jueves, 22 de noviembre de 2012

COMENTARIOS IMPLICADOS DEL LIBRO DESARRAIGO Y DEPRESIÓN EN COMODORO RIVADAVIA de MIGUEL ANGEL de BOER (por Alfredo Grande)(*)



Siempre he pensado que entre libro y autor hay un hiato. Una distancia que no debe ser franqueada. Una delgada o no tan delgada línea roja, que separa al sujeto de la obra que genera. Separar no es necesariamente, desarraigar. El autor está profundamente arraigado con su texto y sin poder confirmarlo, también el texto es respuesta a esa fuerza obscura que algunos llaman depresión. Es justamente este arraigo profundo entre autor y texto, que la escritura generosa permite una lectura apasionada. Cuando llegamos a la última frase de la última página, Miguel nos sonríe. El sabe, aunque quizá no sepa que sabemos, que ha logrado el milagro necesario de nuevos arraigos. En este caso, gracias a Miguel, he subido al Chenque y he comido calafate. He visto los efectos del alucinatorio social del oro negro que en pocas décadas volverá negro al planeta, he sentido el dolor de las frustraciones anticipadas y las gratificaciones traicionadas. He podido entender una dimensión mas profunda de lo que he denominado “cultura represora.” Las denominadas por Miguel actividades anti participativas, o la descripción de la personalidad autoritaria, transforman a este texto a un manual de diagnóstico de los crueles que arrancan el corazón con que vivo. Deduzco que para ellos Miguel no tiene ninguna rosa blanca. Lo que tiene es un rosal espinoso donde explica, con la paciencia de los hombres sabios y buenos, como el discurso paradojal de la cultura formatea nuestra subjetividad con la misma lógica del loco. Y del psicótico. ¿No enseñó acaso León Rozitchner que el normal estaba enfermo de realidad? Miguel nos enseña que la normalidad en nuestra cultura es apenas una forma de desarraigo deseante. Donde hasta se pierde la capacidad de entender los mensajes. Y agrego: y se adquiera la letal capacidad de entenderlos mal, de la peor manera posible. Ya no queda el buen entendedor, al que le son suficientes pocas palabras. Por supuesto: Miguel se esmera en que entendamos que con tal de salvar al gallo capitalista, el general, es decir, las masas artificiales arrasarán incluso con la pulsión de autoconservación. Comer mierda invierte la lógica de la especie, porque aquello que  debe ser eliminado, ahora debe ser ingerido con tal de sostener a todos los gallos negros, tan negros como el oro. Miguel sabe que el arte, propio de su poesía, ajeno del canto, es una llave universal que abre casi todas las cerraduras. “Que pena me da, saber que al final, de este amor ya no queda nada”. Es cierto: pero lo mas terrible, lo que Miguel no deja de martillear en nuestras cabezas, es que si nada queda del amor, de la crueldad queda mucho. Demasiado. Crueldad que será maquillada, transformada en su contrario, sometida a poderosas formaciones reactivas, clonada en su antagonismo mas fundante, la ternura. Pero una ternura desarraigada de los cuerpos que debieron recibirla, y que en cambio reciben hambre, frío, soledad, tristeza, muerte. Por eso Miguel nos dice que a lo mejor, creo que no está seguro, hay muchos caminitos y que a lo mejor, porque insisto, no creo que esté demasiado seguro, alguno quizá no nos lleve a ese territorio negro como el oro negro donde alguien nos dice que “una sombra ya pronto serás”. Si afirmamos con Freud que en la depresión mas severa, la melancolía, la sombra del objeto cae sobre el yo ¿Cómo no pensar, siguiendo la lectura que Miguel nos propone, que la sombra del petróleo ha caído sobre Comodoro? Fueron por agua y salieron empetrolados. Los designios de Dios son inescrutables, pero algunos,  a lo mejor un tal Petersen, saben leerlos mejor que otros. Y hacer de la oportunidad, oportunismo. Y de la sabiduría, viveza criolla  y no tan criolla. Miguel, rara mezcla de John Lennon y Don Fulgencio, quiere desarraigar de la tierra las guerras en serio. Sabe que las mentiritas no son mas que las fantasías, ese espacio virtual donde podemos ser malos sin dañar, y buenos sin que nos aplasten. Donde nos encontramos con los otros colores del oro. Pero para poder sostener esas tierras del nunca jamás, tenemos que sentirnos seguros. Arraigados. Incluso en nosotros mismos. Por eso es fundante de este texto el tema de la identidad. O de las identidades y del complejo proceso en el cual se construyen. La lucha entre el origen y el destino es permanente y no siempre lleva a la meta deseada de sentirlos y pensarlos como dos caras de la misma moneda. Moneda que no es otra cosa que la vida misma. Cuando de las identificaciones que son trazo, se hace identidad, que es una marca, entonces marcamos a los que son y a los que no son. Los NYC son los que están, perdoname Miguel el neologismo, sobre arraigados. Demasiadas raíces como para permitir que se instalen en la comodidad de la generosa tierra otras raíces. Pero en ese sobre arraigo está el crimen y está el castigo. Los NYC no tendrán quizá la vergüenza de haber sido, pero si el dolor de ya no ser. Ya no son quienes manejan el Poder Real. Les fue arrebatado quizá porque nunca entendieron que no se trata de un “toco y me voy”, sino que es mas importante quedarse que haber llegado. Porque además la memoria, esa medicina que Miguel, después de todo no tiene que olvidar que es médico y de los buenos, nos receta, tampoco es neutral. Hay una memoria heroica, que apenas sirve como engreído taparrabos para bloquear la percepción del presente. Está la memoria histórica, que es donde Miguel hace palanca, porque historizar es también resucitar un poco. Pero la mayor fuerza es convocar al recuerdo. Cuando lo que sentimos se impone, dulcemente se impone, incluso a lo que pensamos. La historia es un archivo de sentimientos, sensaciones, emociones que están clavados en todo nuestro cuerpo. Del cuerpo vienen y al cuerpo volverán. Hay recuerdos de batallas perdidas, de traslados forzados, de pesadillas que pretendieron transformarse en sueños. Recuerdos de tantas guerras perdidas, de tanta dignidad avasallada. Pero entonces, de la misma manera que la poesía es un arma cargada de futuro y de presente, el libro de Miguel nos enseña ese origen y afirma con su praxis que el origen no debe transformarse en el dogma paralizante en el cual se anula el destino. Que un exilio forzado puede dar paso a un arraigo no forzado. Que la historia que empezó desde el dolor, pueda continuarse en la caricia. Pero para eso será necesario, imprescindible, el arte. El que convoca en su cinema paradiso del Coliseo de Comodoro. Recuperar, eso es lo que entiendo que nos dice Miguel, la misma tensión, la misma emoción, la misma decisión cuando vivimos nuestra vida, que cuando vemos sentados vidas ajenas. Para que nuestra vida, la única que tenemos, no termine transformada en la vida de otro. Otro que soy yo, pero con el cual no me encuentro. Mirar de frente lo negro del oro, para buscar el color, el sabor y el olor del agua. Somos agua, no somos petróleo. Thanatos puede deslumbrar, pero no alumbra. La vela mas pequeña dura mas que el mejor de los fuegos artificiales. A prender esa vela Miguel nos convoca. Yo decidí acompañarte. Vos lo sabés: no estoy, pero ya me arraigué a tu vida. Subí al Chenque y comí Calafate. Además, tenemos una fraternidad compartida. Vos sos un Boer y yo me enfrenté, como vos, con algunos imperios. Y ni a vos ni a mi nos va a agarrar ninguna somnolencia. Estamos despiertos y junando. En Comodoro y en Buenos Aires. Hasta nuestra victoria, siempre. 

(*) MEDICO PSIQUIATRA, PSICOANALISTA. COOPERATIVISTA. PROFESOR TITULAR DE TEORIA PSICOANALITICA EN LA ASOCIACION ESCUELA ARGENTINA DE PSICOTERAPIA PARA GRADUADOS. PROFESOR EN LAS FACULTADES DE PSICOLOGIA DE LAS UNIVERSIDADES NACIONALES DE LA PLATA, MAR DEL PLATA Y ROSARIO A CARGO DEL SEMINARIO DE PSICOANÁLISIS IMPLICADO. FUNDADOR Y PRESIDENTE HONORARIO DE ATICO COOPERATIVA DE TRABAJO EN SALUD MENTAL. MIEMBRO DE HONOR DE LA SOCIEDAD CUBANA DE PSIQUIATRÍA. AUTOR DE 5 LIBROS Y CENTENARES DE ARTICULOS EN REVISTAS DE SALUD MENTAL Y DE DIVULGACIÓN. REDACTOR DE LA AGENCIA DE NOTICIAS PELOTA DE TRAPO

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