasar al control con el Dr. Tatarow (“dela vuelta”, decía), con el “gordo” Sandoval o con el enfermero (un gallego al que, me dijeron, le quedó un singular apodo: “el chotero”) para luego – previo pago y con las fichas correspondientes – dirigirse a la habitación junto a la dama elegida. Debo aclarar que, dada mi corta edad, no tuve oportunidad de acceder a tan vital experiencia. Los datos me fueron suministrados entre otros por José Andrés Chicha (que conocía los lugares por razones “laborales” porque era inspector o algo por el estilo, según se ocupó de aclararme alguna vez charlando sobre el tema) y por – y aquí debo conservar el anonimato de mi informante – un amigo de origen español, ya fallecido, que realizaba tareas contables, que era amante de la pesca (fue uno de los fundadores de la Peña “El Pingúino”) y de la pelota a paleta (estuvo años en la comisión del “TYPAC”) que vivía a la vuelta de los mencionados sitios, cuyo nombre era Diego y que tuvo entre sus compañeros de secundario al “gallego” Kalich, Weinstein, Aguirre, Taquías, “Baby” Blanco y María Isabel Fernández entre otros.



Y tantas otras cosas.

Como los campeonatos de básquet al aire libre, donde no había mal tiempo que valiera - una imprevista ráfaga de viento que desviaba la pelota del aro podía definir un partido - y se jugaba aunque estuviera lloviendo o hicieran 4 grados bajo cero.

Recuerdo la cancha de Tiro, la de Empleados (donde jugaban Cativa, Acevedo, "Patón" López y el "Huevo" Acuña) que quedaba atrás de la "gamela", al lado de la cual vivían "Pepe" y Carlos Bilich. Equipos como el de Comferpet (con la "Vieja" Leonori, Zupanovic, Muck, Zuñiga y Kindruk, a raíz del cual surgió un dicho muy popular: “las…..de Kindruk”; también dejo las explicaciones correspondientes por cuenta del lector veterano). El de Villa del Mar (estuve presente cuando lo expulsaron a Cardo por darle una trompada a Taquías que era el referí); el de Gimnasia y Esgrima y el de Huergo, del cual fui uno de los integrantes iniciales del equipo de "menores" y que junto con Carlos "El Negro" Alvarado (la mamá del "Negro" era famosa por las empanadas que hacía, lo mismo el padre, que era un especialista en "gallos de riña" y que hubo de resistir valientemente el intento de que le quitaran la casa de YPF después de jubilarse), Vernetti, el "flaco" Vergara y otros, practicábamos en la cancha al aire libre que había en el club, bajo la dirección del cordobés Romo ("Yomo" para los amigos) y de Luna. También hubieron otros equipos como Comunicaciones, USMA, Ameghino y Saavedra. Lo que sí se hace necesario rescatar, como parte de la historia de nuestro básquet, es la presencia activa de los hermanos Giogia. Prototipos argentinos del hincha, los he visto con surcos de lágrimas en las mejillas invadidos por la emoción, ante la concreción de un doble oportuno o desfavorable. Y por supuesto, el básquet femenino, aunque cuando íbamos a verlas lo que menos nos interesaba era el partido, mucho más cuando jugaba mi prima "Molly" Venter junto a Josefa “Pepa” Rivas y tantas otras jugadoras que signaron nuestra pubertad y adolescencia (¡Oh God!)

Y, cómo olvidarla, la "canchita del puerto", que estaba ubicada detrás de la ex-estación de Ferrocarril y que fue escenario de partidos de antología. A mí me quedaba cómodo, porque viajaba en el "autovía" desde barrio Muelle y estaba a un paso de la estación, y aún recuerdo que en los viajes solía encontrarme con Eduardo Capovilla, que creo trabajaba en el Correo y no sé si ya andaría por LU4 donde después haría famoso su: “desde la tierra de los vientos...”, que viajaba desde el cinco. Y más de una vez la pelota iba a parar al mar cuando se caía al canal evacuador y no podíamos agarrarla a tiempo. Aunque la canchita también era el lugar donde se dirimían todos los problemas que no se podían resolver con palabras, como aquella vez que tuvimos que "agarrarlo" a Miguel "El Negro" Leiva porque quería matarlo a José Santiago (que tenía un “Impala” fantástico, seguramente de aquellos que habían quedado de los “yanquis” luego del “boom” petrolero – porque a la mayoría, según decían, los habían tirado al mar – y con el que, cuando José me invitaba a dar una vuelta, sentía que estaba en Hollywood) con un cuchillo, “belive it or not”. Y ahora que recuerdo, también estuve presente la vez que José la “ligó” cuando quiso “fajarlo” a Carlitos Sánchez en la vereda del Comodoro Hotel. Porque, cabe decirlo José tenía cierta tendencia a ser pendenciero, aunque fuimos muy compañeros e hicimos algunas “fechorías” juntos (como en una noche de estudio, je, “afanar” la gallina de algún vecino para hacer un puchero, je)

O los partidos de fútbol en los clubes o en el Estadio, donde una vez, cuando era chico, Varacka me acarició la cabeza y donde también grité desaforado el penal que, al borde del desfallecimiento, desvió Avila determinando la victoria frente al Colo-Colo (o, ahora que lo pienso, creo que fue a un equipo de Córdoba). Allí pasamos noches realmente bellas con la elección de la Reina del Petróleo; temblamos viendo como intentaba superar marcas el "Bocha" Bonahora saltando con la garrocha y aplaudimos orgullosos a Cristina Irurzum ("la Gacela Patagónica") y a toda una camada inolvidable de deportistas como Nazario Araujo (que después participaría en los Juegos Olímpicos de Munich en 1972), Campillay, Adriana Pérez, Marta Schneider, Alicia Malo y el “Pila” Páez. También en una época íbamos a ver como corrían los "midgets" (recuerdo a Blanco y los Breitembucher) y los "karting". Y de grande tuve la suerte de ver a la Selección Nacional con Maradona, Luque, Pasarella, Gallego y Ramón Díaz entre otros, de lo cual conservo algunas fotos.

En aquél entonces también habían algunos personajes que eran muy populares en Comodoro. Como Julio "Primavera" Valderrama que andaba siempre, esto es, aunque estuviera nevando, vendiendo la lotería en camisa de mangas cortas, y que según me dijo el gordo "Alito" - que me ayudó, hace tiempo ya, a recordar algunas cosas tomando un café en el bar de "Capi" – se debía que durante mucho tiempo había estado trabajando en las calderas a bordo de los barcos y parece que se le "acumuló" todo el calor en el cuerpo (yo repito lo que me dijo el Gordo). O como el "Tuerto" Pinilla o el "Colorado" Vargas, ese cordobés que nunca cambió de aspecto desde que lo conocí y que debe estar bailando un tango en el cielo, el búlgaro lustrabotas que siempre usaba boina y parecía un caballero – cuyo nombre no recuerdo- y Luisa, que si no le comprabas un billete de lotería te reputeaba. Tiempo antes hubo otros personajes, como Mario Gómez y "Pompón", pero yo los tengo desdibujados.

Y muchas más que buscan ser recordadas.

Las tardes en el "Colón" o en el "Bar Alhambra" (en 25 de Mayo y San Martín) en donde - yo todavía era chico pero lo tengo presente - jugaban al ajedrez David Aracena y Pablo Strukelj. El sandwich de "pavita" en el "Caravelle" o el "submarino" en el "Bar Sportman". Las truqueadas en la sede del "Calafate Rugby Club" - ubicado en la calle Moreno - por donde siempre andaban Carlitos Pacor y el "Liguita" Hernández (y creo que “Bigote” Córdoba) entre otros. Las idas al trasnoche de los sábados en el Coliseo tratando de que el "Gato" Félix no nos echara por hacer lío. O los seminarios de Arte Dramático con Natalio Seta adonde íbamos con Gustavo Bove, Lola Aguado ("dumbla, dumbla, dumbla dú, dumbla divich...."), Carlos "Tamarisco" Quinteros, Eduardo Castillo, Alfredo "El Alemán" Togel (que, para mí, siguió actuando hasta el final de sus días, y sé muy bien de que hablo porque después del secundario hicimos, entre otras cosas, toda la carrera de medicina juntos), Liliana Schultz y Cindrik, que era el "iluminador" y usaba latas de aceite como "spots", entre otros.

¡Qué no ocurrió en esa década!

Nos conmovimos con la crisis de los misiles en Cuba, con el increíble asesinato de Kennedy, su hermano Robert y el de Martin Luther King. Después fueron la muerte del Che Guevara, el Mayo francés y el "Cordobazo", dando nacimiento a la generación del 70 (pero esa también es otra historia de la cual espero contar algo en un próximo libro). Padecimos el derrumbe de la democracia a manos del dictador Onganía y presenciamos la llegada del hombre a la Luna, el primer transplante de corazón realizado por Christiaan Barnard y la aparición de las píldoras anticonceptivas.

Debo decir, por último, que muchas de las personas que he mencionado ya no se encuentran entre nosotros. A ellas brindo este recuerdo. Porque, a pesar de todo, con el tiempo el dolor se ha hecho más dulce y, no tengo dudas, aquellos tiempos, aquellos días, valieron la pena haberlos vivido.



Miguel Ángel de Boer

Septiembre 2012

(*) El presente forma parte (la primera de las cuatro que la componen) del libro “Aquellos fueron los días” (en preparación). Fue publicado en su primera versión en el Diario El Patagónico hace algunos años. Lo difundo dado el encuentro a realizarse este sábado 22 que realizaremos los alumnos del Colegio Perito Moreno.