viernes, 22 de abril de 2011

LA ULTIMA TENTACION DE CRISTO (•)


"Cristo te amo

no porque bajaste de una estrella

sino porque me enseñaste

que el hombre es un Dios

Y aquél que está a tu izquierda en el Gólgota

el mal ladrón

también es un Dios"

(Poema atribuido a Ernesto "Che" Guevara. Escrito en Ñancahuazú, Bolivia)





Quien haya tenido oportunidad de ver el hasta ahora "auto-censurado"(?) film de Martin Scorsese, convendrá en que es una bella y conmovedora película.

Más allá del rigor histórico (¿acaso tal cosa será posible con la figura de Cristo?) y tal cual lo ha aclarado su director y también el autor de la novela Nikos Kazanzakis, el relato despliega, en contenido e imágenes, una tierna mezcla de devoción y respeto.

Porque lo que nos muestra Scorsese no es sino - nada menos - que la lucha entre los aspectos humanos y divinos de Cristo, que si bien - en una lectura hecha, si se me permite el término, de mala fe - puede afectar los sentimientos de almas intolerantes, el modo en que está planteado el desarrollo del conflicto, hace de este Cristo (tantas veces llevado a la pantalla) un ser creíble, en tanto lo acerca, piadosamente, a la realidad de la vida humana.

Desde el comienzo al final Jesús se debate - atravesado por el dolor inefable de los elegidos - entre los deseos y apetencias de su naturaleza como hombre y el llamado divino a cumplir con su misión.

Pero ¿No es esta la lucha en que está sumido la especie humana toda, entre el amor y el odio, el egoísmo y la solidaridad, la destrucción y la creatividad?

Porque no es sencillo para este Cristo, como tampoco lo es para el pobre Judas ( “Dios me dio el trabajo más fácil", le dice Jesús cuando lo conmina a traicionarlo) cumplir con el mandato que se le instaura. Debe descubrir y aceptar, en la infinita soledad y desamparo que esto implica, que es el Mesías.

No se trata del simple cumplimiento de una imposición garantizada en su desenlace. No basta el que sea reconocido por Dios, sino que debe poder reconocer ese reconocimiento. Esto significa - y en esto radica la fuerza del relato - que su decisión es el producto de un arduo esfuerzo que debe realizar por sí mismo ("no te pedí ser elegido", dice), para así lograr la renuncia a sus aspectos carnales, terrenales, en pos de la expiación ineludible, no para divinizarse él mismo, sino para divinizar al ser humano todo. ("Para juntar a Dios con el hombre" explica, y se explica)

Más no en un sacrificio vano, como una víctima inocente e ingenua, sino como ofrenda libremente elegida, con conciencia y responsabilidad plena del acto asumido.

Y en esto Scorsese logra transmitir lo que es - entiendo - el misterioso, por lo inescrutable, testimonio encarnado en la historia: lo divino cobra su real dimensión (se realiza) en tanto se enraíza en la maravillosa existencia humana, del mismo modo que lo humano - la carne, el cuerpo - adquiere su verdadera significación en la medida en que accede a una proyección espiritual, simbólica.

El cuerpo y el alma así, no se contraponen sino que se integran, en tanto aspectos de una dimensión que hace del ser humano, una regocijante empresa que busca ser reafirmada en su trascendencia.

Así como Adán, según la historia bíblica, hubo de renunciar, a partir de una Tentación - también - al paraíso (espiritualidad pura ) para fundar la cultura humana , Cristo debe renunciar a su historicidad terrenal ("Padre del cielo y de la tierra - dice dirigiéndose a Dios, momentos previos a su muerte - el mundo que creaste y podemos ver es hermoso, y el mundo que no vemos también, perdóname por no saber cual es más hermoso") para acceder El - y por El todas las criaturas vivientes - al reino de la salvación. Su "Ultima Tentación" es la más difícil de soportar, pues debe abdicar, sacrificar, en la cruz, su condición humana.

Próximos a la Navidad, en estos tiempos donde el individualismo, la codicia, la ausencia de una moral y una ética solidaria, la "divinización" de lo material, son la "terrenalización" que se nos impone ( y nos "tienta"), la historia que nos muestra Scorsese es el testimonio de un hombre-divino, Cristo, que nos muestra que sólo en tanto reconozcamos la inmensa potencialidad espiritual que tenemos, a pesar de nuestra pequeñez y nuestras limitaciones, que sólo en la medida en que ejerzamos la misericordia hacia nuestros semejantes, seremos también misericordes con nosotros mismos.

Y que en nuestro amor, en nuestra sed por la libertad y la justicia, se acrecienta - en la misma medida - nuestro espíritu, haciéndonos, a la vez, más humanos y más divinos.



Dr. Miguel Angel de Boer



(•) Texto leído con motivo de la presentación del film del mismo nombre en el Ciclo de Cine organizado por la SADE, Comodoro Rivadavia. Publicado en Diciembre de 1996.



martes, 19 de abril de 2011

Choto (*)

La palabra del título tiene numerosas acepciones en los países de habla hispana incluyendo a la Argentina. Yo suelo usarla muy a menudo con mis pacientes - quienes pueden dar testimonio de ello - cuando no quiero andar excediéndome en explicaciones. Sea para ahorrar tiempo o bien para impedir la frecuente tendencia que tienen a no usar su propia capacidad de pensar. Cosa que logro, la mayoría de las veces, luego de que la escuchan por primera vez.
Cuestión que con el tiempo ellos mismos, ya familiarizados con el término, pueden comenzar una sesión diciendo “hoy no me des mucha bola porque estoy medio choto”, por ej. , o “pasé un fin de semana choto”, o bien un: “sí, es cierto, tengo que reconocerlo, mi vieja era medio chota”. Y así sucesivamente. Es decir que es empleada con un significado peyorativo y descalificador de una experiencia, una idea, una vivencia, una conducta, una escena, un relato, una sensación, un hecho, o lo que mierda (otro término de uso frecuente en terapia) fuere.
Claro que no la utilizo solo en mi trabajo (aunque ahora que lo pienso debe ser donde mas la aplico, dado que paso gran parte de mi vida con mis pacientes), sino también en lo cotidiano, con mis amigos o conocidos, en una charla profunda o superficial, en un comentario o un relato. Y aquí, en lo diario, también la expreso y/o pienso de un modo casi recurrente, iterativo. Choto.
Pero no se suponga un desorden compulsivo o en una ideación obsesiva de mi parte – aunque tampoco se descarte del todo - sino más bien en las circunstancias que provocan, que inducen involuntariamente su producción.
Tomemos por ejemplo un programa de radio.
Escucho que algún oyente opina que “durante la dictadura había libertad porque a mí nunca me pararon ni siquiera para pedirme documentos” y pienso: “¡Qué choto!”. O bien, como escuché hace poco a alguien que dijo: “Es bueno pegarle a los hijos, y yo le agradezco a mis padres que me hayan fajado porque sino no sería lo que soy hoy”, e inmediatamente pensé: “¡Pero que recontrachoto! ¡Este es un hijo de puta reprimido que está justificando la agresión que tiene o que va a tener con los hijos!”. Y miles, decenas de miles, millones de ejemplos más, si me dispusiera a ejemplificar con locutores, periodistas y demás integrantes de la familia radiofónica.
Ni hablemos de cuando miro tele.
Otra que recurrente o iterativo. Ya sea viendo las noticias o a un referí dirigiendo un partido. Lunati, por mencionar uno de toque. Es un ejemplo de árbitro medio choto, pero que me hace cagar de risa con sus sanciones, increíblemente, valga el término, arbitrarias. Puede pasar por alto una fractura expuesta sin que se le mueva un pelo, o bien sacar una roja de un modo intempestivo por un simple roce. Motivo por el cual los partidos siempre terminan siendo un tremendo despelote, donde todo se torna imprevisible hasta que los jugadores no llegan a los vestuarios.
Con las noticias claro, me llevaría páginas enumerar las veces que me veo calificándolas de chotas.
O los programas. Como Gran Hermano Choto, por mencionar algo como al pasar. O Desde el Llano y Hora Clave, que se encuentran entre los más superchotos, según mi modesta apreciación. Ni hablemos de sus conductores.
Pasa que siento que es choto de mi parte que me la agarre con la tele, ya que es muy poco lo que quedaría en pié.
Lo mismo que si comenzara a enumerar a algunos actores de la política.
Como para dar una idea de lo que me pasa, puedo mencionar que me basta con verlo- no digo escuchar lo que dice - a Rodriguez Larreta, para que casi reactivamente piense: “¡Pero que choto de mierda!”.
Ni que decir de los nefastos personajes que participaron activamente en el terrorismo de estado o los que defienden a los genocidas de la dictadura. La chota de Cecilia Pando sería un simple pero contundente ejemplo. Claro que, hablando de genocidas, los hay superrecontrarrechotos como Videla, Menéndez o Buzzi y tantos otros que ni quiero nombrar. Aunque, es cierto, cualquier calificativo es insuficiente para caracterizar a estos infames asesinos.
Y que decir de las numerosas cosas que pasan en el mundo o en nuestras simples existencias.
En el mundo.
Es choto lo que pasa en Japón y en Medio Oriente por ejemplo. Y en África, por supuesto. O todo lo que hacen o no hacen los grandes organismos internacionales para promover o intervenir “en salvaguarda de la paz “en los conflictos bélicos, según sus conveniencias. Y también el hambre, la injusticia y los abusos de poder. O que el Papa nombre obispo a un choto como Antonio Marino y no excomulgue a un rechoto como Grassi. Que Obama no cierre Guantánamo y otras tropelías por el estilo. Que los EEUU se digan luchar contra el narcotráfico siendo que el mayor consumo de drogas del mundo se da allí. Que Suiza se proponga como un ejemplo de democracia, cuando sus bancos están abarrotados del dinero y la riqueza de los mayores hijos de puta de este universo. Y si sigo con el tema a nivel global no termino más.
Y en nuestra Latinoamérica ni que hablar.
La pobreza, la indigencia, la contaminación, la deforestación, las migraciones forzadas, el desarraigo, el tráfico ilegal de seres humanos, el genocidio y la explotación de los pueblos originarios, las enfermedades evitables, los abortos y sus consecuencias, la trata, el abuso, la violencia., la corrupción, la discriminación, la xenofobia, son mas que recontrachotos.
De nuestro país mencioné algunas comunes al mundo y Latinoamérica, pero las hay otras que son autóctonas por no decir folclóricas tanto a nivel nacional, como regional y local. Por mencionar un hecho reciente que aún persiste: las elecciones aquí en mi provincia, Chubut. Vamos a ver si en otro lado logran superarnos en este grado de chotera.
Y tantas más.
Que muera alguien porque una ambulancia no llega a tiempo. El deterioro educativo. Los que dicen representar a los trabajadores y cobran retornos para no armar quilombo (y no refiero a la cámara oculta editada que mostraron los chotos de Clarín). Los que putean contra el INDEC pero se hacen los boludos cuando hay aumentos que los benefician. Los que se creen patriotas por ser “malvinenses” y no se les mueve un pelo viendo como se llevan las riquezas petrolíferas o hacen pelota el mar y la tierra con la depredación y la minería. Los padres, madres y también, hay que decirlo, los hijos abusadores, como asimismo abuelos, tíos, primos, cuñados y la familia tutta. Los que abandonan a los ancianos. Los que piden orden y seguridad y te pasan por arriba con sus cuatro por cuatro al menor descuido. El maltrato en las instituciones. Las patotas sindicales. Y aquí también sería de nunca terminar.
Claro que también hay artistas chotos, películas y libros chotos, comidas chotas, música chota. Y: jueces, abogados, porteros (casi una redundancia), médicos, psicólogos, odontólogos, veterinarios, artesanos, choferes, profesores, jardineros, mozos, albañiles, electricistas, dibujantes, marineros, buzos, escritores, mecánicos, bomberos, panaderos, almaceneros, peluqueros, gerentes, contadores, ingenieros, fotógrafos, escritores, quiosqueros, boxeadores, cocineros, en fin, cualquier rol, profesión o actividad humana a la que se le puede aplicar el concepto. Sin dudarlo.
Razón por la cual, ahora sí, por una cuestión de espacio y de tiempo, dejo al lector agregar lo que considere conveniente.

Ah! Y todo lo contrario sería, para mí: no choto.


Miguel Angel de Boer
Abril 2011

(*) Según me recordó mi amigo Sergio Bufano autor, junto con Jorge Perednik, de el Diccionario de la Injuria , publicado por Editorial Losada, 2005: Choto,a. adj.(arg) Feo, sin gracia, ridículo, zonzo, tonto, de pocas luces. Bolas, bolastristes, boludo, huevón, pelotudo. También achacoso, viejo. Agregando que: “ Siempre estuve en desacuerdo con el adjetivo. ¿Por qué? Porque choto es también sinónimo de pene, verga, pindonga, pingalocaes también sinónimo de pene, verga, pindonga, pingaloca, polla, pito, pichabrava, falo, pedazo, corcel brioso, pichula, pija. En el caso de utilizar Pija, se trata de un adj. y sustantivo para denominar a la persona astuta, pícara, avivada. Hacerse el pija es alardear de vivo y experimentado “. (Gracias por el aporte Tano).