martes, 11 de septiembre de 2012

Apuntes sobre lo que acontece en Comodoro Rivadavia (*) (**)



Como he mencionado en textos anteriores - conceptos que han sido ampliamente desarrollados por los colegas del EATIP (1) en distintos trabajos - se produce una situación de crisis cuando la capacidad de respuesta de una estructura social no responde a las soluciones requeridas para mantener la misma. Así, el desequilibrio consecuente deteriora o desintegra lo instituido, con perdida de los referentes que proporcionan certidumbres, seguridad y protección adecuado a sus integrantes.

En la misma medida se va instalando una regresión, una pérdida de valores, de la cohesión colectiva y de los sentimientos de pertenencia necesarios para un sustento identificatorio. En consecuencia y en tanto lo amenazante se torna persecutorio, lo individual y/o grupal (barras, por ej) van cobrando predominio en desmedro de lo colectivo y comunitario.

Estas desestructuraciones se producen tanto en situaciones de debacle económica y/o política como en períodos de prosperidad. El progreso económico -mas aún si es abrupto- también produce cambios (2) que alteran el equilibrio social, como asimismo los usos y costumbres cotidianos, con la consecuente anomia, es decir, la pérdida creciente de normas o el desmoronamiento de los modelos legitimadores de las mismas. Deslegitimización a la cual contribuye la impunidad, esto es, la falta de castigo a la transgresión a las normas, que a la vez se naturaliza y justifica (3)

Los cambios, por su vertiginosidad, no permiten una adecuada elaboración, procesamiento o posibilidad de elaboración y/o significación de los mismos, lo cual se expresa en vivencias de inseguridad, vulnerabilidad, desamparo, desconfianza, pesimismo y ansiedades persecutorias y catastróficas, dada la contingencia de los hechos y sucesos, donde todo es posible, toda estabilidad es efímera y toda predicción infructuosa. En lo económico, en lo afectivo, en el manejo del tiempo y el espacio (4) Nada es seguro y todo es posible. Se trate de planificar un viaje, de padecer un accidente, de ser beneficiario de un hecho afortunado, de que se produzca un cambio climatológico imprevisto o de ser víctima de un robo o una violación en cualquier momento del día (5). Esta conjunción contradictoria de posibilidades infinitas por un lado, y absolutas incertezas por el otro, es factor de miedo y angustia, por cuanto lo único permanente es la percepción angustiante y temible del riesgo que conlleva el existir.

La lógica predominante en la sociedad actual promueve el consumo como único modo de inclusión reconocido o validado. Ya no solo el hecho de adquirir para tener sino por el consumo en si mismo. Bulimia consumista del consumo. No se compra -los que pueden- para usar o para tener sino para, ni bien sea posible, desecharlo por algo nuevo. “Fetichismo de la mercancía”(6). Conlleva también la mercantilización del ser humano, que pone su vida al servicio de un “trabajo” que, aunque lo enferme y cosifique, está al servicio del consumo y no de su desarrollo personal, y fundamentalmente de la “ganancia” de quien usufructúa sus esfuerzos, para ser “descartado” en cuanto deja de ser productivo o “viable” (7) .

Por otro lado están los que no obtienen ni siquiera lo indispensable para satisfacer sus necesidades mínimas en alimentación, vivienda, educación, salud. Así contrastan el despilfarro con la pobreza. La exhibición de los que pueden con la envidia de los carecientes. Casas “inteligentes” y cuatro por cuatro por un lado, viviendas sin luz, gas, agua, cloacas, por el otro. Sentimientos de superioridad por un lado, resentimiento por el otro. Todo lo cual genera una frustración generalizada. En los excluidos: debido a la injusticia y la denigración que padecen. En los que no: porque la obtención compulsiva de bienes materiales incrementan, en la misma medida, el agujero negro del vacío existencial, la falta de significado y sentido de sus vidas: el aburrimiento y el hastío en la nada de la abundancia material (8).

La realidad extra, intra e interpsiquica es traumática. Lo que dificultad la posibilidad de representación psíquica de lo que acontece. No se logra mentalizar. No alcanza “ver” para “creer”. Todo “parece mentira”. Disociación (no darse cuenta), despersonalización (sentirse raro) y desrealización (percibir al contexto como extraño), (9) con mecanismos de proyección e introyección masivos (atribución a lo externo el peligro o amenaza interno o viceversa, generando un estado confusional que impide la discriminación , “no sé si yo estoy loco o están locos los demás”), negación, omnipotencia y la búsqueda compulsiva de la excitación a través de conductas de riesgo y de peligro como el consumo de sustancias y, cabe agregar, de toda conducta adictiva: aquella que tiene su origen en una supuesta búsqueda de placer por medio de un objeto -droga, trabajo, deporte, sexo, juego o lo que fuere- y que luego se debe llevar a cabo compulsivamente con el fin de aliviar el displacer (abstinencia) que impone su ausencia, son algunas de las defensas psíquicas y conductuales (que con el tiempo se tornan una táctica de sobrevivencia, un modo de vida) que se implementan para tolerar este estado de las cosas (10).

Todo lo señalado es fuente y expresión de la violencia. Los innumerables estímulos (internos y externos) imposibles de ser mediatizados por el psiquismo, buscan su descarga. La ideación obsesiva y las conductas impulsivas generalizadas, expresan las limitaciones en la capacidad de pensar críticamente, de reflexionar, de simbolizar, de significar, de construir.

El pensamiento concreto, las emociones, las fantasías (o las pulsiones mismas) se manifiestan en la acción (acto) Se hace. Se actúa. Se lleva a cabo. Después, con suerte, se piensa. “Just do it” (11). Soy (somos), me afirmo, en la medida que suprimo o someto al otro (en sus ideas políticas, en su nacionalidad, en su sexualidad, en su religión, en aquello que es distinto a mí). Existo en la medida en que el otro/los otros, no existe/n (como se suelen decir los hinchas de fútbol cuando se refieren a equipos adversarios, donde ya no se trata de ganar un partido, sino de “lastimar”, “pasar por arriba” o directamente de “matar” al del otro “equipo”), bien porque yo mismo siento que no existo o me desvanezco, bien porque el otro “espeja” mi atroz precariedad identitaria. Todo lo “no yo” es peligroso y amenazante (12). Incluso lo supuestamente familiar. Mi propio “yo”, enajenado, también lo es, claro.

Sin empatía ni continencia los sentimientos y fantasías destructivas más perversas se potencian a la espera de su concreción. Solo basta un desencadenante para que se manifiesten en toda su magnitud. Aunque tal vez la mayor de las violencias es aquella que actúa por omisión en tanto ejercicio de poder: lo que pudiendo hacerse no se hace, lo se hubiera podido hacer a tiempo, lo que se quiere hacer cuando ya es demasiado tarde. Violencia que genera violencias (13)

El yo empobrecido, en una sociedad que se percibe empobrecida: sea a nivel gubernamental, de la oposición, las empresas, los sindicatos, la escuela, el hospital, la familia, la iglesia, el club, los medios de comunicación, en fin, las instituciones (o sea: la política, la justicia, la educación, la salud). La “inseguridad” no solo está referida a la indefensión frente a la delincuencia (que es producto del fracaso social y cultural y no un cuerpo extraño, como falsa y arteramente se pretende conceptualizar a los fines de resolver el problema de un modo simple; a tal punto que en un medio local se propuso una encuesta on line sobre como afrontar la “inseguridad” y figuraban distintas opciones menos la de la: prevención), sino a que, como he mencionado, nada es predecible en la cotidianeidad. Como en una cada vez mas extensa “tierra de nadie”, la arbitrariedad y/o el azar son las variables que condicionan una tensión constante fobígena y psicotizante. Lo que no promueve la creatividad y el afecto, sino por el contrario la rigidez, la estereotipia, el prejuicio, la anestesia alexitímica (la no percepción de los sentimientos), la bronca, el odio. Desde hace ya tiempo, ya nadie se emociona ni conmueve sino que se “quiebra” (término que se impuso en la dictadura refiriéndose a las víctimas doblegadas en la tortura). Se generalizan asimismo el desapego, la indiferencia, la identificación con el psicópata manipulador, como correlatos de una vulnerabilidad que extenúa cotidianamente los mas estoicos esfuerzos de quienes se sienten atravesados por situaciones que les suelen ser incomprensibles (14). Y muchas veces solo en el imaginario bunker del repliegue omnipotente, real o fantaseado - con alarmas y cámaras de seguridad externas o internas prestas a detectar el “peligro” - se intenta generar una envoltura protectora que no hace más que contribuir a la fragmentación y al aislamiento.

La conciencia de los conflictos y dificultades, implican algo mas que su percepción a nivel cognitivo. Su acción transformadora solo es dable cuando se convierte en conciencia ética, esto es, la convicción y el compromiso de hacer y contribuir solidariamente a mejorar las condiciones que posibiliten el crecimiento del conjunto acorde a la igualdad de posibilidades y el acceso a recursos similares, es decir, sin privilegios.

La multiplicidad, las transiciones, los cambios, generan contradicciones e intereses disímiles. Pero también enriquecedoras posibilidades de interacción e intercambio (15), en tanto sujetos sociales e históricos y no individuos, con autonomía (capacidad de pensar y sostenernos por nosotros mismos) pero interdependientes de y con nuestros semejantes (entendiendo que lo que a cualquiera afecta al conjunto; que no hay “se igual” que valga), que somos efectores y a la vez actores de la cultura y la historia. Sin planteos binarios simplistas que pretenden dar cuenta de realidades complejas, integrando y no discriminando, sin negar – ingenuamente- las discrepancias y la disposición de quienes están dispuestos a todo en pos de sus conveniencias más egoístas, pero también de muchos que siguen renovando la esperanza en una sociedad mas humana, mas justa, fraternal y altruista.

Dr. Miguel Angel de Boer

Comodoro Rivadavia, Septiembre, 2012



(*) Parte de estos apuntes dieron lugar a una publicación realizada en Febrero del 2010 en el diario local El Patagónico.

(**) Chubut. Argentina. Aunque tal vez bien pueda aplicarse, salvando algunas diferencias, a la provincia de Buenos Aires, a Denver o Wisconsin. (En cualquier momento nos aparece un psicópata serial o uno que use de blanco a una mulititud)

(1) Equipo Argentino de Trabajo e Investigación Psicosocial http://www.eatip.org.ar/

(2) Desde la activación petrolera, la ciudad de Comodoro Rivadavia - según distintos parámetros, dado que no hay censos oficiales a la fecha – ha por lo menos duplicado su población desde el año 2001 a la fecha, lo cual ha traído aparejado numerosos problemas vinculados con la falta de infraestructura y servicios, implicando un verdadero colapso en su funcionamiento. No sólo por su crecimiento poblacional, sino por el incremento del poder adquisitivo y el circulante de dinero que promueve la actividad petrolera, con el mayor parque automotor per cápita de la Argentina, por ej.

(3) Impunidad que se enraiza históricamente en los innumerables hechos criminales perpetrados desde el Estado sin que - en algunos casos nunca, y en otros hubo de pasar mucho tiempo - se produjera la sanción correspondiente (desde los masacre de los obreros y peones patagónicos a comienzos de la década del 20 - en este caso por la lana que era necesaria para alimentar la industria textil inglesa - hasta el genocidio perpetrado por la Dictadura del 76 para “reorganizar” la economía. Y en todos los casos para impedir o anular los derechos de las mayorías o las luchas en defensa de las mismas o en pos de objetivos que ponían en peligro el “orden” establecido). Cabe preguntar ¿hasta que punto estos modelos de violencia y crueldad no repudiadas por el castigo, siguen replicándose actualmente en acciones individuales y/o colectivas en total identificación con los mismos? Patotas que irrumpen en domicilios, uso de electricidad y torturas (incluida la picana) para obtener información, secuestros y desapariciones (en Comodoro mas de treinta sin esclarecer), etc. que siguen aconteciendo en democracia. Ni que hablar del trato a los presos en las cárceles o el accionar policial que en nada se desemeja a lo que ocurría durante la dictadura. O bien en comentarios como “en la dictadura esto no pasaba”, que muchos mencionan ante hechos delictivos y de inseguridad, o en propuestas como “la pena de muerte” o lisa llanamente “habría que tirarlos al mar desde un avión”. Es una tremenda paradoja que para dar fin a la delincuencia y a la inseguridad se reivindique la metodología mas atroz que haya existido en la historia argentina: el Terrorismo de Estado que, no por casualidad, se justificó con la teoría de la “Seguridad nacional” en su lucha contra “la delincuencia subversiva” y la “corrupción”. Que de paso (¿o acaso no fue su objetivo primordial?) hayan destruido todas las conquistas sociales que implicaron años de lucha y asesinado a los representantes populares mas genuinos para transformar la economía en beneficio de una minoría “nacional” y de intereses extranjeros, que se hayan enriquecido con robos (incluidos niños) estafas y extorsiones, perpetrado un vaciamiento educativo, cultural, entre otras minucias, no parece relevante para los actuales “pedidores de mano dura”, dado que en realidad son su expresión mas directa. No cabe duda que el discurso ideológico autoritario de la dictadura aún persiste en el imaginario de una gran parte de la población, pese al tiempo transcurrido. Cosa que no debe sorprender: así como en los juicios realizados a los represores se han ido revelando las complicidades civiles, los próximos a efectuarse en las causas de secuestros, torturas, desapariciones en campos de concentración que funcionaron en nuestra ciudad, seguramente develarán también el grado de colaboración “patriótica” activa que hubo en la región (de la cual ya ha ido dando cuenta las listas del PCI, Personal Civil de Inteligencia, que han sido publicadas hasta la fecha). Cabe recordar que en el 2004 escribí un relato ficcional sobre este tipo de mentalidad autoritaria que fue publicado como un ensayo debido a la muy mala fe del periodista que lo hizo (pues me había consultado previamente de que género se trataba) y que con bastante gusto difundieron varios sabiendo que era “carne podrida” http://www.poesi.as/pcmigboe07.htm

(4) De esto han dado cuenta numerosas investigaciones y publicaciones vinculadas a los cambios tecnológicos, comunicacionales y demás. Pero en relación a lo que mencionaba con lo que ocurre en Comodoro, todos los parámetros han ido variando en forma constante. La falta de estacionamiento y el congestionamiento vehicular, las colas en bancos y comercios, las demoras en la atención a todo nivel (como en las prestaciones de salud), los cortes de calles y rutas por conflictos sociales, etc. generan una tensión permanente en la población (sin por esto dejar de incluir como parte de la misma a los que deben atender al público, a los prestadores, a los que realizan cortes, que padecen zozobras similares), por cuanto los tiempos son incalculables, sea para trasladarse de un lugar a otro, sea para hacer un trámite, pagos de servicios o una simple compra. Con lo cual se incrementa la irritabilidad, la desazón, la baja de tolerancia, incidiendo a la vez en la interacción y restringiendo la movilidad personal y/o familiar. “Prefiero quedarme en casa”, “tenia ganas de salir pero me quedé porque es un lío”, son algunas de las frases que más se escuchan. Otra: “Mejor no enfermarse, o porque te dan turnos para dentro de un año o si te tienen que internar no hay camas, y menos tener una urgencia, porque cuando llega la ambulancia ya estás muerto” (o bien las trágicas secuelas, a veces irreversibles, que deben sobrellevar víctimas y familiares debido a la demora). Una de las mas impresionantes (por lo que implica) consecuencias de esta vertiginosidad, se patentiza en lo que parece ser la negación de la muerte y el duelo mismos: cada vez con mas frecuencia nos enteramos de un fallecimiento cuando ya ocurrió el sepelio del occiso, pues ya se realiza cada vez menos el inmemorial ritual del velatorio que desde su aparición ha venido elaborando, como modo de afrontar la finitud, la especie humana. ¿No será este desconocimiento de la muerte una manifestación directa del poco aprecio que se tiene por la vida?

(5) Tiempo atrás, en el mismo día, una persona mayor falleció, mientras dormía, carbonizada por un incendio accidental con un artefacto (pues no tenía gas natural), al tiempo que a otra - también mayor y durmiendo - la encontraron congelada por el frío, pues carecía de todo implemento. Si bien estos tristes ejemplos se caracterizan por un franco componente socioeconómico, sirve para ilustrar la idea de que “nos puede pasar cualquier cosa” debido a lo azaroso que se ha tornado la vida actual. Posiblemente explique también el refugio en recursos mágicos (“manosantas”, “caciques”, profesores, brujos, y diversos “especialistas” en magia negra, blanca, roja, “limpiezas”, “amarres”, “nudos”, “candados”, “uniones”, “curas”, que no pocas veces incurren en el ejercicio ilegal de la medicina) que conjuren la aleatoriedad o falta de certeza de lo que puede acontecer.

(6) Trascendió la información de que una de las cadenas de electrodomésticos más importantes del país había logrado su récord de ventas de todas sus sucursales en esta ciudad.

(7) Si bien este es uno de los rasgos predominantes del capitalismo, en el caso de la actividad petrolera se destacan factores característicos en nuestra zona. Trabajo verdaderamente estresante e insalubre, por su horarios prolongados, (el trabajador permanece un promedio de 12 horas fuera de su hogar dadas las distancias donde se encuentran la áreas de explotación), en muchos casos con guardias rotativas de lo mas variadas (6x3, 4x4, 21x7, 30x10 , etc. que indican los días de trabajo por los días de descanso, con el tremendo impacto en el ritmo vital que esto significa), con grandes riesgos de accidentes y enfermedades laborales: inherente a las tareas mismas (exposición al frío o el calor, maniobras peligrosas y de esfuerzo, uso de material tóxico, etc), en un medio geográfico que por sus características acentúa el aislamiento y la soledad, no en pocos casos conllevan al agotamiento físico y/o por estrés, a la depresión, ansiedad, a las crisis de angustia (pánico) y a las fobias, al consumo de sustancias legales e ilegales (donde la cocaína se ha sumado al alcohol) o a las enfermedades somáticas más diversas, de lo cual pueden dar cuenta las estadísticas de los médicos laborales o las ART. A lo descripto cabe mencionar que en muchos casos ocurre casi lo contrario debido a personal supernumerario por cupos que imponen los sindicatos en sus negociaciones. Aquí, la rutina, la monotonía, van minando la salud mental de quienes cobran un sueldo solo por cumplir un horario. Si a esto se suma el efecto deteriorante que produce en el medio familiar, no solo por la ausencia (a las horas que el trabajador se encuentra fuera del hogar hay que sumar el tiempo de sueño, con lo que prácticamente solo va a dormir), sino a la conflictiva que genera un verdadero embrutecimiento en el trato interpersonal (“si en una sala de espera hay alguien gritando por el celular, si se alguien se cuela en una fila medio de prepo”, “si alguien se cruza en rojo en un semáforo, seguro que es un petrolero”, se suele escuchar en la calle), producto del mismo embrutecimiento al que el trabajador es sometido cotidianamente. Así las consultas por depresión, consumo de sustancias, trastornos del sueño, conflictos conyugales, abuso, cambios de conducta y dificultades de rendimiento en los niños y adolescentes, de parte de los familiares son la contratara de la deshumanización constante que implica el “petróleo”. Las vivencias de la mujer, esposa o compañera del trabajador petrolero - las vicisitudes de su rol - merecerían un desarrollo en particular. Aunque, cabe mencionarlo, el desmembramiento no es exclusivo de la familia petrolera, ni tampoco ocurre indefectiblemente en la misma.

(8) Los sueldos exuberantes de los petroleros (si los comparamos con otras actividades, porque en realidad en una gran mayoría son acordes con la insalubridad y riesgos ya mencionados, mas aún si consideramos el alto costo de vida que tiene la región; ni que mencionar los sueldos de los empleados administrativos que, salvo los jerárquicos, son limitados), se traducen en un gran poder adquisitivo y un progreso económico acelerado, que contrasta con la pobre calidad de vida (afectiva, emocional, social, cultural, académica) condicionada por los factores mencionados que caracterizan su tarea, con el tremendo desgaste subjetivo que esto implica. O sea: al deterioro físico se suma el deterioro psicosocial. ¿Efectos patológicos de la “inclusión”? Viene a colación recordar una escena de la película “Diamantes de sangre” en la cual los protagonistas principales llegan a una aldea – la historia transcurre en Kenia – que acaba de ser atacada por los traficantes. Con las llamas del incendio de fondo, se encuentran con uno de los habitantes que está huyendo quien les refiere lo ocurrido (en el desarrollo previo del film ya han visto escenas escalofriantes respecto a lo que están dispuestos los mercaderes con tal de obtener ganancias con la explotación de piedras preciosas), luego de lo cual agrega a modo de consuelo algo así como: “¿Ojalá que acá nunca encuentren petróleo!”. Dando a entender que todo sería mucho peor.

(9) “Parece otra ciudad”, “Ya no encuentro ningún conocido”. “Comodoro no es la de antes”, es lo que suelen decir los pobladores mas antiguos refiriéndose a los cambios que se produjeron, y se siguen produciendo, por la llegada de quienes vinieron atraídos por la posibilidad de trabajo que encuentran en la actividad petrolera. Migrantes internos y numerosos inmigrantes de otros países han modificado la percepción y vivencia de “lo familiar” o “conocido” que existía antes de su llegada, con el sentimiento de “extrañeza” que esto genera. Y por parte de los “recién llegados” el desarraigo que implica la lejanía de sus lugares de origen y las consecuencias que esto trae aparejado (y que desarrollado en mi libro “Desarraigo y depresión en Comodoro Rivadavia – y otros textos” 3º Edición). Algo que siempre ha ocurrido en los períodos de activación (con sus reflujos correspondientes) pero que ahora ha cobrado una magnitud que no se había producido antes.

(10) Si bien el consumo de sustancias (uso y abuso) es de larga data, donde la ingesta de alcohol ha sido y sigue siendo uno de los problemas mas generalizados en la región patagónica (y el mundo), el poder adquisitivo por un lado, la marginación por el otro, y con una oferta que se ha ido instalando de un modo gradual y eficaz en estos últimos años, las sustancias ilegales han ido ocupando un lugar creciente en la problemática de las conductas adictivas.

(11) Lo cual se manifiesta en numerosos episodios que parecen naturalizarse dada su frecuencia y diversidad. No sólo los actos delictivos (Comodoro Rivadavia es una de las ciudades con la tasa de homicidio más alta del país, ocupando nuestra provincia – Chubut- el cuarto lugar en la tasa de suicidio adolescente), sino las conductas agresivas y violentas que se manifiestan cotidianamente en las relaciones interpersonales, familiares, laborales. El uso de armas para dirimir conflictos comunes, los abusos, las discusiones o violencia verbal o física sea por choque en una esquina, a un médico por dar un diagnóstico no satisfactorio o a una maestra porque sancionó a un alumno, son expresiones de una agresión destructiva que fluye “libre” y “erráticamente” siendo su percepción de predictibilidad casi imposible. Agresividad no solo ajena, sino también propia, se entiende (“Me siento enojado, violento”, “no aguanto nada”, “estoy que exploto”, son frases que se escuchan con frecuencia). Y digo percepción porque creo que en realidad muchas de las cosas que pasan son previsibles, y se podrían evitar implementando planes y acciones políticas y sociales adecuadas. ¿O acaso no es previsible que si crece la población exponencialmente, si aumenta el consumo de sustancias, si no hay controles adecuados en seguridad, si hay desigualdades sociales, déficits en salud y educación, si los modelos que vienen de “arriba” son de corrupción y violencia, etc., es muy probable que se seguirán padeciendo por mucho tiempo estos episodios, que no por nada, siguen produciéndose, ante la, también, continúa indiferencia de gran parte de la ciudadanía? Indiferencia que, cabe destacarlo, no es el mero desinterés o apatía, sino una defensa psíquica ante la impotencia y el desamparo, un modo de resistencia, que tiene su correlato en la falta de conciencia ética y de responsabilidad social. (Continuidad del “no te metás” y que sigue quebrantando la trama social)

(12) Este es otro de los factores de porque los petroleros, por más que tengan los mejores sueldos, posean una o mas 4 por 4 y/o varios vehículos mas por familia, propiedades, y puedan adquirir mas electrodomésticos, buena vestimenta o viajar mas que el resto de la población, son considerados - no obstante- “unos negros de mierda” (Trato que también se dispensan entre ellos cuando se trata de facciones sindicales o gremiales diferentes). O que los inmigrantes sean “bolitas, paraguas o dominicanos”, “que lo único que hacen es traer a sus paisanos o mandar la guita afuera” (que las operadoras o bancos se lleven miles de millones no es problema), lo que habla de una xenofobia y discriminación que en el caso de esta ciudad es histórica y contradictoria. Cabe recordar que los que conformaron esta región (luego del exterminio de las etnias originarias) inmigrantes europeos primero, chilenos y de provincias norteñas después, hicieron exactamente lo mismo en su momento. Es decir: ayudaban a sus familiares y paisanos enviándoles dinero o posibilitando su venida de distintos modos (también se casaban a la distancia con esa finalidad). Y también siempre hubo discriminación y descalificación hacia los “foráneos”, se tratara de “tanos”, “gallegos”, “rusos”, “chilotes”, “catas” según el momento o etapa. Pero parece que antes de esta última oleada, en Comodoro éramos todos rubios y de ojos celestes. De los pueblos originarios, ni noticias, como si nunca hubieran existido. En relación a esto, cuando aludo al concepto de identidad, me refiero a rasgos que no son fijos ni conforman esencia alguna, sino que van variando y cuya plasticidad, precisamente, es la que brinda una mismidad subjetiva con continuidad en el tiempo y el espacio. No es algo dado, eterno e inmutable que deba protegerse de “agentes” o factores extraños, concepto que abona los fundamentalismos más retrógrados.

(13) A ello se debe la alusión que suele tener el común de la ciudadanía al referirse cada vez que asume un nuevo gobierno “que parece que vinieran de Marte o Venus”. Esto tiene que ver con las reiteradas muletillas de que “lo heredado por la nueva gestión” o que “ahora si se resolverán los problemas de fondo” son vividas como verdaderas provocaciones a la memoria y la inteligencia individual y colectiva. Mucho mas irritante por cuanto muchos de los funcionarios vienen “rotando” a través del tiempo en distintos cargos (“verdaderos todoterreno”) asumiendo todo lo que se les ofrece con absoluto cinismo y/o favoreciendo la incorporación de familiares y amigos en sus respectivas “áreas”, en nombre del pragmatismo (“panquequismo” en el decir popular), de la necesidad de ocupar espacios en el “juego” de la política o por intereses varios, pero que es percibido por los “votantes” como inmoral (algo a lo que nos acostumbramos en la neoliberal década de los noventa), corrupto y deshonesto.(¡Claro que hay excepciones!) En tanto, necesidades que esperan ser resueltas hace años (el principal Hospital público y su deterioro constante, la falta de una Terminal de Ómnibus adecuada, el traslado del basural y las plantas de tratamiento, un parque eólico en donde calcularon mal la velocidad del viento por lo que los molinos no funcionan, un estadio deportivo a medio hacer, la ciudad judicial, solo por nombrar algunas) o proyectos como la destilería o el Corredor Bioceánico que vaya a saber cuanto dinero insumió y se ha desvanecido en el aire (o en los bolsillos de vaya a saber quienes). Todo lo cual, “esta vez sí”, parece que se va a resolver definitivamente.

(14) No pocos comodorenses de “antes” o de “ahora”, son los que con dedicación y honestidad, quieren lo mejor para si mismos y sus semejantes. Que siguen creyendo que con conciencia y responsabilidad habremos de construir sociedad mas equitativa. Que les duele la injusticia y la desigualdad. Que hacen lo que hacen por convicción. Que aborrecen de todo lo que denigra al ser humano. Esto se manifiesta en lo laboral, en lo artístico, en lo deportivo, en los innumerables actos de solidaridad que ocurren en distintas instituciones, brindando destellos de esperanza que no se amilanan pese a las más adversas circunstancias.

(15) Desde su origen, como el país todo, Comodoro se ha nutrido de la multiplicidad étnica y cultural. Muy joven aún, solo en la en la medida que se logre una integración que posibilite el beneficio del conjunto, podrá encauzar su potencialidad en toda su magnitud.